El gobierno, por boca de Federico Storani, puso mala cara y Hugo Moyano, en cambio, mostró su mejor rostro de “buen muchacho”.
El ministro del Interior endureció la voz: “El que quiera no trabajar que no lo haga, pero que no trate de impedir que el resto pueda hacerlo si lo desea”, dijo ayer. “No vamos a hacer nada que no corresponda”, aseguró el jefe de la CGT rebelde. Y agregó: “no nos vamos a pasar de la raya; ojalá que el ministro no se pase de la raya y no nos haga reprimir, como lo hizo el miércoles pasado”.
Este panorama casi idílico en los anuncios previos fue obscurecido por el tumultuoso dirigente jujeño Carlos “Perro” Santillán, quien mostró los colmillos y gruñió : “Mañana habrá cortes de rutas nacionales y provinciales”. Algo que Storani, taxativamente, mencionó como causas de intervención de sus fuerzas de seguridad.
El pivote del paro son los gremios del transporte. Encabezados por los camioneros de Moyano, comprometieron su aporte los colectiveros, el personal de las líneas aéreas de tierra y los taxistas, acompañados por dos gremios de los grandes: metalúrgicos y trabajadores de la industria automotriz.
La CGT rebelde sufrirá una deserción de importancia. La Unión Obrera de la Construcción ha decidido no parar. Gerardo Martínez, su secretario general, fue claro: la huelga debe formar parte de un plan de lucha, no un episodio aislado; sus afiliados – castigados por el descenso de la demanda de empleo – no tienen voluntad de hacerlo.
De todas maneras, si la CGT de Azopardo creyó que la UOCRA preparaba su regreso al hogar como el hijo pródigo, Martínez frustró cualquier esperanza. Insistió en que lucha por la unidad sindical. “En serio”, sostuvo, para no dejar dudas.
Moyano, en cambio, contará con el apoyo al paro de la Central de Trabajadores Argentinos, cuyos puntos sólidos están representados por los docentes y los empleados del Estado.
No es posible trazar conjeturas sobre el resultado del paro, sí, en cambio, es posible convenir con Gerardo Martínez en que los actos de fuerza que no estén inscriptos en una estrategia de acción, tienden a deteriorar el apoyo de las bases. Por desgaste.
El gobierno, por boca de Federico Storani, puso mala cara y Hugo Moyano, en cambio, mostró su mejor rostro de “buen muchacho”.
El ministro del Interior endureció la voz: “El que quiera no trabajar que no lo haga, pero que no trate de impedir que el resto pueda hacerlo si lo desea”, dijo ayer. “No vamos a hacer nada que no corresponda”, aseguró el jefe de la CGT rebelde. Y agregó: “no nos vamos a pasar de la raya; ojalá que el ministro no se pase de la raya y no nos haga reprimir, como lo hizo el miércoles pasado”.
Este panorama casi idílico en los anuncios previos fue obscurecido por el tumultuoso dirigente jujeño Carlos “Perro” Santillán, quien mostró los colmillos y gruñió : “Mañana habrá cortes de rutas nacionales y provinciales”. Algo que Storani, taxativamente, mencionó como causas de intervención de sus fuerzas de seguridad.
El pivote del paro son los gremios del transporte. Encabezados por los camioneros de Moyano, comprometieron su aporte los colectiveros, el personal de las líneas aéreas de tierra y los taxistas, acompañados por dos gremios de los grandes: metalúrgicos y trabajadores de la industria automotriz.
La CGT rebelde sufrirá una deserción de importancia. La Unión Obrera de la Construcción ha decidido no parar. Gerardo Martínez, su secretario general, fue claro: la huelga debe formar parte de un plan de lucha, no un episodio aislado; sus afiliados – castigados por el descenso de la demanda de empleo – no tienen voluntad de hacerlo.
De todas maneras, si la CGT de Azopardo creyó que la UOCRA preparaba su regreso al hogar como el hijo pródigo, Martínez frustró cualquier esperanza. Insistió en que lucha por la unidad sindical. “En serio”, sostuvo, para no dejar dudas.
Moyano, en cambio, contará con el apoyo al paro de la Central de Trabajadores Argentinos, cuyos puntos sólidos están representados por los docentes y los empleados del Estado.
No es posible trazar conjeturas sobre el resultado del paro, sí, en cambio, es posible convenir con Gerardo Martínez en que los actos de fuerza que no estén inscriptos en una estrategia de acción, tienden a deteriorar el apoyo de las bases. Por desgaste.