<p>Otro presidente vitalicio -treinta años en el poder-, Alí Abdullá Saleh, viene pugnando por contener lo que parece ya un levantamiento masivo tipo Túnez o Egipto. Al margen de matices (militan laicos, islámicos y separatistas de Adén), hay un planteo común: el dictador debe renunciar.<br />
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En Saada, el gobernador provincial huyó a Saudiarabia y dejó su despacho a cargo de Farís Mana’a, miembro de una prominente familiar de la ciudad. A su juicio, “la toma de esta plaza es otro paso hacia la caída de Saleh”.<br />
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Según personas al corriente de la situación, el avance sobre esa localidad significa que una guerra entre los rebeldes huthí (shiítas) y tribus adictas al gobierno central concluyó en favor de los primeros. En suma, los insurgentes se apoderaron de una zona no lejos al norte de Sanaa, la capital. <br />
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Si bien los huthí apoyan al movimiento antigubernamental, tienen su propio conflicto con Sanaa. Al margen de ello, esta toma significa que el gobierno metropolitano se halla en un estado de debilidad casi sin retorno. Ninguno de sus aliados formales (Saudiarabia, Estados Unidos) está en condiciones de prestarle atención. Uno se ocupa de Bahrein, el otro de Libia. <br />
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Saleh se ve especialmente frágil desde la masacre de cincuenta manifestantes en Sanaa. En particular, el régimen queda en postura desairada tras la defección de poderosos generales. Máxime con la aparición de la tribu salafisí, sunníes apoyados por Riyadh y enemigos de los huthí. Así fue como estalló una guerra a fin de 2009. Cabe subrayar que Saada formaba parte de un distrito militar comandado por Alí Mohsén al-Ahmar, que desertó días atrás con sus tropas y se incorporó a los disidentes.<br />
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Los rebeldes toman Saada, en el Yemen
Un sector rebelde atrincherado desde hace muchos años en Yemen norte, cerca del límite con Saudiarabia, copó esa localidad. Así revelaron fuentes diplomáticas en Sanaa y Riyadh, según las cuales es una zona shiíta, aunque afín al clan bin Laden.