Si se le pregunta a cualquier diplomático quién está manejando la respuesta de occidente al revanchismo de Putin la respuesta será que Merkel. . Hasta los norteamericanos dicen que Barack Obama juega de suplente. Además, Obama tiene otras preocupaciones, Medio Oriente, el ébola y China, entre muchas. Y en todo caso, Ucrania está en el patio trasero de Europa, entonces es Merkel la que llama a Rusia.
A veinticinco años de la caída del Muro de Berlín, muchos alemanes preferirían no tener un rol internacional. La vida les resultaba más sencilla. La vida era más sencilla durante la Guerra Fría. El gobierno de Bonn fijaba su política exterior dentro de los límites de dos objetivos: la reunificación con el Este y la reconciliación en una Europa integrada. Helmut Kohl veía su misión en hacer una Alemania unida y segura para Europa. La búsqueda de esa meta existencial no requería nada más complicado que una estrecha relación con Washington y una asociación todavía más estrecha con París.
Durante el cuarto de siglo que pasó desde que cayó el muro, los sucesivos gobiernos aflojaron un poco el chaleco de fuerza constitucional que descarta la participación de Alemania en guerra foráneas. Berlín tuvo un rol en Kosovo y envió tropas a Afganistán. También envió misiones de vigilancia a África y realizó operaciones anti piratería en el Océano índico. Pero igualmente la actitud en Berlín era pasiva. Gerhard Schröder se opuso a la Guerra de Irak y Merkel a la intervención para defenestrar a Muammer Gaddafi en Libia.
Pero la anexión de Crimea por parte de Putin y sus incursiones en la parte oriental de Ucrania cambiaron las reglas del juego geopolítico. Moscú puso patas para arriba la premise de la seguridad europea en la posguerra de que las fronteras nacionales no podrían nunca más ser alteradas por fuerza military. Por geografía y por relative peso politico, además de por la ausencia de liderazgo norteamericano ponen a Alemania en la posición de dar la respuesta de Occidente.
Merkel ha construido su Carrera política sobre la base de la cautela, de tomar siempre la temperature y sopesar todas las opciones antes de actuar. Hasta ahora su método le ha funcionado. Pero para tener liderazgo en política exterior hace falta algo más: entender que no hacer nada puede ser más peligroso que hacer algo, y una disposición a dar un salto al frente de la multitude. El consenso puede ser tranquilizante, pero no impresiona a gente como Putin.