No contamos con patrones ni mano de obra disponible. No tenemos horarios que cumplir ni servicios que prestar. Estamos solos y sin normas que regulen la vida.
Por José Lezama (*)
Nosotros como seres humanos, tenemos instintos animales, pero no somos animales. Tenemos un cerebro súper desarrollado que resulta ser la herramienta más poderosa jamás creada. La naturaleza nos provee de recursos y los animales nos muestran el camino para organizarnos, estar juntos, protegernos, alimentarnos, los observamos y ellos nos enseñan. Empezamos a reunirnos en grupos y nos damos cuenta que ello es bueno, nos organizamos y dividimos nuestras tareas.
Tenemos hambre, es necesario buscar comida. Para ello exploramos nuestro entorno y buscamos alimentos que nos satisfagan. No todo lo que está a nuestro alrededor nos satisface.
Tenemos sed, es necesario refrescarnos. Buscamos agua, esperemos que llueva, si tenemos un río cerca probamos su agua si nos gusta y nos refresca se convierte ese espacio en nuestro paraíso.
Tenemos frío o calor, tenemos que refugiarnos. Buscamos un lugar en las montañas o quizás bajo el suelo o tal vez en un árbol. De repente, juntamos cuatro troncos y vemos que ello es bueno, pero no suficiente, empezamos a pensar en que tal vez ello puede ser mejor y más grande.
No tendría que haber otra preocupación. Sin embargo, algo pasó. Tuvo que ocurrir algo para que esas necesidades básicas, simples, nos resultaran insuficientes. Teníamos disponibilidad de recursos, todo estaba dado para que aquellos que lo desearan pudieran vivir según las leyes de la naturaleza en su sentido más primitivo.
Evidentemente algo sucedió. ¿Qué fue exactamente lo que sucedió? No lo sabemos exactamente, aunque desde las ciencias naturales hay muy buenas hipótesis. El ser humano con el paso del tiempo se fue organizando a fin de obtener aquello que para él resultaba provechoso, útil. Empezó de esta manera a apropiarse, sin saber lo que ello significaba, de determinados recursos valiosos para él:
- El suelo, porque podía observar que determinadas granos o semillas crecían más rápido y de mejor calidad en determinados tipos de suelo.
- Los animales que le servían de base a su alimentación.
- Del espacio y la belleza del territorio para hacer mejor la vida y estar protegidos ante la inclemencia de la naturaleza.
- De la cercanía al mar y los ríos.
Vemos que en todo ello que se menciona surge un concepto que resulta clave: utilidad. El ser humano se empezó a dar cuenta que cuánto más útil es una cosa, más valiosa para su vida y en líneas generales lo que deseará ese ser humano es sobrevivir la mayor cantidad de tiempo posible para disfrutar aquello que le es muy valioso.
- ¿Cómo surge la necesidad de utilizar a otro ser humano para que haga lo que yo le pida?
- ¿Cómo surge el yo quiero eso y eso es solamente mío? ¿Cómo se definió por primera vez la propiedad privada?
- ¿Cómo surge el intercambio de bienes entre personas? ¿cuál es el sentido?
- ¿Bajo qué circunstancias surge el concepto de organización y división de las tareas?
¿Qué es la economía?
Es muy difícil que nos pongamos de acuerdo. No existe una única definición de economía que satisfaga las expectativas de todos aquellos que escuchan ese término. La típica definición de manual la reduce a un análisis matemático que define de “algún modo” la mejor distribución de bienes escasos (recursos escasos) entre infinitas necesidades. No me convence, a nadie le debería convencer. Somos muchos los que nos planteamos esa necesidad de encontrar una definición de economía que se ajuste realmente a aquella que realmente importa: la realidad. Debemos preguntarnos entonces, qué y cuál es esa realidad.
La definición de economía que conocemos es una definición que simplifica muy inteligentemente un entramado muy difícil de dilucidar. Además, es atemporal y puede ser aplicada a cualquier ámbito.
Evidentemente, la economía tiene que ver con la administración de los recursos, pero debe ser algo mucho más que eso. La definición de economía debería internalizar el tiempo en el que estamos desarrollando la teoría económica y debe darnos las pautas necesarias para indicarnos que, dadas determinadas condiciones iniciales, en un contexto y momento dado, lo que estamos teorizando puede ser analizado con criterio.
Esta teoría debería explicar el contexto actual de las cosas. En economía hablamos de corto, mediano y largo plazo. Por este motivo y dado que las relaciones, transacciones, distribuciones, intercambios, conexiones, producciones y asignaciones son vertiginosas, las teorías económicas del presente deberían dar respuesta a los problemas de la coyuntura.
Constantemente debemos repensar la teoría económica, tenemos que mejorarla en todo momento, adaptarla al mundo que nos rodea, o no considerarla si el mundo nos dice “eso acá no sirve, no se aplica, cambiaron las reglas del juego”.
La incorporación del componente histórico es trascendental dado que pondrá la vara de la economía en un nivel alto por los siguientes motivos:
- Cada teoría debería ser entendida en el momento en que se generó
- Cada momento histórico implica un estadio en la construcción del pensamiento particular de esa época.
- Cada momento o circunstancia es histórica porque implica un cambio revolucionario o de paradigma en nuestra forma de entender el mundo.
En este contexto histórico, opinar de economía resulta un ejercicio intuitivo, pero ello es poco serio. Necesitamos ponernos de acuerdo en su concepción para nuestro caso particular. Mientras ello no ocurra y sigamos opinando y trabajando sobre definiciones tan distintas como nuestras opiniones, no podremos encontrar las soluciones que con tantas ansias buscamos.
Ya no es novedad que la inflación es el problema que más preocupa a los argentinos, 5%, 6,7%, 4% son datos de inflación mensual que dejan de generarnos sorpresa. Es un buen momento para replantearnos sobre nuestro objeto de estudio porque evidentemente la inflación, que en nuestro caso es crónico, expone a las claras nuestra incapacidad de entender el contexto histórico, de no tener claridad sobre los determinantes y las causas de este fenómeno.
Ni siquiera de entender cuáles son realmente las reglas del juego económico. Sería injusto decir que esta incapacidad es exclusiva de la economía. Es un problema central en las ciencias sociales. Estamos transitando momentos de cambios importantes y como en todo momento importante, antes que actuar hay que pensar y replantear nuestra concepción de lo que entendemos como realidad.
(*) Economista. Director del Centro de Producción Documental de GEO. Estudio y Opinión.