Koizumi renunció, pero las encuestas lo favorecen

La privatización del correo japonés fue derrotada por poco en el parlamento. Pero ahora existe un cuadro contradictorio: la gente sigue rechazándola, pero apoya la reelección del ex primer ministro.

12 agosto, 2005

Por supuesto, la derrota del esquema privatizador no “pone en duda el futuro económico japonés”, como decían al unísono el “Financial Times”, el “Wall Street Jouirnal” y otros medios conservadores. No obstante, es un paquete valuado en unos US$ 2,5 billones y representa más de 20% de los activos financieros.

En verdad, el senado desechó la propuesta por escasa diferencia (125 a 108 votos) y la dimisión de Junichiro Koizumi responde a una estrategia para presionar al poder legislativo. Por su parte, éste no descarta negociar un segundo esquema para el correo. Algunas encuestas de opinión pública favorables al renunciante –pero no a sus afanes privatizantes- muestran que hay margen para arreglos.

De un modo u otro, el 11 de septiembre habrá elecciones generales –también en Alemania-, donde se juegan no sólo el futuro de Koizumi y la privatización, sino el mapa político del imperio. Es decir, el predominio parlamentario del Partido Demoliberal y su gerontocracia, que lleva cincuenta años. Resulta irónico que el ex “premier” haya llegado a la cima precisamente oponiéndose a la vieja dirigencia.

El apoyo de la gente a los correos no es, empero, un gesto nostálgico. Por el contrario, busca defender una entidad cuyos activos se invierten en proyectos infraestructurales de interés público (no sin cierta cuota de corrupción, baja si se compara con India, China y Asia sudoriental). En un plano más de fondo, los japoneses -como los alemanes- mantienen una saludable desconfianza a reformas orientadas a satisfacer los mercados bursátiles y financieros.

Kozumi quiere desviar esos fondos, precisamente, al sector privado y sus mecanismos de mercado. Supone que eso estimulará el lento crecimiento de la economía real. El cuarto de millón de empleados postales no cree lo mismo, tampoco buena parte del oficialismo parlamentario y un sector del gabinete que acompañaba a Koizumi.

No obstante, hay posibilidades de transacción. Por un lado, el PDL aceptaría una privatización menos radical y consensuada. Por el otro, el partido Demócrata, la oposición, también quiere reducir las facultades inversoras del sector público. Sólo que sin medidas tan drásticas como las propuestas desde el ejecutivo.

Por supuesto, la derrota del esquema privatizador no “pone en duda el futuro económico japonés”, como decían al unísono el “Financial Times”, el “Wall Street Jouirnal” y otros medios conservadores. No obstante, es un paquete valuado en unos US$ 2,5 billones y representa más de 20% de los activos financieros.

En verdad, el senado desechó la propuesta por escasa diferencia (125 a 108 votos) y la dimisión de Junichiro Koizumi responde a una estrategia para presionar al poder legislativo. Por su parte, éste no descarta negociar un segundo esquema para el correo. Algunas encuestas de opinión pública favorables al renunciante –pero no a sus afanes privatizantes- muestran que hay margen para arreglos.

De un modo u otro, el 11 de septiembre habrá elecciones generales –también en Alemania-, donde se juegan no sólo el futuro de Koizumi y la privatización, sino el mapa político del imperio. Es decir, el predominio parlamentario del Partido Demoliberal y su gerontocracia, que lleva cincuenta años. Resulta irónico que el ex “premier” haya llegado a la cima precisamente oponiéndose a la vieja dirigencia.

El apoyo de la gente a los correos no es, empero, un gesto nostálgico. Por el contrario, busca defender una entidad cuyos activos se invierten en proyectos infraestructurales de interés público (no sin cierta cuota de corrupción, baja si se compara con India, China y Asia sudoriental). En un plano más de fondo, los japoneses -como los alemanes- mantienen una saludable desconfianza a reformas orientadas a satisfacer los mercados bursátiles y financieros.

Kozumi quiere desviar esos fondos, precisamente, al sector privado y sus mecanismos de mercado. Supone que eso estimulará el lento crecimiento de la economía real. El cuarto de millón de empleados postales no cree lo mismo, tampoco buena parte del oficialismo parlamentario y un sector del gabinete que acompañaba a Koizumi.

No obstante, hay posibilidades de transacción. Por un lado, el PDL aceptaría una privatización menos radical y consensuada. Por el otro, el partido Demócrata, la oposición, también quiere reducir las facultades inversoras del sector público. Sólo que sin medidas tan drásticas como las propuestas desde el ejecutivo.

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