A juicio de Víctor Beker, director del CENE, para bajar la inflación al nivel del 29%, como estaba prevista en el presupuesto aprobado por el Congreso para 2021, se necesita optar por un drástico viraje en la política económica, ya que existe una inercia inflacionaria que debe ser doblegada atacando todas sus causas. De lo contrario, la inflación presente retroalimenta la inflación futura.
“En primer lugar, hace falta voluntad política para hacerlo. En el contexto actual de fragmentación en la toma de decisiones, ésa es la primera y mayor dificultad. Suponiendo que ella fuera superada, se requiere, desde el punto de vista técnico, un plan integral de ataque coordinado a la inflación. Ello implica que el conjunto de las medidas monetarias, fiscales y cambiarias, así como la política de ingresos, esté subordinado al logro de la meta de inflación. Y que el plan sea creíble y creído por la población”, asegura el economista.
En este contexto, observa el director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, “resulta alarmante que haya quienes pretendan resucitar fórmulas ya rotundamente fracasadas en el pasado. Por ejemplo, reducir el problema de la inflación al aumento en el precio de la carne y proponer un índice de precios ‘descarnado’, como el que implementara el ex ministro Martínez de Hoz en 1979 y que fue rápidamente abandonado al advertirse que no introducía una diferencia demasiado significativa”.
“También es preocupante la nostalgia que manifiestan algunos sectores por regresar a la manipulación de las cifras del INDEC, como ocurriera entre 2007 y 2015. Ello sólo redundó en el desprestigio de las estadísticas oficiales mientras los precios seguían su derrotero inflacionario, pasando del 9,8% en 2006 al 25% en 2015. Es que los índices se pueden dibujar pero no los precios en las góndolas. En lugar de romper el termómetro, sería mejor combatir las causas de la fiebre”, completa Beker.