domingo, 22 de diciembre de 2024

Inflación, la batalla en el centro de la escena

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En los primeros 8 meses del año el gran problema económico fue la aceleración inflacionaria. Luego de promediar un crecimiento mensual de 1,8% en 2015 llegó a marcar un alza promedio de 3,3% por mes en lo que va del año.

Pero este promedio no da cuenta de las diferentes etapas por las que transcurrió el proceso inflacionario. Es que desde el pico de abril (+6,0%) la inflación mostró una desaceleración continua hasta llegar al registro de agosto (+1,1%).

Es cierto que buena parte de esta última medición estuvo explicada por el freno al aumento de la tarifa de gas llevada adelante por la Corte Suprema, pero la inflación básica también marcó, durante agosto, el menor aumento en casi un año (+1,6%). Esta misma variación se mantuvo durante la primera quincena de septiembre.

De cara a lo que resta del año, el BCRA espera consolidar esta tendencia. Su expectativa es terminar 2016 con una inflación promedio de 1,5% durante el último trimestre del año. De lograrlo la inflación llegaría a 39% en diciembre, menos de lo esperado, pero muy por encima de la meta que originalmente se planteó el oficialismo para 2016 (entre 20% y 25%).

En lo que muchos consideran una expectativa demasiado optimista, la autoridad monetaria comunicó que prevé alcanzar una inflación de 17% en 2017 (implicaría una variación mensual promedio de 1,3%). Esta proyección se encuentra algo lejos de las expectativas de inflación que releva la Universidad Torcuato Di Tella (20% para septiembre de 2017) y más aún de lo que esperamos en Ecolatina (+23% para ese año).

Si bien complejo, el BCRA espera que su esquema de metas de inflación, que será comunicado pronto y comenzará formalmente en 2017, sea una herramienta eficaz para alcanzar el objetivo del año y, especialmente, que logre contener la nominalidad de forma definitiva hasta alcanzar tasas de inflación cercanas al 5% en 2019. Ahora bien, ¿han sido las metas de inflación sistemas exitosos en la búsqueda de reducir el aumento de precios? y de ser así, ¿está la economía argentina lista para aplicar un programa como este?

 

¿A menos de un dígito en tres años?

 

Durante fines de los años 80 la inflación comenzó a ser un problema para Nueva Zelanda. Decidido a reducirla, un gobierno que recientemente se hacía con el poder, pero estaba abocado a generar profundas reformas en el sector público creó, en 1990, el sistema de metas de inflación con el objetivo de reducir el impacto de la desinflación sobre la economía real. El éxito y la consistencia teórica del modelo llevaron a que pocos años después el sistema fuera adoptado por muchos países que mantenían problemas crónicos con el aumento de precios.

¿Cómo funciona un esquema de metas de inflación? Básicamente, la autoridad monetaria anuncia la meta para el año siguiente y aumenta (disminuye) la tasa de interés cuando la inflación supera (perfora) esa meta. De esta manera, tasas de interés elevadas reducen la demanda agregada y con ella el aumento de precios, al mismo tiempo que mantienen controlado el mercado cambiario (fijando el precio de muchos bienes transables que ven en este una guía para su evolución). Además, se busca que, en base a una credibilidad elevada, los agentes confíen en las pautas y actúen en base a ellas.

Cuando un país elige este esquema, se reconoce que el principal objetivo del Banco Central no es el crecimiento o la reducción del desempleo, sino el control de la inflación. No porque necesariamente este sea un objetivo de política económica más importante que los dos primeros, sino porque es poco probable que estos objetivos se alcancen en un contexto en el que el aumento de precios se mantiene en niveles elevados.

Para establecer un esquema de metas de inflación es necesario cumplir con ciertos requisitos, uno de los más importantes es que el Banco Central tenga total libertad en el manejo de la tasa de interés, es decir, que no esté condicionado por factores políticos y/o económicos. Esto implica necesariamente que no exista un déficit fiscal relevante o, que este pueda ser financiado en el mercado, de forma tal de que la autoridad monetaria no deba usar una herramienta (la tasa de interés, de la cual depende la evolución de los agregados monetarios) para lidiar con dos metas (asistencia al fisco e inflación).   

Es por esto que cualquier gobierno que quiera establecer un esquema de este tipo debe contar con una autoridad monetaria que sea creíble y transparente en la toma de decisiones. Si el policymaker no puede erigirse como una autoridad confiable, muy difícilmente logre llevar a cabo un plan eficaz.

Distintos países han recurrido a este sistema con resultados positivos. Chile fue el primer país de la región en utilizarlo, comenzando a especificar sus metas en 1991 (momento en el cual la inflación se ubicaba en 30%) y disfrutando de una tasa menor al 5% tras siete años. Colombia es otro caso interesante. Con una historia de inflación crónica y estable en torno a 20% anual, en 1993 (partiendo de 23%) decidió utilizar el esquema de metas de inflación. A partir de ese momento comenzó un proceso de desinflación continuo que logró ubicar el aumento de precios en niveles inferiores al 5% 11 años después. México o Perú también son ejemplos que muestran el éxito que este tipo de esquemas pueden tener.

En promedio, los países de América latina que usaron metas de inflación para reducir su nominalidad tardaron ocho años en alcanzar tasas de 5%. Por su parte, el BCRA plantea una desinflación que en tres años alcance ese valor, de lograrlo llevaría a cabo el plan basado en metas más rápido de la historia de la región. Esto, si bien posible, no parece probable.

Argentina no tiene las características ideales para utilizar un esquema como este, lo cual no pone en peligro la desinflación, pero sí la dilata en el tiempo. Si bien no quedan dudas acerca de la independencia del BCRA, tanto el significativo stock de LEBACS como el profundo déficit fiscal acotan los márgenes de maniobra de la autoridad monetaria.

Además, Argentina, a diferencia del resto de los países que lograron reducir la nominalidad bajo el esquema de metas de inflación, todavía tiene precios relativos que corregir. El crecimiento en las tarifas públicas impactará sobre el IPC y la estructura de costos de las empresas durante los próximos años y, al existir todavía cierto atraso cambiario, hay riesgo de que el tipo de cambio real muestre presiones al alza en el mediano plazo.

 

 

 

 

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