Joe Biden, quien lidera holgadamente las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre en Estados Unidos, promete ahora una reorganización total del sistema energético nacional que pondrá en su centro el cambio climático nacional.
El plan, que será anunciado nuevamente esta semana en la convención demócrata, prevé una inversión de US$ 2 billones durante los próximos 4 años y usará la política del clima para sacar a la economía de la crisis creada por la pandemia.
El plan surge de la urgencia por el cambio climático que anima a gran parte de su partido, especialmente entre los jóvenes, a quien necesita conquistar. Lo respalda la confluencia de tres factores: la notable reducción de los costos de las energías limpias, el rápido avance del progreso tecnológico y la devastación que deja la pandemia.
Esto significa que la energía será un tema central en las elecciones de octubre y que las elecciones serán centrales para el futuro de la industria energética. Con enormes consecuencias nacionales e internacionales.
El panorama se presenta binario. De un lado está el status quo de Trump, quien como presidente proclamó una “era de dominio energético norteamericano”, invalidó las reglamentaciones que dificultaban las perforaciones y debilitó la vigilancia ambiental. También aprovechó la menor dependencia de suministros extranjeros para imponer sanciones a exportadores de petróleo.
Del otro está la revolución verde propuesta por Biden, quien también se ha comprometido a volver a unirse al pacto nuclear con Irán y al acuerdo de París por el clima (de los cuales se retiró Trump).
Si es elegido Biden promete emisiones cero para 2050 y a electrificar el sector transporte del país.
