Inflación: de la vorágine a la tensa calma

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Luego de un primer trimestre de fuertes aumentos, la inflación tendió a estabilizarse, pero en un nivel muy alto. Ni la recesión, ni la calma cambiaria fueron suficientes frente a la inercia del segundo trimestre, según Ecolatina.

La inflación está estabilizada pero en niveles nocivos para el correcto funcionamiento económico: la necesidad de contener el proceso se vuelve prioritaria. No sólo dificulta la toma de decisiones de los agentes y genera mecanismos defensivos, sino que ataca directamente el bolsillo de los trabajadores, señala el informe de Ecolatina.

 

En este sentido, al ser los alimentos uno de los capítulos que lidera la escalada de los precios, el proceso inflacionario no sólo tiene un impacto recesivo sino también regresivo.

 

De hecho, afecta en mayor medida a los sectores más vulnerables, puesto que estos dedican una mayor parte de su ingreso a la compra de bienes esenciales, generando pobreza.

 

Recordemos que a mediados de 2013 la economía argentina comenzó a transitar un proceso de aceleración inflacionaria que aún persiste.

 

Traccionada especialmente por la evolución de los precios de los alimentos, la inflación escaló mes a mes hasta posicionarse en valores preocupantes. El año pasado no sólo culminó con una inflación elevada (27% anual) sino con un atraso significativo de precios relativos. Tras muchos años de utilizar las tarifas y el tipo de cambio como anclas nominales (principales herramientas antiinflacionarias) ya no había margen para profundizar ese camino: su insostenibilidad era una amenaza latente.

 

A comienzos de este año, los temores se convirtieron en realidad: ahogado en el frente cambiario y fiscal el Ejecutivo devaluó y ajustó al alza las tarifas. Esto generó un shock inflacionario que hizo que la variación interanual supere el umbral del 30% i.a., impulsada principalmente por el precio de los alimentos (este rubro trepó por sobre el 40% i.a.).

 

Tras el shock, la inflación se estabilizó en niveles más acotados pero aún elevados e incompatibles con el correcto funcionamiento de la economía. Pese a la estabilidad del tipo de cambio oficial, un ajuste más moderado de tarifas y un consumo en clara contracción (según el INDEC argentina entró en recesión en el primer trimestre), la inflación entre abril y junio promedió un alza superior al 2% mensual, acumulando casi 21% en el semestre.

 

En este marco surgen nuevas preguntas: ¿cuáles son los factores que llevan al proceso inflacionario a sostenerse en valores elevados pese a profundizarse la recesión?, ¿cómo evolucionará la suba de precios en lo que resta del año?

 

Y, más importante aún, ¿cuál es el impacto social de la aceleración de la inflación teniendo en cuenta la brusca escalada de los precios de los alimentos?

 

Aceleración y estabilización: la dinámica del primer semestre

 

A falta de un plan integral para contener el aumento de precios, el Ejecutivo apeló a la estabilidad de las tarifas y el poco movimiento del tipo de cambio como únicas herramientas para contener la inflación. En enero esta estrategia no sólo dejó de ser viable sino que puso en evidencia que los desequilibrios se pagan caro.

 

A fin del primer mes del año, presionado por la continua caída de reservas, se decidió subir el valor del dólar 16% en sólo dos días. Este aumento en uno de los precios relativos más importantes de la economía repercutió directamente en el valor de los bienes y servicios transables[1]: en el primer trimestre aumentaron casi 15%, explicando 9 p.p. del aumento en el IPC Ecolatina (que a marzo acumulaba un incremento de 13%).

 

Pero este no fue el único factor dinamizador de la inflación en el primer trimestre del año. Las tarifas de los servicios públicos salieron de la quietud que los caracterizó en años anteriores, comenzando un proceso de ajuste significativo que continuará a lo largo del año. De hecho, los bienes y servicios regulados treparon 19% en los tres primeros meses del año, explicando casi 2 p.p. del aumento en el nivel general de precios.

 

Así, la economía argentina perdió en poco tiempo sus dos anclas nominales (tarifas y tipo de cambio), generando más de 10 p.p. de inflación en el primer trimestre, 80% del alza registrada. De hecho, el salto cambiario y el alza en los precios de bienes y servicios regulados llevaron la inflación interanual a rozar el 40% y convirtieron al primer trimestre de 2014 en el de mayor aumento de los últimos 23 años.

 

El alza del segundo trimestre (casi 7%) trajo algo de tranquilidad ya que no se repitió el shock de comienzos del año. Sin embargo, la variación interanual se mantuvo en un rango muy elevado (rozando 40%) y la inflación mensual no bajó del 2%.

 

Si bien parecen valores acotados al compararlos con el comienzo del año (la variación mensual promedio del segundo trimestre fue de 2,2%, contra el 4,2% de enero-marzo), a lo largo de doce meses implicarían aumentos cercanos a 30%. Una inflación de esta magnitud es incompatible con el buen funcionamiento de la economía (se acortan los contratos nominales, fuerza algún tipo de indexación, profundiza el cortoplacismo, quita previsibilidad).

 

Los factores propulsores de los precios en los últimos tres meses no son exactamente los mismos a los del primer trimestre: si bien los bienes y servicios regulados siguen impulsando la inflación, el Dólar volvió a operar como ancla inflacionaria (perdiendo en el camino buena parte de la competitividad ganada).

 

En este marco cabe preguntarse por qué la inflación se estabilizó en valores tan elevados, ya que no existieron presiones por el lado del tipo de cambio y la economía argentina transita un camino recesivo que le quita dinamismo a la demanda, ¿cómo se explica entonces que el segundo trimestre de 2014 haya sido el de mayor aumento en los últimos 12 años?

 

Si bien los precios de los servicios regulados explican parte del dinamismo, la razón más relevante se deriva de la elevada inercia. Un proceso inflacionario que, como el argentino, lleva más de 7 años tiene “vida propia”. Más allá de las aceleraciones y desaceleraciones puntuales (producto de shocks) hay un ajuste sistemático al alza en la formación de precios producto de elevadas expectativas de inflación.

 

En otras palabras, en Argentina hay inflación hoy porque la hubo ayer. ¿Qué sucede cuando existe un shock que acelera el proceso como a principios de año? Se corre el riesgo de que también se eleve el piso del ajuste inercial de los precios (por caso, supere el 2% mensual).

 

La “buena” noticia es que la fuerza con la cual el aumento se transferirá a lo largo del tiempo depende de varios factores, entre ellos el nivel de actividad. En un marco recesivo es probable que el ajuste inercial de los precios no se acelere significativamente.

 

Si a esto le sumamos que no esperamos un nuevo shock de tarifas y tipo de cambio (prevemos un mayor deslizamiento pero no un salto como a comienzos del año), no habría una nueva aceleración de la inflación en 2014. De hecho, al compararse el segundo semestre con la aceleración de la segunda mitad de 2013, esperamos que la inflación cierre el corriente año en torno de 37% (10 p.p. por encima del año pasado).

 

Al analizar el primer semestre de 2014 en su conjunto observamos un cambio en los precios relativos: los transables crecieron por encima de los no transables, los salarios por debajo de los precios, el tipo de cambio por encima de la inflación y los servicios regulados recuperaron parte del terreno perdido en los años anteriores. Lamentablemente, la reducción del atraso cambiario y tarifario se dio a costa de una significativa aceleración de la inflación.

 

Si bien los trabajadores perdieron poder de compra, este cambio en precios relativos implicó un aumento del salario en términos de servicios no transables y una pérdida de poder de compra de bienes transables y servicios públicos.

 

Por último, es importante mencionar que los alimentos lideraron la aceleración en la inflación. Este capítulo trepó casi 23% en el primer semestre y acumula a junio un alza interanual superior al 45% i.a. Esto es de vital importancia para el frente social.

 

El mayor incremento de los bienes esenciales le imprime al fenómeno inflacionario regresividad. Al destinar buena parte de sus ingresos a la compra de alimentos y bebidas, los sectores más vulnerables son los más perjudicados por el fenomenal incremento del capítulo.

 

Por caso, la CBA y la CBT acumularon en la primera mitad del año subas cercanas al 25%, ubicándose 4 p.p. por encima del alza del Nivel General de precios.

[1] La clasificación Transable/ No transable surge del análisis del pass-through de la devaluación de 2002.

 

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