Luego de agosto, la restricción externa seguirá vigente, por lo que no es razonable esperar un escenario de menores trabas para las importaciones, analiza el director de abeceb.com., Dante Sica.
Tras la maxi devaluación impulsada a fines de enero y el apretón monetario que le sucedió (junto con otras medidas complementarias como reducir las posiciones bancarias en dólares), las autoridades lograron la tan ansiada calma cambiaria. Con esto, el gobierno logró llegar a la “tierra prometida”, esto es, arribar al segundo trimestre con una situación cambiaria bajo relativo control, momento de mayor liquidación estacional de las exportaciones gracias a la entrada de la cosecha de soja, señala Sica en el informe semanal.
Sin embargo, surge el interrogante sobre cuánto durará esta tregua, y en particular, si los dólares del agro serán suficientes para normalizar las importaciones. En este punto, vale la pena recordar que el complejo exportador ha ido adquiriendo en los últimos años una creciente dependencia en los commodities alimenticios, en especial la soja.
La constante pérdida de competitividad de la producción local por la elevada inflación, los problemas productivos internos en diversos sectores (como la carne y el trigo), y en algunos casos una demanda externa debilitada (como en alimentos elaborados y bienes industriales), redujeron las fuentes de divisas disponibles.
Así, actualmente un 60% de las exportaciones proviene del sector agroalimentario, y nada menos que 30% proviene del complejo sojero. Es por esto que la época de mayor liquidación de la soja se ha convertido para las autoridades en la “tierra prometida”. En este sentido, este año se presenta complicado. Es que, por un lado, tanto los buenos rindes como los elevados precios favorecerían la liquidación de la cosecha, dado que la actual campaña de soja estaría entre los 52/53 millones de toneladas –resultando cercana al récord de 55 millones alcanzado en 2010-, mientras que la cotización de la oleaginosa ha mejorado en los pasados meses hasta ubicarse bien por encima de los US$500 por tonelada. Pero en sentido opuesto, y como sucedió en 2013, las expectativas de que el peso volvería a debilitarse en los próximos meses actuarían en sentido contrario, llevando nuevamente a los productores a retener parte de la cosecha a la espera de una mejor cotización del dólar oficial.
Hay que tener en cuenta que tras la importante depreciación de la moneda local impulsada en enero, la elevada inflación observada en la primera parte del año ya erosionó gran parte de su efecto sobre la competitividad, lo que ha vuelto a alimentar las expectativas de devaluación. Este será, sin dudas, el principal desafío al que se enfrentarán las autoridades este año en su objetivo de asegurarse un buen caudal de dólares de la soja. Con esto, no pareciera estar garantizada una “lluvia” de dólares suficiente como para normalizar las compras externas. A su vez, la leve contracción esperada para la actividad económica en 2014 (que estimamos en torno al 1,5%) no se traducirá –como suele suceder- en una caída de las importaciones.
Es que, teniendo en cuenta la magnitud de las restricciones vigentes desde 2012, las mismas se encuentran en niveles ya de por sí muy bajos. Por tanto, los márgenes para moderar las restricciones continuarán siendo limitados, incluso en un contexto de recesión.
En ese sentido, con la contribución de cierta demora en los pagos de las compras al exterior a partir de la nueva política impuesta por la Secretaría de Comercio podría verse una moderación de las restricciones entre mayo y agosto, los meses de mayor liquidación de la cosecha.
Pero la acumulación de obligaciones hacia mediados de año (en especial en materia energética, dado que en el invierno crece la necesidad de importar combustibles) junto con las dificultades de las exportaciones para ganar mercado implicarán que difícilmente los dólares de la soja sean suficientes para salvar el año.
De manera que luego de agosto la restricción externa seguirá vigente, por lo que no es razonable esperar un escenario de menor presión restrictiva. Con todo, la soja puede aliviar pero no resolver, y menos aún en un contexto de creciente deterioro de la balanza energética, pérdida de los dólares del biodiesel y menor peso de los cereales.
En este contexto, la tregua cambiaria instalada desde febrero podría durar algún tiempo más, pero claramente no llegó para quedarse, concluye Sica.