<p>Específicamente, hasta ese momento banqueros y especuladores habían creado innumerables, complicadas e internacionales cadenas. En apariencia, se trataba de tornar el sistema en más eficaz y seguro. Eso valía en los buenos tiempos pero, en los malos, generaba nuevos riesgos que los inversores no habían calculado y los tomó de sorpresa. <br />
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Ahora bien, ¿la tragedia japonesa no transpondrá esas lecciones a los mercados industriales del mundo? Esta incógnita pesa al estimarse los efectos a largo plazo del desastre. Durante los últimos veinte años, cabe subrayar, el papel de Tokio en la economía general venía achicándose, en términos relativos, mientras China, Alemania, Rusia, etc., ganaban terreno.<br />
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Sin embargo, Japón es la tercera economía y pesa en varias cadenas internacionales de abastecimiento. Especialmente, en sectores como automotores, electrónica e industria pesada. Por ejemplo, fabrica 30% de memorias instantáneas (flash memories) para cámaras y celulares, más 15% de memorias de acceso aleatorio (d-ram) para computadoras personales.<br />
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Hoy, con tantas plantas japonesas afrontando cierres temporarios o parciales, los sismos ponen a los inversores ante una realidad difícil: en el mundo moderno, será más trabajoso evaluar a que punto de complejidad operan los nexos transnacionales en industria y finanzas. Por supuesto, “inversores” es un rubro que representa una entelequia a veces sobrestimada.<br />
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Parte del problema es que las cadenas de abastecimiento en muchos sectores claves de la manufactura atraviesan cada día más fronteras. En 2010, por ejemplo, el Banco Asiático de Desarrollo se dedicó a evaluar cómo se fabricaba un iPhone (Apple). Encontró un patrón fenomenalmente intrincado, típico de muchos sectores. Armar estos móviles involucraba nueva empresas, ubicadas en Surcorea, Japón, Taiwán, China, Alemania y Estados Unidos. Entre los proveedores principales se incluyen Toshiba, Samsung, Infineon, Boradcom, Numonix, Murata y Cirrus Logic. <br />
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En teoría esta alucinante trama debiera implicar que las compañías pueden elegir dónde hacer las cosas. En realidad, no obstante, la obsesión por recortar costos las fuerza a competir afinando operaciones. Tanto que –si algo marcha mal en un punto de la cadena- la red puede sufrir un colapso. <br />
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Por otra parte, dado que las competidoras acaban afinando operaciones del mismo modo, esto agrava inconvenientes tipo cuellos de botellas y otras vulnerabilidades. Estrategias que parecen racionales en firmas separadas, en una palabra, pueden generar debilidades en escala macro, repitiendo un patrón común al negocio financiero.<br />
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Por caso, hace dos años las líneas de automotrices europeas fueron detenidas un tiempo, cuando surgieron problemas en una sola fábrica de Asia oriental. Era fuente única de insumos para cinturones para pasajeros. <br />
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En esos días, la aseguradora Zürich había detectado más de mil ejemplos en cinco años, donde las empresas sufrían en silencio hiatos en fábricas productoras de componente críticos.<br />
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De ahí las nuevas incertidumbres planteadas por Japón. Hasta el momento, en general los expertos creen que los quiebres en cadenas de abastecimiento industrial debieran ser limitados por efectos de los sismos. Empero, si muchas fábricas se cierran durante plazos prolongados, los daños se ampliarán.</p>
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Lecciones de Japón a la cadena industrial global
Cuando estalló la crisis occidental en 2007 muchos se horrorizaron al conocer la dura realidad de los bancos. Dejando de lado derivativos y malas hipotecas lo que consternaba era cuán dañino, complejo y opaco era el negocio financiero.