La economía norteamericana, vulnerable al coronavirus

Estados Unidos, con 330 millones de personas, 270 millones de armas cortas, 80 millones de jornaleros sin derecho a licencia por enfermedad y 28 millones de personas sin seguro médico, afronta desafíos mucho más graves que otros países.

Hay dos modelos epidemiológicos con dos propuestas antagónicas para responder al coronavirus. El primero lo propone el Imperial College London y fue el que llevó a los gobiernos británico y norteamericano a decidir imponer medidas estrictas de aislamiento social. Anunciaba que, si no se lo controla, el Covid- 19 (que es la enfermedad que provoca el virus) podría matar a más de medio millón de personas en el Reino Unido y 2,2 millones en Estados Unidos, sin contar las muertes adicionales que ocurrirían a causa del colapso del sistema sanitario de ambos países.

El segundo modelo, desarrollado por investigadores de la Universidad de Oxford, sugería que el virus ya había infectado a 40% de la población británica pero que la mayoría había mostrado ligeros o escasos síntomas. Según este modelo, el Covid-19 seguiría provocando muchas muertes y seguiría presionando sobre los sistemas de salud. Pero como avizoraba menos casos críticos por venir, el modelo Oxford sugería que una cuarentena indefinida no sería necesaria.

La economía

Es preciso tomar decisiones de alto nivel para proteger las economías nacionales de los efectos del COVID-19. Los economistas de la política usan “modelos de crecimiento” para describir lo que hacen los países para promover el crecimiento en circunstancias normales porque esos modelos también indican cómo podrían reaccionar esos países ante una situación especial, como una pandemia, por ejemplo. El modelo de crecimiento básico de Gran Bretaña, por ejemplo, está impulsado por las finanzas, la vivienda y, sobre todo, por el consumo interno. Cuando la economía británica se vio azotada por la crisis del coronavirus y el gobierno dio orden a la población de quedarse en su casa, era preciso también tomar medidas para fomentar el consumo, como por ejemplo garantizar 80% de los salarios.

En cambio Alemania, que es una plataforma exportadora que vive de la demanda de afuera, la respuesta necesaria incluía imponer una semana laboral más corta y garantizar el balance de las empresas, pero no sostener los salarios.

En el caso de Estados Unidos, el tema de cómo proteger la economía de los estragos de la pandemia es más complicado. Ese país es exportador masivo de productos primarios, aviones, armas, petróleo, servicios, software, e-commerce y finanzas. Eso porque su economía representa la cuarta parte del PBI global. Pero lo que más impulsa la economía estadounidense sigue siendo el consumo interno, y si bien ese consumo no depende del crédito — Estados Unidos se encuentra en el centro del grupo de países de la OCDE en cuanto as la relación deuda familiar/ingreso familiar – el rol que juega la deuda del sector privado hace muy difícil responder a una crisis como esta.

 

Los modelos de crecimiento que dependen del comercio, como los que se encuentran en Europa occidental y del norte, tienden a tener grandes estados de bienestar que actúan como colchones que absorben los golpes y ayudan a mitigar los efectos de los shocks económicos. Esos estados también permiten que sus ciudadanos contraigan grandes cantidades de deuda porque están asegurados contra periodos de desempleo. Las personas más endeudadas del mundo no son de Estados Unidos sino de Holanda y Dinamarca.

 

En cambio, los países con modelos de crecimiento de la variedad angloamericana, especialmente Estados Unidos, tienden a tener estados más débiles, impuestos más bajos y grandes sectores financieros. Tienen mercados laborales muy flexibles en lugar de grandes estados de bienestar, lo que significa que dependen de los salarios para impulsar el crecimiento. Cuando un sistema como el norteamericano se ve golpeado por un shock, suele rescatar su sistema financiero para mantener girando el crédito y permitir que la economía real absorba el golpe a través de desempleo y políticas de austeridad. El supuesto es que sin almohadones que absorban el shock, los precios y los salarios se ajustarán rápidamente, el capital circulará y el crecimiento volverá sin necesidad de intervención estatal. Pero estas no son circunstancias normales. Ese manual no sirve en el caso de la pandemia de coronavirus.

 

El modelo de crecimiento de Estados Unidos funciona bien mientras haya poco desempleo, los salarios se ganen y se gasten y el crédito se recicle para cubrir la diferencia entre salarios y costos (particulares y empresas). Pero cuando los mercados se congelan y no pueden poner correctamente un precio a los activos el modelo de crecimiento colapsa.

 

Es modelo está armado de tal forma que no puede pararse sin auto-infligirse daño grave. Porque es un modelo diseñado para ajustarse mediante sueldos reducidos y empleo y no mediante gastos en bienestar. Por eso los políticos solo pueden contemplar beneficios de desempleo temporales, no semi permanentes, como están haciendo los británicos.

 

Una posible solución, presentada por Donald Trump y con la adhesión de muchos estados, es “reiniciar la economía”. El costo directo de hacerlo, podría ser la muerte de 2,2 millones de personas, según el modelo del Imperial College London. O, como dijo crudamente el vicegobernador de Tejas Dan Patrick: “los viejos tienen que morir para salvar la economía”.

 

Pero tal vez “reiniciar” la economía tampoco sería factible si eso significa que 70% de los estadounidenses se van a contagiar, de los cuales más de 10% van a necesitar cuidados intensivos. Si la gente vuelve al trabajo subirán las tasas de infección y se cerrará el mercado laboral le guste o no al presidente. La gente no va a ir a los centros comerciales por temor a contagiarse. Y las empresas no van a invertir en productos que no van a poder distribuir.

 

Estados Unidos, con 330 millones de personas, 270 millones de armas cortas, 80 millones de jornaleros sin derecho a licencia por enfermedad y 28 millones de personas sin seguro médico, afronta desafíos mucho más graves que otros países. Si pone la economía en el freezer por seis meses o más destruye lo poco que queda del entramado social y también su modelo de crecimiento. Pero reiniciar la economía podría convertir la pandemia en una plaga que cause tantos daños como el freezer.

 

El camino que adopte tal vez podría ser rescatar por un tiempo a las empresas, sostener parcialmente el consumo y abandonar el parate tan pronto como se pueda. Trump y los que le rodean parecen perfectamente dispuestos a arriesgar algunos millones de vidas para salvar sus activos y apostar a que el sistema de salud siempre va a poder cuidar a la élite. Si opta por ese camino el resto del mundo dejará de mirar a ese país como modelo económico o de cualquier tipo.

Extractado de “The US Economy is uniquely vulnerable to the coronavirus” por Mark Blyth, Foreign Affairs.

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