Italia: crisis en el gobierno de Silvio Berlusconi

El primer ministro marchó a Bruselas para ofrecerle Economía a Mario Monti. Entretanto, Umberto Bossi amenaza: su Liga Norte dejaría la coalición, disconforme con la caída del “superministro” Giulio Tremonti (Alianza Nacional).

5 julio, 2004

En lo que muchos observadores califican ya como “ocaso del liderazgo absoluto”, Silvio Berlusconi afronta una crisis de gabinete que –si Bossi, internado en la suiza Lugano, abandona la coalición- lo dejará sin apoyo político suficiente para llegar a 2006. Tras una triple derrota electoral (comicios europeos, comicios locales en primera y segunda vuelta), Forza Italia, su propio partido derechista, no podría seguir gobernando sin socios.

Tanto la Liga Norte como AN, con un poco menos de ingredientes neofascistas que FA, han salido en mejores condiciones de las rondas electorales. Ahora, la borrascosa renuncia de Tremonti –el ministro más poderoso pero con más errores en su haber-, Berlusconi asumió Economía. Pero su primera tarea era presentar a la Comisión Europea un paquete de reformas y correcciones.

Por una parte, si Roma no convence, arriesgará una sanción sin precedentes: ser declarada en “alerta temprano” por el plenario de ministros económicos o financiero y el Banco Central Europeo. Eso significa que Italia no cumplirá la rígida meta impuesta por el pacto de estabilidad (1996), o sea mantener el déficit fiscal bajo el techo de 3% de producto bruto interno.

El intento de reclutar a Monti es tan lógico como desagradable para Berlusconi, pues se trata –en este momento- del único candidato con consenso italiano y europeo para timonear la volátil economía peninsular. Eso lo reconoce hasta el poderoso Luca Cordero Montezemolo, presidente de Fiat SpA y de Confindustria (la UIA de allá).

En cierto sentido, pedirle a Monti (comisionado para defensa de la competencia y némesis de Microsoft) que substituya a Tremonti es, para el “premier”, perder aun más poder real. El problema político clave en la dimisión de Tremonti era, precisamente, que representaba las presiones de AN y la Liga para limitarlo al “Cavaliere”.

No obstante, los socios de la coalición derechista tampoco pueden echarlo a Berlusconi. Eso llevaría a elecciones generales dos años antes y a la victoria del centroizquierda. Es decir, de Romano Prodi, presidente saliente de la CE y amigo de Monti.

En lo que muchos observadores califican ya como “ocaso del liderazgo absoluto”, Silvio Berlusconi afronta una crisis de gabinete que –si Bossi, internado en la suiza Lugano, abandona la coalición- lo dejará sin apoyo político suficiente para llegar a 2006. Tras una triple derrota electoral (comicios europeos, comicios locales en primera y segunda vuelta), Forza Italia, su propio partido derechista, no podría seguir gobernando sin socios.

Tanto la Liga Norte como AN, con un poco menos de ingredientes neofascistas que FA, han salido en mejores condiciones de las rondas electorales. Ahora, la borrascosa renuncia de Tremonti –el ministro más poderoso pero con más errores en su haber-, Berlusconi asumió Economía. Pero su primera tarea era presentar a la Comisión Europea un paquete de reformas y correcciones.

Por una parte, si Roma no convence, arriesgará una sanción sin precedentes: ser declarada en “alerta temprano” por el plenario de ministros económicos o financiero y el Banco Central Europeo. Eso significa que Italia no cumplirá la rígida meta impuesta por el pacto de estabilidad (1996), o sea mantener el déficit fiscal bajo el techo de 3% de producto bruto interno.

El intento de reclutar a Monti es tan lógico como desagradable para Berlusconi, pues se trata –en este momento- del único candidato con consenso italiano y europeo para timonear la volátil economía peninsular. Eso lo reconoce hasta el poderoso Luca Cordero Montezemolo, presidente de Fiat SpA y de Confindustria (la UIA de allá).

En cierto sentido, pedirle a Monti (comisionado para defensa de la competencia y némesis de Microsoft) que substituya a Tremonti es, para el “premier”, perder aun más poder real. El problema político clave en la dimisión de Tremonti era, precisamente, que representaba las presiones de AN y la Liga para limitarlo al “Cavaliere”.

No obstante, los socios de la coalición derechista tampoco pueden echarlo a Berlusconi. Eso llevaría a elecciones generales dos años antes y a la victoria del centroizquierda. Es decir, de Romano Prodi, presidente saliente de la CE y amigo de Monti.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades