Lejos de Veltroni quedaron Rosa Bindi (14,5%) y Enrico Letta (10,2%). El ganador es un líder histórico de la centroizquierda, pero Prodi fue quien inició el largo camino hacia el PD, cuando todavía era presidente de la Comisión Europea. Más tarde, la escasa mayoría parlamentaria y el desleal hostigamiento de Silvio Berlusconi (via la neofascista Forza Italia). Gianfranco Fini y Umberto Bossi (separatista) pusieron al primer ministro al borde de la renuncia.
Veltroni logró unir las dos mayores agrupaciones de centroizquierda, en una interna donde -esta vez- la jerarquía eclesiástica no se metió, sumida en escandaletes propios. Como contrapartida, Berlusconi y Fini intentan soldar un partido de derecha unificado, peor tiene un problema: Bossi, tercero en la alianza derechista, insiste en sus obsesiones se separar el norte, por encima del Po.
Tampoco ese objetivo es claro. Por ejemplo, hay un “separatismo del separatismo” que afecta a tres provincias, Véneto, Venecia juliana y Trentino-alto Adigio En las últimas dos, la gente de habla friulana –afín al rumanche suizo- pretende inclusive imponer su propio idioma sobre el italiano y el alemán.
En un plano distinto, las ambiciones de Berlusconi chocan con las de Luca Cordero Montezemolo. Presidente de junta en Fiat, usa su otro cargo -al frente de Confederazione nazionale dell’industria- para general una “oposición no partidista” a Prodi. Con un ideario casi monetarista, el hábil dirigente ve en Confindustria un instrumento para dejar atrás los partidos políticos. Algunos parlamentarios sospechan que Montezemolo toma el ejemplo de Néstor Kirchner pero, a diferencia de Argerntina, los partidos italianos distan de haberse licuado.
Lejos de Veltroni quedaron Rosa Bindi (14,5%) y Enrico Letta (10,2%). El ganador es un líder histórico de la centroizquierda, pero Prodi fue quien inició el largo camino hacia el PD, cuando todavía era presidente de la Comisión Europea. Más tarde, la escasa mayoría parlamentaria y el desleal hostigamiento de Silvio Berlusconi (via la neofascista Forza Italia). Gianfranco Fini y Umberto Bossi (separatista) pusieron al primer ministro al borde de la renuncia.
Veltroni logró unir las dos mayores agrupaciones de centroizquierda, en una interna donde -esta vez- la jerarquía eclesiástica no se metió, sumida en escandaletes propios. Como contrapartida, Berlusconi y Fini intentan soldar un partido de derecha unificado, peor tiene un problema: Bossi, tercero en la alianza derechista, insiste en sus obsesiones se separar el norte, por encima del Po.
Tampoco ese objetivo es claro. Por ejemplo, hay un “separatismo del separatismo” que afecta a tres provincias, Véneto, Venecia juliana y Trentino-alto Adigio En las últimas dos, la gente de habla friulana –afín al rumanche suizo- pretende inclusive imponer su propio idioma sobre el italiano y el alemán.
En un plano distinto, las ambiciones de Berlusconi chocan con las de Luca Cordero Montezemolo. Presidente de junta en Fiat, usa su otro cargo -al frente de Confederazione nazionale dell’industria- para general una “oposición no partidista” a Prodi. Con un ideario casi monetarista, el hábil dirigente ve en Confindustria un instrumento para dejar atrás los partidos políticos. Algunos parlamentarios sospechan que Montezemolo toma el ejemplo de Néstor Kirchner pero, a diferencia de Argerntina, los partidos italianos distan de haberse licuado.