Por Eduardo Luis Fracchia (*)
Pareciera que la dirección encarada para destrabarla es coherente, pero hay que pasar todavía la primavera y el verano. El año 2016 de transición es claramente de estanflación.
Para el primer semestre de 2017 se estima un repunte del nivel de actividad. El consumo crecerá impulsado por la recuperación del salario y del empleo. Hacia la segunda mitad del año entrante la inversión será un factor de mayor impulso. Se esperan tasas mayores de crecimiento en la inversión, tanto en bienes de equipo como en construcción.
Lo deseable es que a mediano plazo la inversión pase del 17% del PIB al 23%; esto supone muchos dólares adicionales de inversión. En cuanto a la obra pública, se intuye que habrá un impulso a la infraestructura, en particular en las áreas de energía y transporte. La iniciativa de desarrollo del norte del país vinculada al Plan Belgrano es un punto a destacar.
En lo referente a inflación, la menor expansión de la base monetaria y el fin del traslado a precios de la devaluación supone un piso de 20% para 2017. Esta variable se pretende controlar además mediante un probable pacto social.
Las paritarias podrían desdoblarse en dos semestres ya que la evolución de la inflación es incierta. La cuestión de fondo para entender la dinámica inflacionaria pasa por el déficit fiscal que estaría cerrando el año en 4.6 puntos del producto con un gasto público inercial significativo. Muchos anuncios han sido expansivos en el frente fiscal ya que se redujeron impuestos como las retenciones y se extendieron algunas partidas de gasto social. La esperada reforma del Indec y el sinceramiento de las estadísticas no es un tema menor para afinar en los diagnósticos. Es un avance a destacar.
El tema subsidios se irá encarando progresivamente con vocación de sincerar los precios relativos desalineados, con sensibilidad social. Se perdió la batalla en tarifas de gas y se buscará en lenguaje de economistas un segundo mejor.
(*) IAE