Otros analistas creen que es un pragmático y que toda su carrera de empresario demuestra que sus arrebatos y posiciones extremas son solamente una manera de fijar posiciones y comenzar con ventaja una negociación. A lo mejor es cierto. Pero no es lo mismo el estilo negociador de un magnate de la construcción que el del responsable de la primera potencia mundial que negocia con estadistas y no con colegas empresarios.
Quienes lo votaron en contra, señalan su imprevisibilidad, su falta de conocimiento y la simpleza de sus propuestas. Quienes votaron a favor reiteran que supo entender la América profunda, el resentimiento y la angustia de vastas capas de la población.
Cuando se les señala que algunas otras de sus propuestas –en especial las económicas- van en contra de quienes lo respaldaron, afirman que no las pondrá en práctica.
Los partidos políticos están a la expectativa, tanto el ahora opositor Demócrata como el oficialista Republicano. Éste cree que la mayoría partidaria en ambas cámaras servirá de contención y evitará cualquier desborde de Trump. Algunos dirigentes más inquietos, recuerdan todo lo que puede decidir un Presidente por decreto. Y es mucho.
Lo cierto es que toda la estructura de instituciones y corrientes centrales de pensamiento, construidas desde 1945 en adelante, dan señales de agotamiento y fractura. El nuevo sentimiento anti élite, populista y en muchos casos volcado a la derecha ideológica, pretende cambios abruptos.