La recesión brasileña complica a la región

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La economía del vecino está entrando en su quinto año de estancamiento. Pero sigue siendo el país del futuro – como en su momento tituló su libro Stefan Zweig-. Aunque se pone a prueba la confianza en el capitalismo impulsado por el Estado y para algunos por el populismo de Lula y Rousseff.

Por Eduardo Luis Fracchia (IAE)

 

El costo de las políticas estatistas se puso de manifiesto con el aumento de la deuda pública y el déficit fiscal. Después de ganar las elecciones en octubre del año pasado asegurando que la situación económica del país era razonable, Rousseff se puso a preparar un programa de austeridad presupuestaria sin éxito. Sin embargo, su victoria ajustada en las elecciones debilitó su poder en el Congreso.

Si bien se aprobaron algunas de las medidas de ajuste fiscal, muchas otras se demoraron, incluyendo los aumentos de impuestos necesarios para acabar con el creciente déficit presupuestario. Se calcula que la economía se contraerá 3,5% este año y es posible una caída algo menor el año próximo. La economía en recesión sigue socavando los ingresos fiscales del gobierno por la caída de la recaudación.

El déficit primario no es tan elevado pero por la carga de intereses se llega a un déficit global cercano a 9,5% del PBI. Eso podría llevar la deuda pública bruta por encima de 70% del PIB y podría conducir a otras rebajas de su nota crediticia. Standard & Poor´s ya bajó su calificación para Brasil a especulativa, mientras que Moody´s y Fitch avisaron que la nota del país está en revisión.

Para evitar una baja en la calificación crediticia, Rousseff nombró un nuevo ministro de finanzas que no terminó de funcionar, Joaquim Levy. Además de recuperar el control de las finanzas públicas de Brasil, una de las tareas principales en la agenda es reposicionar al BNDES. El gobierno ya ha delineado cambios en las políticas para este banco de desarrollo tan relevante. El BNDES creció tanto que su subvención le cuesta al gobierno más que la tan reconocida Bolsa familia, un beneficio mensual para familias pobres. Los críticos sostienen que es una fuente de distorsión económica y de amiguismo que resiente la democracia de Brasil. Incluso algunos grandes empresarios que suelen trabajar con el BNDES piden que se le impongan límites a su accionar. Alrededor de 60% del crédito del BNDES se destina a grandes conglomerados, en vez de apoyar a pequeñas y medianas empresas. Incluso muchas empresas grandes, “campeones nacionales”, reciben su apoyo. Los críticos dicen que Brasilia utiliza al BNDES y a otros bancos estatales para disfrazar el déficit presupuestario.

 

Cómo inspirar confianza

 

Brasil necesita volver a atraer a la inversión externa y local. Queda claro que el gobierno brasileño debe priorizar un “shock” de confianza que entusiasme a los inversores dentro y fuera del país. Se deben eliminar los controles y las rigideces que pesan sobre una economía empantanada que desde hace tiempo ya no es precisamente abierta. Es necesario sacarla de la incertidumbre que implica la recesión actual.

La inflación registrada en Brasil es más del doble que la meta oficial de 4,5% anual. Hay mediciones específicas además del dato de la propia calle que demuestra el mal humor existente. Al proyectar la economía brasileña en 2016, 70% de los encuestados respondió que este año será peor que 2015. Para las personas de bajos ingresos la inflación fue y es lo más perjudicial. Se complica la distribución del ingreso que venía mejorando desde 2002 con la llegada del PT al poder en un país con un coeficiente de Gini altísimo.

De acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) la inflación se explica en buena parte por la liberación de los llamados “precios administrados”, esto es básicamente: electricidad, gas domiciliario y nafta. Estos rubros, que están bajo el control oficial, representaron en media un alza de 18% el año pasado. Por otra parte algunos economistas se interrogan por qué la inflación aumentó, en vez de caer, en los años de intensa recesión ya que esto iría en contra de la curva de Phillips. En teoría, el alza de los precios debería haberse sosegado con la caída sustancial del consumo de las personas y del gobierno.

Desde principios de 2015, el Ministerio de Hacienda tomó medidas de austeridad para bajar las presiones inflacionarias. Partían del presupuesto, común entre los mentores de la austeridad, de que la demanda estaba presionando el alza por exceso de compras. En función de ese diagnóstico, el comité de política monetaria (COPOM) que reúne varios organismos gubernamentales, decidió aumentar en forma sustancial la tasa de interés. Lo más complicado es que el Banco Central brasileño postula para este año mantener los intereses reales altos. Con esto se pretendería evitar la presión de la demanda pública y efectuar una contención de gastos suficiente como para conseguir equilibrar las cuentas públicas.

Las presiones inflacionarias no vienen de la demanda ya que el consumo del sector público, las empresas y las familias, están en retroceso. Tampoco viene de las empresas, que mantienen stocks importantes y redujeron personal para bajar sus gastos mensuales. Procede básicamente de las altas tasas de interés que penalizan la producción y obligan a los empresarios a obtener créditos caros cuyo costo se traslada a precios.

¿Qué pasa con los vecinos? Una situación difícil le está tocando vivir en particular a empresas del Uruguay que mantienen un estrecho vínculo comercial con Brasil. Una de las más afectadas y comprometidas es la industria automotriz. La pérdida de competitividad de los productos uruguayos con Brasil (su segundo socio comercial detrás de China) es evidente.

En los últimos 12 meses, la moneda brasileña se depreció mucho frente al dólar, mientras que el peso uruguayo lo hizo sólo 12%. El arroz, la carne ovina y los lácteos son otros productos locales uruguayos que sufren el atraso cambiario bilateral.

También Argentina registra la contracción de Brasil y mucho, en especial en el sector automotriz. Las circunstancias políticas influyen claramente en la evolución de la economía. El PMDB estaría quitando apoyo a la coalición oficialista y el PSDB encabeza la oposición política en búsqueda del impeachment (juicio político) presidencial. Las sospechas de corrupción están cada vez más cerca de comprometer al núcleo del poder y las marchas del domingo 13 de marzo han sido muy representativas del malestar asociado a la corrupción y a la recesión. La suerte de Brasil afecta a toda América latina. Es un proceso de final abierto que todos en la región no dejaremos de observar.

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