<p>Para empezar, semejante programa debiera proporcionar casi de inmediato asistencia alimentaria a varios países en situación terminal. Por el contrario, los mágicos mercados creados por la globalización se dedican a la especulación más desenfrenada. Uno de los exportadores tradicionales, Argentina, se priva a sí misma de granos y oleaginosas por una gresca entre el gobierno y los productores.</p>
<p>El segundo paso, señala en el documento final la organización de la ONU para agro y alimentos (FAO), será entregar semillas –normales o genéticamente modificadas- y fertilizantes, los dos insumos principales. Por supuesto, también es preciso eliminar restricciones a la exportación. Pero no se dice nada sobre los enormes subsidios de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, que les quitan mercado a países más eficientes. La ausencia de la Organización Mundial de Comercio lo dice todo al respecto.</p>
<p>Naturalmente, es indispensable, señala la FAO, ampliar y mejorar investigaciones en pos de mejorar rindes. Comentando el documento, el senegalés Yakuba Diouf, director general casi “ad vitam”, lanzó una cifra, US$ 900.000 millones entre este año y 2037. Apenas el doble de lo que cuesta la larga crisis hipotecaria en Occidente o las guerras en Afganistán e Irak. “El problema de los alimentos es político. Se trata –sostuvo Diouf- de definir prioridades frente a una grave emergencia. Por otra parte, es resorte de los gobiernos asignar recursos específicos”. Nicolas Sarkozy, George W.Bush o Silvio Berlusconi no estaban presentes.</p>
<p>Como todos suponían, los biocombustibles fueron uno de los asuntos más baqueteados. Varios expositores criticaron a gobiernos (EE.UU., Brasil, Argentina) por desviar cereales a la producción de combustibles alternativos. El egipcio Hosni Mubarak –un presidente vitalicio- pidió “debatir con urgencia cánones para preservar la alimentación humanas sobre otras necesidades. Los biocombustibles deben provenir de desechos o insumos no alimentarios”.</p>
<p>Atendiendo a su propio negocio, el brasileño Luiz Inácio da Silva censuró el etano norteamericano, producido a partir del maíz, “subsidiado por ese gobierno, que compite con el de bagazo de caña”. Edward Schafer, secretario de agricultura, eludió la clave de esa critica (los subsidios) replicando con una falacia: “Brasil puede optar por la caña de azúcar así como nosotros lo hacemos por el maíz”. Este encuentro “de emergencia” quedó dominado por los biocombustibles de origen agrícola y los organismos genéticamente modificados. Pero, como señalaban las organizaciones no gubernamentales presentes, “los problemas fundamentales fueron pasado por alto”. Entre ellos, quiénes pagarán aquella factura de US$ 30.000 millones; a menos que la FAO –por falta de voluntad- prefiera una salida maltusiana de corto plazo.</p>
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Naciones Unidas: ¿un plan alimentario de US$ 900.000 millones?
Ante potenciales hambrunas y la necesidad de doblar la producción en 30 años, la FAO fue casi unánime sobre las soluciones. Pero no respondió la pregunta del billón: ¿quiénes ponen US$ 30.000 millones anuales?