Lula también quiere el bala

El gobierno brasilero quiere tener un tren de alta velocidad que una Río de Janeiro y San Pablo. Busca reducir el tráfico aéreo entre ambas ciudades. Lanzará la licitación en 2009. Argentina ya hizo un anuncio de este tipo. ¿Quién lo tendrá primero?

24 enero, 2008

Una semana atrás, entre gobernadores y autoridades nacionales, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner avanzó en un proyecto ambicioso y sumamente costoso: la construcción del tren de alta velocidad (TAV) que unirá, a una velocidad de 320 kilómetros por hora, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. El decreto firmado entonces adjudica la concreción de la obra al consorcio francés Veloxia (Alstom y socios como la española Isolux y las locales Iecsa –que Franco Macri le vendió a su sobrino Angelo Calcaterra– y Emepa). Presenciaron el acto, además, el secretario de Transportes de Francia, Dominique Bussereau; el embajador Fréderic Baleine du Laurens; y empresarios de ambas nacionalidades ligadas al proyecto.

El proyecto, un lujo europeísta, despertó críticas en todas las direcciones. Pero las más, apuntaron a que el monto a invertir (unos US$ 3.000 millones) podría destinarse a recuperar el gran tendido ferroviario que alguna vez la Argentina supo tener (Editorial La Nación, del 20 de enero). Asimismo, también se criticó el endeudamiento que implicará la obra, al ser financiada, según trascendió, en 90% por el banco francés Societé Genérale (Fernando “Pino” Solanas en Página 12, el mismo 20 de enero). Asimismo, el ingeniero Élido Veschi, secretario la Asociación del Personal de Dirección de Ferrocarriles Argentinos y Puertos Nacionales (APDFA), aseguró que “El sistema ferroviario está absolutamente destruido y con ese dinero se podrían reconstituir 8.000 kilómetros de vías para que corran trenes a 120 kilómetros por hora (…) a Tucumán, Salta, Posadas, Rosario, Córdoba, Mendoza, Bariloche y Bahía Blanca”.

Sin embargo, en la Rosada sigue resonando aquella sentencia de la presidenta, acerca de sus deseos de convertir a la Argentina en un país como Alemania; aunque al mencionar a este país, la entonces presidenta electa se refería a un modelo que tenía como prioridad la exportación de tecnología.

Para la construcción del TAV, la tecnología será francesa; y Argentina, en todo caso, podrá decir que tuvo el primer “tren bala” de América Latina. Claro, si en Brasil no se construye primero.

Esta semana, se conoció la intención del gobierno federal de Brasil de licitar en el primer semestre de 2009 la construcción de un “tren bala” que unirá Río de Janeiro y San Pablo. La línea cubrirá una extensión de 518 kilómetros y demandará, según publicó FolhaOnLine, US$ 4.000 millones. La idea es unir los aeropuertos de Galeao (Río de Janeiro), Guarulhos (San Pablo) y Viracopos (Campinas, también San Pablo). Ya a fines del año pasado, el gobierno brasilero había anunciado sus intenciones de viabilizar la construcción de un “tren bala”, que sería incluida como parte del Programa de Aceleración Económica (PAC). El PAC es considerado una herramienta para el desarrollo brasilero, con una estructura de financiamiento de largo plazo.

Si el “tren bala” argentino sigue el camino de las megaobras del país (Yaciretá, Atucha II, entre otras), no es seguro que Cristina de Kirchner pueda cortar las cintas del primer tren bala latinoamericano.

Una semana atrás, entre gobernadores y autoridades nacionales, la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner avanzó en un proyecto ambicioso y sumamente costoso: la construcción del tren de alta velocidad (TAV) que unirá, a una velocidad de 320 kilómetros por hora, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. El decreto firmado entonces adjudica la concreción de la obra al consorcio francés Veloxia (Alstom y socios como la española Isolux y las locales Iecsa –que Franco Macri le vendió a su sobrino Angelo Calcaterra– y Emepa). Presenciaron el acto, además, el secretario de Transportes de Francia, Dominique Bussereau; el embajador Fréderic Baleine du Laurens; y empresarios de ambas nacionalidades ligadas al proyecto.

El proyecto, un lujo europeísta, despertó críticas en todas las direcciones. Pero las más, apuntaron a que el monto a invertir (unos US$ 3.000 millones) podría destinarse a recuperar el gran tendido ferroviario que alguna vez la Argentina supo tener (Editorial La Nación, del 20 de enero). Asimismo, también se criticó el endeudamiento que implicará la obra, al ser financiada, según trascendió, en 90% por el banco francés Societé Genérale (Fernando “Pino” Solanas en Página 12, el mismo 20 de enero). Asimismo, el ingeniero Élido Veschi, secretario la Asociación del Personal de Dirección de Ferrocarriles Argentinos y Puertos Nacionales (APDFA), aseguró que “El sistema ferroviario está absolutamente destruido y con ese dinero se podrían reconstituir 8.000 kilómetros de vías para que corran trenes a 120 kilómetros por hora (…) a Tucumán, Salta, Posadas, Rosario, Córdoba, Mendoza, Bariloche y Bahía Blanca”.

Sin embargo, en la Rosada sigue resonando aquella sentencia de la presidenta, acerca de sus deseos de convertir a la Argentina en un país como Alemania; aunque al mencionar a este país, la entonces presidenta electa se refería a un modelo que tenía como prioridad la exportación de tecnología.

Para la construcción del TAV, la tecnología será francesa; y Argentina, en todo caso, podrá decir que tuvo el primer “tren bala” de América Latina. Claro, si en Brasil no se construye primero.

Esta semana, se conoció la intención del gobierno federal de Brasil de licitar en el primer semestre de 2009 la construcción de un “tren bala” que unirá Río de Janeiro y San Pablo. La línea cubrirá una extensión de 518 kilómetros y demandará, según publicó FolhaOnLine, US$ 4.000 millones. La idea es unir los aeropuertos de Galeao (Río de Janeiro), Guarulhos (San Pablo) y Viracopos (Campinas, también San Pablo). Ya a fines del año pasado, el gobierno brasilero había anunciado sus intenciones de viabilizar la construcción de un “tren bala”, que sería incluida como parte del Programa de Aceleración Económica (PAC). El PAC es considerado una herramienta para el desarrollo brasilero, con una estructura de financiamiento de largo plazo.

Si el “tren bala” argentino sigue el camino de las megaobras del país (Yaciretá, Atucha II, entre otras), no es seguro que Cristina de Kirchner pueda cortar las cintas del primer tren bala latinoamericano.

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