Irán: el consejo de seguridad le impuso sanciones lavadas

Finalmente, se votaron medidas cosméticas contra Tehrán por no suspender el programa nuclear. Los derrotados son Estados Unidos (cuya hegemonía geopolítica se desploma en Irak) y Gran Bretaña: no pudieron torcerles el brazo a Rusia ni China.

24 diciembre, 2006

Por supuesto, el fondo del asunto no ha cambiado: Irán está muy lejos de poder fabrican artefactos bélicos atómicos, algo que sí pueden Norcorea o Israel. La medida fue calificada de “ilegal” por el presidente Majmud Ahmandinedyad, un gesto también sin efectos concretos.

Consciente de que ya no es una superpotencia plena, Washington se consuela advirtiendo que, si Irán sigue pertinaz, habrá sanciones más duras. Pero quienes hoy compiten por la iniciativa global (China, India, Rusia y la Unión Europea) no parecen dispuestos a romper con el cuarto exportador petrolero del mundo. Además, los europeos no creen que pueda superarse la guerra civil iraquí sin el apoyo de Tehrán; le guste o no a George W.Bush.

Por otra parte, con Ehud Olmert y Abú Mazén intercambiando besos ante las cámaras y un nuevo fracaso –el viernes- en las negociaciones con Norcorea (EE.UU., China, Rusia y Japón no logran hacerle mella a la dinastía Kim Il), Washington pierde peso internacional. Las medidas resueltas el sábado incluyen una veda a todos loa países para suministrar materiales y tecnología a los planes nucleares iraníes.

Asimismo, se congelan activos de empresas o personas que participen en ese programa. Pero hace ratos que Tehrán ha transferido fondos a refugios financieros; por ejemplo, Suiza, que ni siquiera figura en Naciones Unidas. Cabe recordar que cuando, en los años 90, EE.UU. impuso medidas similares, uno de los primeros en transgredirlas fue Pakistán, en teoría aliado clave de Washington.

Por cierto, la votación “unánime” significa dos cosas. Primero, descarte de la dureza norteamericana. Segundo, acercamiento de Gran Bretaña a la postura moderada de los europeos. “Si el impulsivo Ahmadinedyad no hubiese cometido ese dislate sobre la Sho’á, no habría perdido las recientes elecciones parciales y, en cuando al programa nuclear, los europeos estarían hoy completamente alineados con Rusia y China”, señalaba el “Financial times”.

El punto es relevante debido a la historia de las relaciones entre Irán e Israel. En la posguerra, sólo dos potencias de Levante apoyaban al estado judío, Turquía e Irán. La primera mantiene esa postura. Pero un fallido intento militar norteamericano para rescatar rehenes en Tehrán (1979), quebró los nexos del régimen shi’í con EE.UU. y éste presionó para que su aliado local, Tel Aviv, los acompañase en la ruptura.

Aun así, los shi’íes persas no comparten mayormente las pruritos antijudíos de los países sunníes. Más aún: Líbano no estuvo contra Israel hasta las masacres de Sabrá y Shatila. Varios años después, Irán todavía apoyaba discretamente la campaña norteamericana contra los talibán afganos. Pero los problemas actuales responden directamente a los graves errores de Bush luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Desatados, de paso, por al-Qa’eda, esa guerrilla armada por Washington en los años 70 para pelear contra la ocupación soviética. Si los ultraconservadores creen que Vladyímir Putin lo ha olvidado, se equivocan: hoy pasa la factura en otros campos.

Por supuesto, el fondo del asunto no ha cambiado: Irán está muy lejos de poder fabrican artefactos bélicos atómicos, algo que sí pueden Norcorea o Israel. La medida fue calificada de “ilegal” por el presidente Majmud Ahmandinedyad, un gesto también sin efectos concretos.

Consciente de que ya no es una superpotencia plena, Washington se consuela advirtiendo que, si Irán sigue pertinaz, habrá sanciones más duras. Pero quienes hoy compiten por la iniciativa global (China, India, Rusia y la Unión Europea) no parecen dispuestos a romper con el cuarto exportador petrolero del mundo. Además, los europeos no creen que pueda superarse la guerra civil iraquí sin el apoyo de Tehrán; le guste o no a George W.Bush.

Por otra parte, con Ehud Olmert y Abú Mazén intercambiando besos ante las cámaras y un nuevo fracaso –el viernes- en las negociaciones con Norcorea (EE.UU., China, Rusia y Japón no logran hacerle mella a la dinastía Kim Il), Washington pierde peso internacional. Las medidas resueltas el sábado incluyen una veda a todos loa países para suministrar materiales y tecnología a los planes nucleares iraníes.

Asimismo, se congelan activos de empresas o personas que participen en ese programa. Pero hace ratos que Tehrán ha transferido fondos a refugios financieros; por ejemplo, Suiza, que ni siquiera figura en Naciones Unidas. Cabe recordar que cuando, en los años 90, EE.UU. impuso medidas similares, uno de los primeros en transgredirlas fue Pakistán, en teoría aliado clave de Washington.

Por cierto, la votación “unánime” significa dos cosas. Primero, descarte de la dureza norteamericana. Segundo, acercamiento de Gran Bretaña a la postura moderada de los europeos. “Si el impulsivo Ahmadinedyad no hubiese cometido ese dislate sobre la Sho’á, no habría perdido las recientes elecciones parciales y, en cuando al programa nuclear, los europeos estarían hoy completamente alineados con Rusia y China”, señalaba el “Financial times”.

El punto es relevante debido a la historia de las relaciones entre Irán e Israel. En la posguerra, sólo dos potencias de Levante apoyaban al estado judío, Turquía e Irán. La primera mantiene esa postura. Pero un fallido intento militar norteamericano para rescatar rehenes en Tehrán (1979), quebró los nexos del régimen shi’í con EE.UU. y éste presionó para que su aliado local, Tel Aviv, los acompañase en la ruptura.

Aun así, los shi’íes persas no comparten mayormente las pruritos antijudíos de los países sunníes. Más aún: Líbano no estuvo contra Israel hasta las masacres de Sabrá y Shatila. Varios años después, Irán todavía apoyaba discretamente la campaña norteamericana contra los talibán afganos. Pero los problemas actuales responden directamente a los graves errores de Bush luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Desatados, de paso, por al-Qa’eda, esa guerrilla armada por Washington en los años 70 para pelear contra la ocupación soviética. Si los ultraconservadores creen que Vladyímir Putin lo ha olvidado, se equivocan: hoy pasa la factura en otros campos.

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