Montenegro simplemente repite su propia historia

El antiguo principado, en realidad, fue casi el único rincón balcánico no absorbido por el imperio Otomano en su avance, siglos XIII/ XV. Recién perdió autonomía al inventarse Yugoslavia, en 1919.

29 mayo, 2006

Según señala el columnista político italiano Sergio Romano, “el flamante estado ocupa el lugar de una monarquía muy anterior”. Inclusive, hasta tuvo una efímera “independencia” bajo la corona de Saboya en 1940/44. Por supuesto, étnica, lingüística y religiosamente, constituye un “continuum” con Serbia y Macedonia. No con Albania (hoy tampoco con Kósovo), que virtualmente nunca fue del todo ocupada por los turcos, salvo en cuanto a islamizarla.

Pero el plebiscito montenegrino deja en evidencia, apunta el analista, “una Serbia demasiado orgullosa como para ceder a las presiones europeas entregando al tribunal de La Haya al general Radko Mladič y al exterminador serbobosnio Rádovan Káradzič. Al respecto, parece que la Unión Europea ha abdicado su propia responsabilidad política y dejado todo en manos de Carla del Ponte, la fiscal”.

Ahora bien, aparece una curiosidad: la moneda de curso legal en Montenegro, desde 1999, no es el dínar serbio, sino el euro. Pero el pequeño país no está en la Eurozona que, cabe recordar, surge recién un tiempo más tarde. En su momento, imponer localmente el euro era la mejor forma de refirmar autonomía frente a Serbia, igual que se hizo al adoptar en 1993 el marco alemán, que reemplazó al extinto dínar yugoslavo.

La decisión recuerda los casos de Ecuador y El Salvador, que se pasaron al dólar. Hasta ahora, cabe destacar que la dolarización sigue perjudicando a ambos países latinoamericanos, pero los medios ortodoxos guardan un cauto silencio. No sucede así con la ola de escandalizadas advertencias que recorre Europa occidental. No sobre Montengero, sino sobre presuntas ideas pro euro entre separatistas catalanes y vascos.

A tal punto existe alarma que Jean-Claude Trichet –ese presidente del Banco central europeo de pasado tan borrascoso- dijo: “Quien adopta o adopte la moneda común sin ingresar a la UE, lo hace por su propia cuenta y riesgo”. Todo este desbarajuste fue desencadenado por un “paisito”que, desde “El prisionero de Zenda”, muchos confundían con la mítica Ruritania (la película fue rodada en Liechtenstein, un feudo más chico, anacrónico y peligroso). Hilando fino, surge una conexión obscura: el tráfico ilegal de armas se financia vía Liechtenstein, pero sus operadores directos viven en Montenegro. Más en la historia, este enclave tuvo una dinastía pirata similar a la de Mónaco.

Según señala el columnista político italiano Sergio Romano, “el flamante estado ocupa el lugar de una monarquía muy anterior”. Inclusive, hasta tuvo una efímera “independencia” bajo la corona de Saboya en 1940/44. Por supuesto, étnica, lingüística y religiosamente, constituye un “continuum” con Serbia y Macedonia. No con Albania (hoy tampoco con Kósovo), que virtualmente nunca fue del todo ocupada por los turcos, salvo en cuanto a islamizarla.

Pero el plebiscito montenegrino deja en evidencia, apunta el analista, “una Serbia demasiado orgullosa como para ceder a las presiones europeas entregando al tribunal de La Haya al general Radko Mladič y al exterminador serbobosnio Rádovan Káradzič. Al respecto, parece que la Unión Europea ha abdicado su propia responsabilidad política y dejado todo en manos de Carla del Ponte, la fiscal”.

Ahora bien, aparece una curiosidad: la moneda de curso legal en Montenegro, desde 1999, no es el dínar serbio, sino el euro. Pero el pequeño país no está en la Eurozona que, cabe recordar, surge recién un tiempo más tarde. En su momento, imponer localmente el euro era la mejor forma de refirmar autonomía frente a Serbia, igual que se hizo al adoptar en 1993 el marco alemán, que reemplazó al extinto dínar yugoslavo.

La decisión recuerda los casos de Ecuador y El Salvador, que se pasaron al dólar. Hasta ahora, cabe destacar que la dolarización sigue perjudicando a ambos países latinoamericanos, pero los medios ortodoxos guardan un cauto silencio. No sucede así con la ola de escandalizadas advertencias que recorre Europa occidental. No sobre Montengero, sino sobre presuntas ideas pro euro entre separatistas catalanes y vascos.

A tal punto existe alarma que Jean-Claude Trichet –ese presidente del Banco central europeo de pasado tan borrascoso- dijo: “Quien adopta o adopte la moneda común sin ingresar a la UE, lo hace por su propia cuenta y riesgo”. Todo este desbarajuste fue desencadenado por un “paisito”que, desde “El prisionero de Zenda”, muchos confundían con la mítica Ruritania (la película fue rodada en Liechtenstein, un feudo más chico, anacrónico y peligroso). Hilando fino, surge una conexión obscura: el tráfico ilegal de armas se financia vía Liechtenstein, pero sus operadores directos viven en Montenegro. Más en la historia, este enclave tuvo una dinastía pirata similar a la de Mónaco.

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