<p>La Eurozona, la Unión Europea, el Banco Central Europeo y otras instancias regionales se niegan a admitir lo que Paul Krugman define como “el abyecto fracaso de una doctrina económica supuestamente ortodoxa. Según esa cartilla, los banqueros deben ser rescatados a costa de los contribuyentes”.<br />
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De ese modo, una crisis generada por el déficit de regulación se convierte –por obra y gracia de la doctrina legada por Henry Paulson- a Timothy Geithner-, según la cual, los salvamentos son para satisfacer los mercados, no para recrear empleo. En otras palabras, George W.Bush se trocó en Barack Obama.<br />
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Era una falacia, basada en que la austeridad fiscal genera puestos laborales vía mayor confianza pública. A su vez, ésta estimularía el gasto del sector privado y promovería la ocupación. Algunos economistas y analistas no estaban convencidos. Dos de ellos, el Nobel 2001 (Joseph Stiglitz) y el 2008 (Krugman mismo) calificaron esas ideas de “cuentos chinos”.<br />
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Pero la “austeridad expansiva” es defendida por legisladores republicanos (Tea party al frente), un sector demócrata, la Reserva Federal, el BCE y otros ilusos. Un caso típico es David Cameron, primer ministro británico cuya receta austera sumió varias ciudades en la violencia social. Similares estallidos asolaron Grecia, Francia, Italia, España, etc.<br />
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Sin duda, rescatar malos banqueros mientras se castiga a trabajadores y jubilados no parece una salida hacia la prosperidad. Así lo demuestra Islandia, una economía que se condujo según cánones diferentes. En medio de una crisis provocada por banqueros irresponsables, Rejkyavik dejó caer varias instituciones y amplió la red de seguridad social . Mientras otros buscaban apaciguar a los inversores, en general extranjeros, Islandia impuso controles al capital para recobrar márgenes de maniobra. La fórmula resultó.</p>
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La austeridad fiscal no será la salvación
Cumbre europea tras cumbre europea, hasta la del 8/9 de diciembre (o la próxima), los fracasos se acumulan. Los consensos se frustran y la dirigencia de Bruselas insiste en el mismo, grave error: creer en la austeridad fiscal como única tabla de salvación.