Moyano amaga, De la Rúa replica

Sigue la pulseada entre Moyano y De la Rúa. El camionero amenaza con movilizar el miércoles a 40.000 hombres. El gobierno podría acordar la no rebaja de los salarios. La CGT rebelde exige otros puntos.

25 abril, 2000

Hugo Moyano, desde el escenario del Senado, amagó con poner 40.000 hombres en la calle para bloquear la sanción de la reforma laboral. El dirigente camionero, imagen actual del sindicalismo combativo, no pareció preocupado por la aseveración del presidente Fernando De la Rúa. El miedo no frenará la aprobación de la reforma”, dijo el sábado desde San Martín de los Andes.

El juego parece echado sobre la mesa, pero en política nunca se pronuncia el rien ne va plus con el que el croupier paraliza la mano del último apostador. Siempre se deja una puerta abierta para negociar.

Tradicionalmente los sindicalistas no asumen el estilo del “todo o nada”; son maestros en el arte de presionar para negociar. Pero en la contradanza de la política el baile requiere un juego de dos, donde la rigidez anula la donosura del baile. La UCR tiene clara memoria de los reiterados enfrentamientos de la CGT de Saúl Ubaldini con Raúl Alfonsín. Uno de los factores que le costó verse envuelto en una crisis de poder.

De la Rúa, menos fogoso y frontal que su correligionario, se maneja –como diría el estratega inglés Lidell Hast– por “la estrategia por la aproximación indirecta”. Rehuye el ataque por el frente y prefiere sondear los flancos débiles del adversario y construir en su torno una coalición de aliados propios.

Esta a punto de lograrlo el miércoles pasado, con sus contactos y negociaciones con los senadores del PJ, cuando Moyano pateó el tablero y sitió al Congreso. La feroz batalla campal de la madrugada de ese día, volvió todo a fojas cero y deja heridas en la imagen oficial que el gobierno intenta disimular.

El sindicalista rebelde se siente alentado por lo que pasó. Sabe que tiene en sus manos el arma de una imagen de represión, más allá de las intenciones reales, que se muestra contradictoria con la prédica constante de la Alianza. Y que puede especular con el debate entre los sectores “garantistas” de la coalición y aquellos que ponderan la necesidad de evitar el desborde social. El campo de maniobra se le está facilitando.

Con Rodolfo Daer y la CGT de Azopardo a la defensiva y a media voz, maniobró con soltura y desenfado entre los senadores justicialistas, sin cuidarse demasiado de ser obsequioso con las investiduras.

Dialogó con Augusto Alasino en la acera, frente a las cámaras –el senador al parecer se había reunido fuera del edificio del Congreso con Duhalde– e ingresó con él, con aire de vencedor.

Conversó con otros legisladores preocupados a la sazón por dos elementos: el anuncio de movilizar 40.000 hombres en todo el país mañana para ejercer presión ante el Parlamento y las crecientes críticas que economistas y políticos de primer nivel internacional formulan a la estrategia mantenida por el FMI con el Tercer mundo.

Los rebeldes cegetistas exigen: a) mantenimiento de los convenios colectivos de trabajo; b) no se reduzcan los períodos de prueba del personal que ingresa y c) que no se rebajen los salarios.

El ministro Flamarique llegó al Senado y luego trascendió que el Poder ejecutivo concedería sólo el último punto. Al parecer, fruto de un expreso mensaje de Duhalde a De la Rúa, llevado por Alasino a sus colegas del Senado.

Hugo Moyano, desde el escenario del Senado, amagó con poner 40.000 hombres en la calle para bloquear la sanción de la reforma laboral. El dirigente camionero, imagen actual del sindicalismo combativo, no pareció preocupado por la aseveración del presidente Fernando De la Rúa. El miedo no frenará la aprobación de la reforma”, dijo el sábado desde San Martín de los Andes.

El juego parece echado sobre la mesa, pero en política nunca se pronuncia el rien ne va plus con el que el croupier paraliza la mano del último apostador. Siempre se deja una puerta abierta para negociar.

Tradicionalmente los sindicalistas no asumen el estilo del “todo o nada”; son maestros en el arte de presionar para negociar. Pero en la contradanza de la política el baile requiere un juego de dos, donde la rigidez anula la donosura del baile. La UCR tiene clara memoria de los reiterados enfrentamientos de la CGT de Saúl Ubaldini con Raúl Alfonsín. Uno de los factores que le costó verse envuelto en una crisis de poder.

De la Rúa, menos fogoso y frontal que su correligionario, se maneja –como diría el estratega inglés Lidell Hast– por “la estrategia por la aproximación indirecta”. Rehuye el ataque por el frente y prefiere sondear los flancos débiles del adversario y construir en su torno una coalición de aliados propios.

Esta a punto de lograrlo el miércoles pasado, con sus contactos y negociaciones con los senadores del PJ, cuando Moyano pateó el tablero y sitió al Congreso. La feroz batalla campal de la madrugada de ese día, volvió todo a fojas cero y deja heridas en la imagen oficial que el gobierno intenta disimular.

El sindicalista rebelde se siente alentado por lo que pasó. Sabe que tiene en sus manos el arma de una imagen de represión, más allá de las intenciones reales, que se muestra contradictoria con la prédica constante de la Alianza. Y que puede especular con el debate entre los sectores “garantistas” de la coalición y aquellos que ponderan la necesidad de evitar el desborde social. El campo de maniobra se le está facilitando.

Con Rodolfo Daer y la CGT de Azopardo a la defensiva y a media voz, maniobró con soltura y desenfado entre los senadores justicialistas, sin cuidarse demasiado de ser obsequioso con las investiduras.

Dialogó con Augusto Alasino en la acera, frente a las cámaras –el senador al parecer se había reunido fuera del edificio del Congreso con Duhalde– e ingresó con él, con aire de vencedor.

Conversó con otros legisladores preocupados a la sazón por dos elementos: el anuncio de movilizar 40.000 hombres en todo el país mañana para ejercer presión ante el Parlamento y las crecientes críticas que economistas y políticos de primer nivel internacional formulan a la estrategia mantenida por el FMI con el Tercer mundo.

Los rebeldes cegetistas exigen: a) mantenimiento de los convenios colectivos de trabajo; b) no se reduzcan los períodos de prueba del personal que ingresa y c) que no se rebajen los salarios.

El ministro Flamarique llegó al Senado y luego trascendió que el Poder ejecutivo concedería sólo el último punto. Al parecer, fruto de un expreso mensaje de Duhalde a De la Rúa, llevado por Alasino a sus colegas del Senado.

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