Mayor inflación: ¿será más o menos regresiva?

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La inflación se aceleró notablemente en 2022. Hasta agosto acumuló 56,4% según el IPC INDEC Nacional, con una variación interanual no vista en treinta años (+78,5% i.a.). Además, cobró una dinámica ascendente a lo largo de los meses del año.

Pasó de un promedio de 5,1% en el primer trimestre a 5,4% en el segundo, y se ubicaría en 7,1% en el tercer trimestre como explica el informe de la consultora Ecolatina.

Ahora bien, la inflación de los sectores con menores ingresos no es la misma que la de la clase media, que también difiere de la población de mayor poder adquisitivo. En este sentido, hay que tener en cuenta que, además de esta aceleración, la suba de precios puede ser disímil a lo largo de la pirámide de ingresos y estar impactando en mayor medida sobre determinada parte de la sociedad.

Sobre esta base, en el estudio de la dinámica inflacionaria resulta relevante incorporar al análisis en qué gasta cada familia, a fin de ver el impacto de las subas en los precios a lo largo de los distintos niveles de ingresos. Los sectores de menores recursos se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos que el resto, dado que destinan una mayor porción de su ingreso a satisfacer estos consumos de primera necesidad. Por el contrario, las familias más ricas gastan más en bienes de segunda necesidad, como pueden ser artículos para el hogar, educación y esparcimiento, entre otros.

Utilizando la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) publicada por INDEC, es posible medir la inflación de distintos sectores sociales, considerando no sólo los niveles de ingresos, sino también heterogeneidades regionales. Para ello, se divide a las familias en deciles, siendo el primero correspondiente a las familias con menores ingresos y el décimo a las que tienen mayores ingresos.

Un análisis del pasado reciente 

A pesar de que la inflación trepó 50% en 2021, el uso de anclas nominales -como el tipo de cambio oficial y las tarifas de servicios públicos- permitió una desaceleración de los precios en la segunda parte del año: pasaron de promediar casi 4% en el primer semestre a 3,1% en los últimos seis meses. Además, la implementación de controles de precios impactó principalmente sobre los alimentos, que se mantuvieron más contenidos en el semestre electoral (+2,9% promedio mensual).

Por este motivo, el proceso inflacionario no sólo cedió transitoriamente, sino también cobró un carácter más progresivo. La menor evolución de alimentos favoreció relativamente más a los sectores de menores recursos: en la comparación interanual, la inflación en el decil 1 se ubicó en 49,5% en diciembre, mientras que en el decil 10 fue de 52,3%. Como resultado, la inflación en los deciles más bajos fue inferior a la de los deciles de mayores ingresos y, junto con la recuperación de los ingresos, permitió una reducción de la pobreza en la segunda parte del año anterior.

Esta tendencia se revirtió a comienzo de año. Para el primer cuatrimestre, la aceleración de los precios de alimentos fue más pronunciada: en tres de cuatro de esos meses subieron por encima del nivel general, promediando 6,4% (1 p.p. por encima de la inflación). Detrás de este comportamiento se encontraron algunos factores globales, como el alza de los precios internacionales de alimentos tras el estallido de la guerra en Ucrania, pero en conjunto con algunos factores locales, como la sequía, que afectó a los cultivos y la ganadería en distintas zonas del país, y sobre todo la recomposición de precios de consumo masivo tras el congelamiento de fines de 2021.

Esta aceleración en los precios de los alimentos volvió más regresiva a la dinámica inflacionaria, afectando en mayor medida relativa a los sectores de menores recursos. Así, la inflación acumulada del decil más pobre fue mayor a la del decil más rico en el comienzo del 2022 (para el primer cuatrimestre, fue 23,8% para el decil 1 y 22,5% para el 10).

De haberse sostenido esta tendencia, la brecha entre estos dos deciles se habría sostenido en el segundo cuatrimestre del año, pero esto no sucedió. En el segundo cuatrimestre, en tres de los cuatro meses los alimentos subieron por debajo del nivel general, ubicándose casi 1 p.p por debajo del promedio mensual general. Esto se dio por un menor crecimiento en alimentos (pasaron de promediar 6,3% en los primeros cuatro meses a 5,5% en los segundos); pero también por una aceleración de otros capítulos que incidieron más en el nivel general, como es el caso de combustibles, prepagas y de algunos bienes con un gran componente importado (como electrodomésticos y electrónica).

Esta menor evolución de los alimentos, contenida principalmente por una mayor parsimonia en el precio de la carne la carne, favoreció relativamente más a los sectores de menores recursos. Por este motivo, el proceso inflacionario cobró un carácter más progresivo, donde la inflación acumulada del decil más rico fue mayor a la del decil pobre. (+1 p.p. de diferencia).

Por lo tanto, en el acumulado del año estas dos evoluciones se compensan hasta el momento. El decil 1 acumula una inflación de 55,6%, mientras que el decil 10 suma 55,1%. Gracias a la dinámica de los últimos meses, la brecha de la inflación entre el decil 1 y el decil 10 no es mayor a la de principio de año.  Más aún, si se divide a los hogares en dos, los más pobres acumulan en promedio 55% de inflación, prácticamente lo mismo que la mitad más favorecida (+54,9%).

Perspectivas para el cierre del año 

La dinámica que adquiera el proceso inflacionario de acá a fin de año determinará que sectores acabarán más o menos golpeados. En las últimas semanas, el Gobierno adoptó medidas que podrían acentuar el carácter progresivo de la inflación, como es el caso de la segmentación de los subsidios a las tarifas de servicios públicos por niveles de ingreso que implicará mantener el subsidio a los deciles de menores ingreso. Para las familias de mayores ingresos, que gastan en promedio 7% de su canasta de consumo en gas, electricidad y agua -mientras que las de menores ingresos gastan 11% en promedio-, impactarán en mayor medida los aumentos de estos servicios en septiembre (gas 10,6% y electricidad 20,6%) y noviembre (gas 12%, electricidad 27% y agua 56%).

En el mismo sentido, continuará la ronda de actualizaciones en las cuotas de prepagas, con aumentos del 10,5% en octubre y diciembre, incidiendo más en los deciles más ricos, en tanto gastan una proporción mayor de su ingreso en este rubro (4,4% de la canasta en el decil 10 y 0,5% en el 1).

La decisión del BCRA de profundizar las restricciones a las importaciones, con un impacto directo en el nivel de precios de aquellos bienes con mayor componente importado (electrodomésticos y electrónica de consumo, maquinaria, vehículos, motos) afecta más a los hogares de mayores recursos, quienes destinan a este tipo de bienes una mayor proporción de su gasto -por ejemplo, la categoría Equipamiento y mantenimiento del hogar ocupa el 8% de la canasta del decil más rico, y 4,1% de la canasta del más pobre-.

En síntesis, la convivencia de los dos factores mencionados (el nuevo esquema de tarifas y las mayores restricciones a las importaciones) tendería a mitigar el impacto regresivo de la inflación en lo que queda del año. No obstante, dada la inestabilidad del proceso inflacionario, el endeble escenario macroeconómico, un esquema cambiario que podría sufrir modificaciones y ciertos precios de alimentos que han quedado rezagados (como el caso de la carne vacuna), los riesgos de una nueva aceleración de alimentos -creciendo por encima del Nivel General- siguen latentes y podrían actuar como contrapeso.

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