Londres tacha de tontería el patriotismo económico de Sarkozy

“No creo en el nacionalismo económico. Es una pavada o, peor, un disfraz del proteccionismo liso y llano”. Así califica Alistair Darling, ministro de hacienda británico, recientes actitudes de Nicolas Sarkozy, presidente francés.

5 julio, 2007

Poco duró el idilio entre los dos flamantes gobiernos de Gran Bretaña y Francia. Bastó una andanada del nuevo “chancellor of the exchequer” (inútil arcaísmo que significa, en realidad, ministro de hacienda) para quebrarlo. Para no dejar dudas, Darling empleó el ”Financial times” tradicional vehículo del mercantilismo el aislacionismo ingleses.

Londres reaccionaba contra el “golpe de mano” de Sarkozy en la reciente cumbre de la Unión Europea. En Bruselas, efectivamente, el mito de la libre competencia sin distorsiones fue puesto en segundo plano tras presiones de Francia, Polonia y algunos aliados circunstanciales. Por cierto, esto sólo sincera una situación de hecho: los cuantiosos subsidios agrícolas de la UE, Estados Unidos y Japón en desmedro de economías en desarrollo burlan todo tipo de “libre comercio”.

Por supuesto, Gran Bretaña no defiende los intereses del ex Tercer mundo, sino su pertinaz concepción de la libre competencia como valor absoluto, de suyo un anacronismo. Así lo demostró Raúl Prébisch, a fines de los años 40, vía la teoría poskeinesiana sobre deterioro en los términos de intercambio, detalle soslayado por sus exégetas conservadores en Argentina.

Londres está irritado porque París hizo “degradar” el libre comercio con vistas al nuevo borrador de tratado constitucional. Pero Darling apeló a una definición gala, “patriotisme economique”, acuñada hace pocos años para defender a Danone de una toma hostil por parte de PepsiCo. De hecho, ahora la liquidación de algunos activos puede allanarle el camino al gigante norteamericano.

“Nosotros no podemos definir determinada industria o rubro como esencial para nuestro estilo de vida, como sostiene Sarkozy”, sostiene el titular del tesoro británico. Pero, como subrayan algunos medios franceses, “existe un negocio sobreprotegido, la especulación bursátil y financiera”. Así lo admite el propio Darling, a cuyo juicio “la City tiene un papel absolutamente crucial en la economía británica”.

Esa economía hace rato que no figura entre las líderes, por lo cual su moneda –la libra esterlina-, no puede competir con el euro, el dólar ni el yen. Justamente un aspecto cambiario explica la resistencia francesa al “libre comercio”. Como señalaba en propio Sarkozy, “cada vez que el euro sube algunos centavos, Airbus pierde miles de millones”.

Poco duró el idilio entre los dos flamantes gobiernos de Gran Bretaña y Francia. Bastó una andanada del nuevo “chancellor of the exchequer” (inútil arcaísmo que significa, en realidad, ministro de hacienda) para quebrarlo. Para no dejar dudas, Darling empleó el ”Financial times” tradicional vehículo del mercantilismo el aislacionismo ingleses.

Londres reaccionaba contra el “golpe de mano” de Sarkozy en la reciente cumbre de la Unión Europea. En Bruselas, efectivamente, el mito de la libre competencia sin distorsiones fue puesto en segundo plano tras presiones de Francia, Polonia y algunos aliados circunstanciales. Por cierto, esto sólo sincera una situación de hecho: los cuantiosos subsidios agrícolas de la UE, Estados Unidos y Japón en desmedro de economías en desarrollo burlan todo tipo de “libre comercio”.

Por supuesto, Gran Bretaña no defiende los intereses del ex Tercer mundo, sino su pertinaz concepción de la libre competencia como valor absoluto, de suyo un anacronismo. Así lo demostró Raúl Prébisch, a fines de los años 40, vía la teoría poskeinesiana sobre deterioro en los términos de intercambio, detalle soslayado por sus exégetas conservadores en Argentina.

Londres está irritado porque París hizo “degradar” el libre comercio con vistas al nuevo borrador de tratado constitucional. Pero Darling apeló a una definición gala, “patriotisme economique”, acuñada hace pocos años para defender a Danone de una toma hostil por parte de PepsiCo. De hecho, ahora la liquidación de algunos activos puede allanarle el camino al gigante norteamericano.

“Nosotros no podemos definir determinada industria o rubro como esencial para nuestro estilo de vida, como sostiene Sarkozy”, sostiene el titular del tesoro británico. Pero, como subrayan algunos medios franceses, “existe un negocio sobreprotegido, la especulación bursátil y financiera”. Así lo admite el propio Darling, a cuyo juicio “la City tiene un papel absolutamente crucial en la economía británica”.

Esa economía hace rato que no figura entre las líderes, por lo cual su moneda –la libra esterlina-, no puede competir con el euro, el dólar ni el yen. Justamente un aspecto cambiario explica la resistencia francesa al “libre comercio”. Como señalaba en propio Sarkozy, “cada vez que el euro sube algunos centavos, Airbus pierde miles de millones”.

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