Negroponte puede llevar a una guerra de treinta años en Levante

Empeñado en extender el conflicto, George W.Bush propone a John Negroponte como segundo –y sucesor- de Condoleezza Rice en la secretaría de estado. Pero su primer objetivo será neutralizar a Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia.

31 enero, 2007

Los antecedentes de Negroponte en Latinoamérica, que pueden hundirlo en el senado, encajan perfectamente en el “plan B ampliado” de los ultraconservadores. Máxime si, como sugieren recientes versiones en torno de Brasil, Bush, Richard Cheney y su grupo pretenden ampliar la guerra en Levante y, al mismo tiempo, hostigar a gobiernos latinoamericanos molestos.

No es casual que, al ser propuesto como subsecretario, Negroponte haya pronunciado un durísimo discurso contra Chávez, dando a entender que representa para la democracia un riesgo casi tan grande como el que ofrecía el ajusticiado Saddam Huséin. “Gente como el presidente venezolano y otros han asumido protagonismo por falta de políticas norteamericanas enérgicas”.

Así expuso ante la comisión senatorial de relaciones exteriores, que evalúa el nombramiento y –últimamente- se ha mostrado maldispuesta hacia a los sueños bélicos de Bush. Virtual amo de la inteligencia nacional hasta diciembre, Negroponte puso en la mira también a Siria e Irán.

Pero el tono del eventual funcionario choca con el de Thomas Shannon, subsecretario para América latina, quien inclusive admitió posibilidades de “contactos constructivos” con Caracas. Esto apunta a otra interna en la Casa Blanca, pues Rice respalda a Shannon y Cheney promueve a Negroponte para desalojar a Rice. Consciente de que su salud lo limita, el vice actúa vía otros. Pero estas intrigas subrayan una volatilidad típica de gobiernos que se desmoronan hacia el fin de un mandato presidencial.

En el pasado y como agente disfrazado de diplomático, Negroponte fomentada golpes militares o regímenes autoritarios de derecha en media Centroamérica, Filipìnas, etc. Junto con militares argentinos, cumplió un lamentable papel en Nicaragua, de donde debió salir carpiendo. En cuanto a Rice, circulan dos versiones contrapuestas: (a) renunciará para lanzar una precandidatura republicana –casi nadie lo cree- o (b) llegará a la vicepresidencia si Cheney se retira enfermo. Un dislate, pues se trata de un cargo electivo al cual se accede en binomio con el presidente.

Mientras tanto, las sangrientas jornadas en Bagdad confirman que las tropas estadounidenses se han unido a las de Irak en una guerra implacable contra la mayoría shi’ita y sus milicias majdíes. Ante ello, los kurdos –que gobiernan desde 1991 el noreste del país inventado por Gran Bretaña en 1922- y Turquía han hecho saber que ven con preocupación la entrada de EE.UU. en una guerra civil.

“El tiempo se agota en Irak”, sostenía el martes el almirante William Fallon, que pronto pasará de la séptima flota (Pacífico occidental) a la sexta (Levante). “Hacen falta medidas totalmente distintas para lograr estabilidad y reconciliación en ese país. En ese caso –señalaba- creo que la situación podrá revertirse. Pero hay muy poco tiempo”. Simultáneamente, un informe originado en Jordania apunta: “cada día que pasa, Irak se sumerge más en la guerra civil”.

Apelando a la historia occidental, el estratega civil Valí Nasr establece parangones con el siglo XVII. Exponiendo como profesor en la academia de la Marina norteamericana, teme que “esto acabe como en la guerra de Treinta años. Motivos religiosos y geopolíticos se combinaron entonces en un conflicto a varias puntas, el más sangriento desde la guerra de Cien años”.

Los antecedentes de Negroponte en Latinoamérica, que pueden hundirlo en el senado, encajan perfectamente en el “plan B ampliado” de los ultraconservadores. Máxime si, como sugieren recientes versiones en torno de Brasil, Bush, Richard Cheney y su grupo pretenden ampliar la guerra en Levante y, al mismo tiempo, hostigar a gobiernos latinoamericanos molestos.

No es casual que, al ser propuesto como subsecretario, Negroponte haya pronunciado un durísimo discurso contra Chávez, dando a entender que representa para la democracia un riesgo casi tan grande como el que ofrecía el ajusticiado Saddam Huséin. “Gente como el presidente venezolano y otros han asumido protagonismo por falta de políticas norteamericanas enérgicas”.

Así expuso ante la comisión senatorial de relaciones exteriores, que evalúa el nombramiento y –últimamente- se ha mostrado maldispuesta hacia a los sueños bélicos de Bush. Virtual amo de la inteligencia nacional hasta diciembre, Negroponte puso en la mira también a Siria e Irán.

Pero el tono del eventual funcionario choca con el de Thomas Shannon, subsecretario para América latina, quien inclusive admitió posibilidades de “contactos constructivos” con Caracas. Esto apunta a otra interna en la Casa Blanca, pues Rice respalda a Shannon y Cheney promueve a Negroponte para desalojar a Rice. Consciente de que su salud lo limita, el vice actúa vía otros. Pero estas intrigas subrayan una volatilidad típica de gobiernos que se desmoronan hacia el fin de un mandato presidencial.

En el pasado y como agente disfrazado de diplomático, Negroponte fomentada golpes militares o regímenes autoritarios de derecha en media Centroamérica, Filipìnas, etc. Junto con militares argentinos, cumplió un lamentable papel en Nicaragua, de donde debió salir carpiendo. En cuanto a Rice, circulan dos versiones contrapuestas: (a) renunciará para lanzar una precandidatura republicana –casi nadie lo cree- o (b) llegará a la vicepresidencia si Cheney se retira enfermo. Un dislate, pues se trata de un cargo electivo al cual se accede en binomio con el presidente.

Mientras tanto, las sangrientas jornadas en Bagdad confirman que las tropas estadounidenses se han unido a las de Irak en una guerra implacable contra la mayoría shi’ita y sus milicias majdíes. Ante ello, los kurdos –que gobiernan desde 1991 el noreste del país inventado por Gran Bretaña en 1922- y Turquía han hecho saber que ven con preocupación la entrada de EE.UU. en una guerra civil.

“El tiempo se agota en Irak”, sostenía el martes el almirante William Fallon, que pronto pasará de la séptima flota (Pacífico occidental) a la sexta (Levante). “Hacen falta medidas totalmente distintas para lograr estabilidad y reconciliación en ese país. En ese caso –señalaba- creo que la situación podrá revertirse. Pero hay muy poco tiempo”. Simultáneamente, un informe originado en Jordania apunta: “cada día que pasa, Irak se sumerge más en la guerra civil”.

Apelando a la historia occidental, el estratega civil Valí Nasr establece parangones con el siglo XVII. Exponiendo como profesor en la academia de la Marina norteamericana, teme que “esto acabe como en la guerra de Treinta años. Motivos religiosos y geopolíticos se combinaron entonces en un conflicto a varias puntas, el más sangriento desde la guerra de Cien años”.

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