Los escépticos de la e-conomía

No todo es armonía en el mundo feliz que anuncian los predicadores de la era Internet. Por Dolores Valle *

10 febrero, 2000

Varios libros de reciente publicación revelan que la e-conomía (como bautizó el británico Financial Times al nuevo orden económico gestado por Internet) se ha convertido, súbitamente, en el blanco de comentarios mordaces y pronósticos sombríos por parte de académicos, periodistas y analistas financieros.

Uno de los ataques más sorprendentes, por su origen, es el que acaba de lanzar Tony Perkins, fundador y socio de Red Herring, una firma de California especializada, justamente, en asesorar a inversionistas en el negocio de las nuevas tecnologías.

Se supone, por lo tanto, que Perkins sabe de qué habla cuando plantea en su libro The Internet Bubble que “el valor de mercado de US$ 400.000 millones que suman las empresas de Internet en Estados Unidos está groseramente inflado por un exceso de especulación e ingenuidad”.

Según Perkins, las empresas estadounidenses de e-commerce están sobrevaluadas en unos US$ 36.000 millones. Y tendrían que exhibir un crecimiento promedio anual de 87% en sus ventas durante el próximo quinquenio para justificar sus actuales cotizaciones bursátiles. (Una proeza que, se apresura a aclarar el autor, no lograron ni Microsoft ni Dell en su breve y rutilante historia).

Eamonn Fingleton cuestiona a la e-conomía desde otro flanco en su obra In Praise of Hard Industries. No son los gigantes de la Web los que en mayor medida contribuyen a crear riqueza en un país, argumenta Fingleton, quien muestra como ejemplo el caso de Suiza, una economía exportadora mucho más exitosa que la estadounidense, a pesar de que sus empresas casi no han incursionado en el negocio de Internet.

Después de refutar la difundida idea de que un aluvión de información de fácil y rápido acceso conduce, necesariamente, al progreso del conocimiento humano, Fingleton advierte sobre lo que, a su juicio, asoma como la mayor amenaza de la era Internet: un mundo en creciente desequilibrio, con abundancia de empleos y bienestar para las personas inteligentes y educadas, pero sin oportunidades ni futuro para los menos afortunados.

Se estaría formando, así, una burbuja mucho más peligrosa que la que puede estallar en la cara de los operadores de Wall Street.

*Jefa de Redacción de MERCADO

Varios libros de reciente publicación revelan que la e-conomía (como bautizó el británico Financial Times al nuevo orden económico gestado por Internet) se ha convertido, súbitamente, en el blanco de comentarios mordaces y pronósticos sombríos por parte de académicos, periodistas y analistas financieros.

Uno de los ataques más sorprendentes, por su origen, es el que acaba de lanzar Tony Perkins, fundador y socio de Red Herring, una firma de California especializada, justamente, en asesorar a inversionistas en el negocio de las nuevas tecnologías.

Se supone, por lo tanto, que Perkins sabe de qué habla cuando plantea en su libro The Internet Bubble que “el valor de mercado de US$ 400.000 millones que suman las empresas de Internet en Estados Unidos está groseramente inflado por un exceso de especulación e ingenuidad”.

Según Perkins, las empresas estadounidenses de e-commerce están sobrevaluadas en unos US$ 36.000 millones. Y tendrían que exhibir un crecimiento promedio anual de 87% en sus ventas durante el próximo quinquenio para justificar sus actuales cotizaciones bursátiles. (Una proeza que, se apresura a aclarar el autor, no lograron ni Microsoft ni Dell en su breve y rutilante historia).

Eamonn Fingleton cuestiona a la e-conomía desde otro flanco en su obra In Praise of Hard Industries. No son los gigantes de la Web los que en mayor medida contribuyen a crear riqueza en un país, argumenta Fingleton, quien muestra como ejemplo el caso de Suiza, una economía exportadora mucho más exitosa que la estadounidense, a pesar de que sus empresas casi no han incursionado en el negocio de Internet.

Después de refutar la difundida idea de que un aluvión de información de fácil y rápido acceso conduce, necesariamente, al progreso del conocimiento humano, Fingleton advierte sobre lo que, a su juicio, asoma como la mayor amenaza de la era Internet: un mundo en creciente desequilibrio, con abundancia de empleos y bienestar para las personas inteligentes y educadas, pero sin oportunidades ni futuro para los menos afortunados.

Se estaría formando, así, una burbuja mucho más peligrosa que la que puede estallar en la cara de los operadores de Wall Street.

*Jefa de Redacción de MERCADO

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