Los cambios en impuestos: “tirar la caja por la ventana”

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Los cambios en el impuesto a las ganancias agravan la situación fiscal y van a contramano de la tendencia regional. Por la suba en la inflación y
las PASO, desde el gobierno nacional se han anunciado medidas para aliviar los ingresos de la población.

A partir de octubre de 2023 se implementarán cambios significativos en el impuesto a las ganancias – según advierte el IERAL de la Fundación Mediterránea-.

Hasta septiembre, el umbral para comenzar a tributar este impuesto es de $700.875 de salario bruto o $581.726 de salario neto. Desde octubre, el mínimo no imponible se elevará considerablemente, a $1.770.000 de salario bruto o $1.607.255 de salario neto mensual. Estos números surgen de sumar 15 salarios mínimos.

Con esta medida, los salarios de bolsillo de las personas alcanzadas se verán incrementados entre un 18% y 39%. Por ejemplo, un trabajador que percibe 1 millón de pesos (bruto) mensuales, dejaría de pagar $179.153 al mes, lo que implica una mejora en su salario neto de cerca del 27% .

Las nuevas medidas eximen del pago de ganancias a trabajadores que pertenecen al 5% de personas con mayores salarios en la distribución del ingreso del país, no ayudando precisamente a mejorar dicha distribución del ingreso.  En Argentina, o no se paga el impuesto a las ganancias o se lo paga con las alícuotas más altas, de modo que actualmente la carga fiscal por ganancias y aportes personales se duplica para ingresos que pasan de aproximadamente 700 a 900 mil pesos mensuales.

Esta situación no se corrige con las medidas anunciadas, sólo que se corre (significativamente) el monto de ingresos a partir del cual se comienza a pagar el impuesto, pasando a ser Argentina uno de los países latinoamericanos que aplica el impuesto desde ingresos más altos.

Con los cambios que tendrán vigencia desde octubre, en Argentina se comenzará a pagar ganancias desde salarios equivalentes a más del doble de los equivalentes en Chile, y además se mantiene la característica negativa que, una vez que se comienza a pagar el impuesto en Argentina, rápidamente se cae en las alícuotas máximas, a diferencia de lo que ocurre en el país trasandino, en que la alícuota efectiva va subiendo lentamente con los ingresos de las personas gravadas

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