La anexión de Crimea por Rusia el año pasado y su apoyo a los separatistas en ucrania las relaciones entre ambos líderes se interrumpieron, principalmente debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos que llevaron a Rusia a una recesión económica.
Desde la anexión de Crimea no hubo viajes de alto nivel de Estados Unidos a Rusia. En mayo, sí, fue el Secretario de Estado, John Kerry a encontrarse con el presidente ruso; luego fue Victoria Nuland, la Subsecretaria de Estado, a continuar las consultas. Pero no hubo acercamientos. Los llamados telefónicos, que los hay, no son entre los presidentes. Los llamados entre los ministros de relaciones exteriores son intermediados por intérpretes y los contactos directos entre Sergei Lavrov, ministro de relaciones exteriores ruso y el norteamericano Kerry son escasos y versan sobre generalizaciones.
La canciller alemana Ángela Merkel se puso a la cabeza de la lanzadera diplomática internacional sobre ucrania, junto con François Hollande, el presidente francés. Merkel pasaba mensajes y observaciones a Obama y transmitía las posiciones occidentales a Putin. Pero incluso interlocutores del calibre de Merkel pueden ser malinterpretados por ambos lados.
Para evitar una escalada, los canales entre ambas potencias deberán ser abiertos de alguna manera. Dicho de otro modo, ambos presidentes deberían sentarse a conversar sobre los temas más conflictivos: Irán, Crimea, Ucrania. Rusia volvió a su postura estilo guerra fría y eso asusta a Occidente. Tal vez esté subestimando la posibilidad de una acción militar occidental si va demasiado lejos.