Materias primas: presiona la demanda de China y Estados Unidos

El precio del cobre se triplicó en el quinquenio 2003/7 y el del cinco se dobló. Trigo y soya subieron 70% el año pasado. Los futuros de crudos, oro, plata, plomo, uranio, carne bovina, cacao y maíz tocan récords.

16 enero, 2008

Este auge global de insumos caros entre el sexto año no parece próximo a agotarse. Por supuesto, los productos básicos siempre han atravesado ciclos de alza y baja, pero –a criterio de varios expertos-, ahora los mercados viven cambios más estructurales, tal ve asociados a un ciclo macroeconómico descendente en el ex “primer mundo”.

A medida como se desarrollan más economías del antiguo “tercer mundo” y se transforman las otrora planificadas, crece su demanda de alimentos, metales e hidrocarburos. Esto presiona a proveedores, intermediarios y los propios mercados. Estados Unidos es un caso extremo: vive una espiral de precios y puja con competidores extranjeros por rubros tan diversos como lácteos, naftas o cereales.

Algunos analistas ven una transformación clave en la propia estructura económica global, donde EE.UU. sigue pesando pero, como en lo geopolítico, ha dejado de ocupar el centro. En este proceso, materias primas de toda laya –desde crudos hasta metales industriales y granos- trepan mientras chinos indios, etcétera, ganan, compran y consumen más. En esta fase, esos gigantes producen o tercerizan para Occidente y para sí mismos.

Ahora, con la economía norteamericana enfriándose, ¿qué ocurrirá? Una posibilidad es que la recesión, si se da, reduzca demanda al punto de que las materias primas paren de subir o desciendan substancialmente. Pero un sector de economistas serios sostiene que la demanda internacional mantendrá los precios arriba. Ello obligaría a los estadounidenses a seguir pagado caras la carne o la nafta, aunque sus ingresos de bolsillo cedan, en un mundo donde el dólar ya no será protagonista.

Ese grupo cree que será difícil frenar los productos primarios, pues sus mercados se conectan, como nunca en tres generaciones, a hechos y decisiones ajenas a EE.UU.. En particular, las que adoptan China, India, Rusia, Brasil y exportadores petroleros hoy convertidos en inversores soberanos.

Hacer frente a esas demandas será problemático. Los hidrocarburos se agotan y ya no son fáciles de hallar, en tanto suben los costos de extracción. En otro plano, sequías o lluvias excesivas causan esporádica escasez de alimentos cultivados. Los científicos, con justa razón, asocian esos desastres con el recalentamiento atmosférico, fruto a su vez del abuso de combustibles fósiles.

En esta coyuntura, un factor clave en el alza de insumos es la fiebre china por construir fábricas, edificios, caminos, represas y trenes, en aras de una creciente clase media. Beijing tiene 7.000 plantas industriales, el doble que en 2002. Todas requieren electricidad, o sea más usinas termo e hidrolectricas.

Esta industrialización elevó el consumo petrolero de 5.500.000 barriles diarios en 2003 a 7.500.000 en 2007. La diferencia equivale a 31% del aumento mundial en esos cinco años, durante los cuales China aportó 64% a la mayor demanda de cobre, 70% a la de aluminio y 82% a la de cinc.

Esa economía se expandió 11% en 2007, en términos de producto bruto interno, contra alrededor de 2,5% en EE.UU. A su vez, India creció casi 9,5%. Según la Agencia internacional de Energía y Combustibles, ambos países juntos pueden incrementar el consumo de hidrocarburos de 9.300.000 b/d en 2005 a 23 millones en 2030.

El público norteamericano siente el golpe. Según el departamento federal de comercio, en 2007 las carnes rojas subieron 4,5%, las blancas 5,2%, los lácteos 7,4% y los huevos 28%. Desde 1990 que no se veía semejante alza. Ello explica que tantos analistas serios tomen en broma el “índice de inflación subyacente” inventado por la Reserva Federal, que excluye energia, combustibles y alimentos.

Este auge global de insumos caros entre el sexto año no parece próximo a agotarse. Por supuesto, los productos básicos siempre han atravesado ciclos de alza y baja, pero –a criterio de varios expertos-, ahora los mercados viven cambios más estructurales, tal ve asociados a un ciclo macroeconómico descendente en el ex “primer mundo”.

A medida como se desarrollan más economías del antiguo “tercer mundo” y se transforman las otrora planificadas, crece su demanda de alimentos, metales e hidrocarburos. Esto presiona a proveedores, intermediarios y los propios mercados. Estados Unidos es un caso extremo: vive una espiral de precios y puja con competidores extranjeros por rubros tan diversos como lácteos, naftas o cereales.

Algunos analistas ven una transformación clave en la propia estructura económica global, donde EE.UU. sigue pesando pero, como en lo geopolítico, ha dejado de ocupar el centro. En este proceso, materias primas de toda laya –desde crudos hasta metales industriales y granos- trepan mientras chinos indios, etcétera, ganan, compran y consumen más. En esta fase, esos gigantes producen o tercerizan para Occidente y para sí mismos.

Ahora, con la economía norteamericana enfriándose, ¿qué ocurrirá? Una posibilidad es que la recesión, si se da, reduzca demanda al punto de que las materias primas paren de subir o desciendan substancialmente. Pero un sector de economistas serios sostiene que la demanda internacional mantendrá los precios arriba. Ello obligaría a los estadounidenses a seguir pagado caras la carne o la nafta, aunque sus ingresos de bolsillo cedan, en un mundo donde el dólar ya no será protagonista.

Ese grupo cree que será difícil frenar los productos primarios, pues sus mercados se conectan, como nunca en tres generaciones, a hechos y decisiones ajenas a EE.UU.. En particular, las que adoptan China, India, Rusia, Brasil y exportadores petroleros hoy convertidos en inversores soberanos.

Hacer frente a esas demandas será problemático. Los hidrocarburos se agotan y ya no son fáciles de hallar, en tanto suben los costos de extracción. En otro plano, sequías o lluvias excesivas causan esporádica escasez de alimentos cultivados. Los científicos, con justa razón, asocian esos desastres con el recalentamiento atmosférico, fruto a su vez del abuso de combustibles fósiles.

En esta coyuntura, un factor clave en el alza de insumos es la fiebre china por construir fábricas, edificios, caminos, represas y trenes, en aras de una creciente clase media. Beijing tiene 7.000 plantas industriales, el doble que en 2002. Todas requieren electricidad, o sea más usinas termo e hidrolectricas.

Esta industrialización elevó el consumo petrolero de 5.500.000 barriles diarios en 2003 a 7.500.000 en 2007. La diferencia equivale a 31% del aumento mundial en esos cinco años, durante los cuales China aportó 64% a la mayor demanda de cobre, 70% a la de aluminio y 82% a la de cinc.

Esa economía se expandió 11% en 2007, en términos de producto bruto interno, contra alrededor de 2,5% en EE.UU. A su vez, India creció casi 9,5%. Según la Agencia internacional de Energía y Combustibles, ambos países juntos pueden incrementar el consumo de hidrocarburos de 9.300.000 b/d en 2005 a 23 millones en 2030.

El público norteamericano siente el golpe. Según el departamento federal de comercio, en 2007 las carnes rojas subieron 4,5%, las blancas 5,2%, los lácteos 7,4% y los huevos 28%. Desde 1990 que no se veía semejante alza. Ello explica que tantos analistas serios tomen en broma el “índice de inflación subyacente” inventado por la Reserva Federal, que excluye energia, combustibles y alimentos.

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