Entre julio de 2012 y julio de 2013, los venezolanos representaron el mayor grupo de compradores extranjeros de inmuebles en Miami, con 14% del total. Brasileños y argentinos ocuparon el segundo lugar, con 11% cada uno, mientras que colombianos y canadienses quedaron en el tercer puesto, con 8% cada uno, señala un estudio de la Asociación de Agentes Inmobiliarios de Miami.
Luego del estallido de la burbuja financiera en 2008, retornó el auge en la construcción de apartamentos, aunque esta vez sin ser impulsada por el crédito barato de los bancos, sino por inversionistas extranjeros, muchos de ellos latinoamericanos, afirman Arián Campo-Flores y Conor Dougherty Connect en The Wall Street Journal.
El valor de los numerosos e imponentes edificios de condominios desocupados durante varios años después del estallido de la burbuja inmobiliaria se desplomó casi 60% desde su punto máximo a su mínimo, según la Asociación de Agentes Inmobiliarios de Miami.
Y hoy, casi todas las unidades que estaban vacantes se han ocupado y la demanda supera a la oferta. Se han propuesto 118 torres de apartamentos para la zona de Miami, de las cuales 35 ya se están construyendo, indica la consultora de bienes raíces Condo Vultures LLC.
Los 41 edificios propuestos para el centro de Miami agregarán 12.100 unidades, una cifra muy por debajo de las 22.200 unidades construidas entre 2003 y 2008, durante el auge inmobiliario.
Pero de todos modos un repunte significativo si se toma en cuenta que la construcción en la zona céntrica de la ciudad estuvo prácticamente paralizada hasta 2011, destaca el informe publicado en la edición española de The Wall Street Journal.
Los promotores inmobiliarios subrayan que la vigorosa demanda internacional ha creado un nuevo modelo de financiamiento en efectivo que, en su opinión, es más seguro que los créditos bancarios que alimentaron el auge anterior.
Normalmente, los compradores tienen que pagar al menos 50% del precio antes de cerrar el negocio, lo que significa que los propietarios perderían su dinero si abandonan la transacción.
Bajo el nuevo sistema de pago, los desarrolladores urbanos dependen más de los depósitos de los compradores, y menos de la deuda, para financiar la construcción, lo cual, señalan, coloca los proyectos sobre bases más sólidas.
Además, las firmas constructoras con menos experiencia quedan al margen, puesto que los bancos se han vuelto más estrictos en cuanto a las iniciativas que financian.