Si la Unión Europea no se le planta al presidente norteamericano es muy posible que pronto el mundo comience a hablar de la crisis de Irán. Después de dos crisis del euro, de la crisis de Ucrania y de la crisis de los refugiados, la iraní podría marcar otro hito en el mandato de Angela Merkel en Alemania.
Otra vez, Alemania y Europa podrían estar tropezando con una crisis muy predecible. Después del problema con los refugiados, Merkel dijo que está mal recurrir a la política de “mirar para otro lado”n que habría que haberse dado cuenta de lo que estaba ocurriendo y haber hecho algo antes.
Lo mismo ocurre con Irán. El país está inquieto. Hace meses que la gente sale a las calles a manifestar su insatisfacción cotidiana. La última vez que el régimen sufrió este tipo de presiones fue durante el Movimiento Verde en 2009. Pero esta vez, la insatisfacción no se limita a un movimiento político, ni a Teherán.
En muchas de las provincias, la gente se levanta para protestar por la escasez de agua, el precio del pan, el desempleo y el nepotismo. Protestan con indignación y desaliento. La inflación instalada envía los precios de los alimentos a las nubes mientras la moneda colapsa.
La crisis económica en Irán se origina en problemas internos e internacionales y es el resultado de desmanejo y corrupción pero también de años de sanciones y aislamiento.