Según el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), en noviembre pasado el empleo formal cayó 1,4% i.a. y acumula un crecimiento de 0,8% i.a. Pese a esto último, la tendencia es negativa desde el inicio de las turbulencias cambiarias: se perdieron más de 200.000 puestos de trabajo formales entre abril y noviembre de 2018, conforme a la serie desestacionalizada.
A modo de comparación, – explica la consultora Ecolatina- la profundidad de la actual recesión en relación a la caída de la actividad en 2016, también se trasladó al empleo registrado. En términos desestacionalizados, en 2018 el trabajo formal se contrajo 1,6% entre abril y noviembre, cuando había cedido apenas 0,2% entre octubre de 2015 y junio de 2016 tras el cambio de gobierno y la posterior salida del cepo cambiario.
La diferencia corresponde a que durante 2016, la caída del empleo asalariado privado registrado (-1,4%) fue parcialmente compensada por la expansión de los asalariados públicos (+0,9%) y del cuentapropismo (+1,4%). En cambio, entre abril y noviembre de 2018, no hubo ningún tipo de modalidad de empleo formal que haya crecido para compensar la caída de 2,1% del empleo de calidad (asalariados privados): los asalariados públicos se redujeron 0,3%, mientras que los cuentapropistas se contrajeron en 2,8%.
¿Pasó ya lo peor?
La caída de la actividad en 2018 rondó el 2,5% i.a. y el mercado laboral no estuvo ajeno a esa dinámica. De hecho, la primera medida en una crisis suele ser el freno en las contrataciones, lo que se verificó con la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL): durante la segunda mitad del año, la tasa de entrada (trabajadores que ingresan a un puesto de trabajo) se ubicó en los mínimos desde 2002.
Sin embargo, bajo un nuevo escenario económico, las empresas tardan en ajustar sus factores de producción. Por lo tanto, es probable que el nivel de empleo todavía no haya tocado su piso. En este sentido, en diciembre pasado, a la caída en las contrataciones se sumó que la tasa de salida (relaciones laborales que cesan) experimentó un fuerte crecimiento, lo que sugiere que todavía la destrucción de puestos de trabajo se puede acelerar durante los meses de verano (descartando que una mayor tasa de salida se corresponda con que los trabajadores dejan un empleo para encontrar otro mejor).
De manera adicional, la recuperación de la actividad será lenta y los sectores que traccionarán la economía este año (agropecuario, energético e industrias con potencial exportador), no son aquellos que utilizan la mano de obra como factor intensivo, por lo que no podemos esperar un significativo arrastre de los mismos en términos de empleo.
Por último, en un intento de reducir costos laborales, es probable que las empresas opten por pasar a la informalidad a una proporción de sus empleados para mantener (o iniciar) la relación laboral. Si bien esto se reflejaría en una contracción del trabajo registrado, el empleo informal podría no exhibir una caída de magnitud tras la recesión. No obstante, una mayor informalidad laboral sería un importante paso atrás en nuestro mercado de trabajo.