<p>La proclama del martes, larga, a veces incoherente, es un aullido de rabia contra el mundo. Siempre causa miedo el discurso final de un dictador porque, a la fatwá, se contrapone la horda mercenaria africana contratada para masacrar disidentes en Trípoli. Ni siquiera son árabes o kabilas. En realidad, son tonton macoutes reclutados en Chad, Zimbabwe, Gabón, Congo, etc.<br />
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En general, antes de precipitarse al fuego, apunta el politicólogo italiano Pierluigi Battista, “el dictador amenaza, insulta, delira y gesticula. No vive un crepúsculo, sino que ingresa en la oscuridad sin darse cuenta, hasta que queda solo ante el destino. El teatro de Ghadafi es una mezcla de apocalipsis, terror y pueril vanidad herida”.<br />
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Los sátrapas como el raís “viven sospechando traiciones, colapsos, puñaladas traperas y golpes de gracia contra quien hasta un instante atrás parecía invulnerable. Por el contrario, son expresiones de paranoia política, típicas de los totalitarismos. Para el caudillo, los revoltosos de Benghazi y Trípoli son ratas obscenas y drogadictas”.<br />
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En el caso del libio, hay un exhibicionismo patético similar al de Nerón, que combina crueldad con histrionismo. “Existen paralelos con el desenlace de Ceausescu. Cuando habla desde el balcón presidencial (21 de diciembre de 1989), el rumano ve con horror que la multitud lo silba, reaccionando a la masacre de Timisoara. En otras palabras, un anticipo de lo que puede sucederle ahora a Ghadafi. Tras un juicio sumarísimo, Bucarest ejecutó al matrimonio presidencial y el dictador muere sin haber terminado aquel discurso amenazador.<br />
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¿Será ésta la suerte de un Ghadafi abandonado hasta por la Liga Árabe? La geografía social del país abona esa presunción. Al raís lo sostiene solo la pequeña pero blindada tribu Qathathfa, al sur de Trípoli. Ante ella se despliega un impresionante arco beduino opositor encabezado por grandes tribus como Warfalla (900.000 miembros) y al-Zuwayya (500.000), que controla el oriente petrolero: son cifras altas para los cinco a 6,5 millones de habitante en total. Entretanto, continúan las deserciones de militares y altos funcionarios. Respecto de la familia real, apoyan al padre el primogénito Se’if al-Islam más sus hermanos Mutasim, Chamís y as-Sa’adí. La hermana, Aisha, se refugió en Dubai. <br />
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Muamar Ghadafi y el camino del infierno
Benito Mussolini colgado con Clara Petacci, Sadam Huséin feroz hasta el fin, Nicolae Ceausescu fusilado junto a su esposa. Al dictador libio, soldados y beduinos esperan matarlo en Tobruk ejecutando un decreto religioso dictado el lunes por un imán.