Irak: Bush pedirá US$ 65/70.000 millones adicionales

Mientras busca negociar el futuro de Irak, George W.Bush pedirá más fondos para la posguerra. Serían entre US$ 65.000 y 70.000 millones, que se agregarían a los 79.000 millones aprobados por el Congreso este año.

5 septiembre, 2003

Como habían previsto tantos expertos, la reconstrucción acabará siendo mucho más onerosa de lo previsto en el gobierno. Por supuesto, la factura recaerá sobre los contribuyentes norteamericanos y –si prospera una propuesta lanzada anoche por el senador Joseph Liberman- las grandes compañías “beneficiadas por sus contactos con los Bush, Richard Cheney y el Pentágono”.

El precandidato presidencial demócrata sugiere un gravamen temporario “sobre las ganancias que se obtendrán vía contratos preferenciales”. Otros legisladores, inclusive algunos republicanos, exigen que la Casa Blanca dé números completos sobre los gastos de todo tipo en Irak durante el ejercicio actual (termina a fin de mes) y los estimados para el de 2002.

Técnicos de Hacienda creen que, hasta fines del próximo ejercicio, las erogaciones no bajarán de US$ 10.000 millones mensuales. Es decir, 150% del monto justipreciado hasta julio último. Analistas londinenses proyectan ya un global próximo a US$ 182.000 millones, sin incluir gastos británicos. Sea como fuere, el cuadro ya no tiene nada que ver con el que pinta Washington –el Pentágono sigue hablando de U$S 51.500 millones- y puede ser fatal para la reelección de Bush.

Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, secretario y sub de Defensa, aún creen que gran parte de las cuentas será pagada por el petróleo iraquí. Pero, amén de presiones rusas (reclaman por compromisos subscriptos con el antiguo régimen), las utilidades del negocio quedarán mayormente en poder de empresas privadas.

Por otra parte, las propias compañías dudan de que Irak pueda, hacia 2004, generar US$ 12/14.000 millones de renta vía exportaciones. Estos factores explican que, de pronto, Estados Unidos se haya vuelto –en pos de asistencia- al Consejo de Seguridad (ONU), Rusia, Japón, Alemania, Francia y los emiratos del golfo Pérsico. Vale decir, la coalición que funcionó bien en 1990/1 y que el empecinamiento de los “nuevos halcones” frustró en 2002/3.

El golpe de timón ha puesto en segundo plano a los duros (Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, el secretario de Justicia John Ashcroft). Al respecto, varios analistas europeos creen que Colin Powell ha retomado las riendas y Condoleezza Rice –Consejo Nacional de Seguridad- ahora apoya al secretario de Estado. Por su parte, algunos senadores han dejado trascender otro detalle: Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, antecesores de Powell, han influido en Bush vía sus padres (George W.H. y Barbara).

Por su parte, Powell y Kofi Annan (ONU) saben que Jacques Chirac (Francia) y Gerhard Schröder (Alemania) se han puesto de acuerdo con Vladyímir Putin (Rusia) para “dejar la puerta entreabierta”. En otras palabras, buscar una transacción entre el planteo norteamericano –mando político-militar exclusivo- y la posición francoalemana, que exige compartir responsabilidades políticas. En cuanto a Japón, quiere saber quiénes y cómo pagarán las cuentas de posguerra que Washington no pueda solventar.

Como habían previsto tantos expertos, la reconstrucción acabará siendo mucho más onerosa de lo previsto en el gobierno. Por supuesto, la factura recaerá sobre los contribuyentes norteamericanos y –si prospera una propuesta lanzada anoche por el senador Joseph Liberman- las grandes compañías “beneficiadas por sus contactos con los Bush, Richard Cheney y el Pentágono”.

El precandidato presidencial demócrata sugiere un gravamen temporario “sobre las ganancias que se obtendrán vía contratos preferenciales”. Otros legisladores, inclusive algunos republicanos, exigen que la Casa Blanca dé números completos sobre los gastos de todo tipo en Irak durante el ejercicio actual (termina a fin de mes) y los estimados para el de 2002.

Técnicos de Hacienda creen que, hasta fines del próximo ejercicio, las erogaciones no bajarán de US$ 10.000 millones mensuales. Es decir, 150% del monto justipreciado hasta julio último. Analistas londinenses proyectan ya un global próximo a US$ 182.000 millones, sin incluir gastos británicos. Sea como fuere, el cuadro ya no tiene nada que ver con el que pinta Washington –el Pentágono sigue hablando de U$S 51.500 millones- y puede ser fatal para la reelección de Bush.

Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, secretario y sub de Defensa, aún creen que gran parte de las cuentas será pagada por el petróleo iraquí. Pero, amén de presiones rusas (reclaman por compromisos subscriptos con el antiguo régimen), las utilidades del negocio quedarán mayormente en poder de empresas privadas.

Por otra parte, las propias compañías dudan de que Irak pueda, hacia 2004, generar US$ 12/14.000 millones de renta vía exportaciones. Estos factores explican que, de pronto, Estados Unidos se haya vuelto –en pos de asistencia- al Consejo de Seguridad (ONU), Rusia, Japón, Alemania, Francia y los emiratos del golfo Pérsico. Vale decir, la coalición que funcionó bien en 1990/1 y que el empecinamiento de los “nuevos halcones” frustró en 2002/3.

El golpe de timón ha puesto en segundo plano a los duros (Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, el secretario de Justicia John Ashcroft). Al respecto, varios analistas europeos creen que Colin Powell ha retomado las riendas y Condoleezza Rice –Consejo Nacional de Seguridad- ahora apoya al secretario de Estado. Por su parte, algunos senadores han dejado trascender otro detalle: Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, antecesores de Powell, han influido en Bush vía sus padres (George W.H. y Barbara).

Por su parte, Powell y Kofi Annan (ONU) saben que Jacques Chirac (Francia) y Gerhard Schröder (Alemania) se han puesto de acuerdo con Vladyímir Putin (Rusia) para “dejar la puerta entreabierta”. En otras palabras, buscar una transacción entre el planteo norteamericano –mando político-militar exclusivo- y la posición francoalemana, que exige compartir responsabilidades políticas. En cuanto a Japón, quiere saber quiénes y cómo pagarán las cuentas de posguerra que Washington no pueda solventar.

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