No es tan importante en petróleo. Pero tiene los principales reservorios de gas de la región.
Esa circunstancia contribuyó a desarrollar cierto espíritu independiente de la tutela que practican los sauditas sobre los demás países del Golfo, y a desafiar a veces la hegemonía regional de Riyad.
Para entender este pleito, hay que poner foco en el gas. A mediados de los años 90, Qatar comenzó a exportar gas natural licuado desde su principal área productora, North Field, con yacimientos offshore que proveen la abrumadora mayoría del valioso bien exportable.
Pero hay un problema: Qatar comparte este yacimiento, del que deriva toda su fortuna, con Irán, el odiado rival de Arabia Saudita y líder de la facción shiita que se enfrenta a los sunnitas mayoritarios en el Golfo. El conflicto religioso, geopolítico y económico, convergen en este punto.
Qatar es la nación más rica del planeta en términos de PBI per capita, que asciende a US$ 130.000 (el de Argentina, es la décima parte). Es el principal exportador mundial de gas natural licuado. Esa posición de poder le permitió a este reino consolidar relaciones propias con Estados Unidos (alberga la principal base militar de este país en la región), con Rusia (invirtió US$ 2.700 millones en la petrolera estatal Rosneft), y con Irán. Además, se vio libre de las negociaciones y acuerdos sobre precio del petróleo. Lo suyo es solamente el gas. Que ahora tiene un valor que no tenía hace dos décadas.
Antes, Qatar era casi un estado vasallo de los sauditas. El gas le dio un nuevo margen de autonomía, muy resentido por Riyadh. La visita de Trump dio la oportunidad que esperaba Arabia Saudita. Trump pidió el aislamiento total de Irán. Qatar se permitió disentir. Y de inmediato vino la ofensiva –por ahora- diplomática.
Por ahora, el gas seguirá siendo de enorme valor estratégico. No hay gasoductos con los países vecinos. Todo se exporta directamente desde la costa qatarí, hacia Europa y Asia. No vende nada a sus vecinos del Golfo, que son pobres en gas.
El punto central, es que la próspera economía del gas le ha permitido a este pequeño país desarrollar una política exterior que a menudo irrita a sus vecinos, como el respaldo a la Hermandad Musulmana de Egipto, o al grupo Hamas en la franja de Gaza. Y muy especialmente una buena relación con Irán, con quien comparte la prosperidad del gas en yacimientos vecinos.
El gas también permite mantener a la cadena de televisión Al Jazeera, demasiado independiente para los cánones que prevalecen en la región. Para todos los analistas, es una incógnita qué espera el motor de estas sanciones, Arabia Saudita.