Hay expertos en la realidad internacional que afirman que pronto se podría llegar a un acuerdo en la disputa comercial entre China y Estados Unidos. Otro grupo de especialistas no le asigna demasiado valor a ese posible entendimiento. Lo que importa –dicen- es que será inevitable una guerra económica, en todos los campos.
Lo cierto es que durante la primera década del siglo, Estados Unidos se distrajo y China aprovechó para un crecimiento a ritmo intenso en distintos campos. La percepción es que, hoy, en materia de inteligencia artificial – y todo lo que ello supone- Beijing está en la vanguardia. Y Washington (y no sólo Donald Trump) hará lo imposible para congelar y revertir esa situación.
De modo que de una forma u otra, habrá que estar preparados para tiempos turbulentos.
El primer capítulo se cerrará el próximo 1° de marzo. Ese es el plazo establecido en la reunión del G20 en Buenos Aires para lograr un acuerdo. Para que EE.UU desmantele el esquema arancelario punitivo sobre las importaciones chinas, su rival deberá comprometerse a comprar más productos estadounidenses, tanto commodities agrícolas y alimentos, como determinados productos industriales.
Trump afirma que se reunirá con el Presidente Xi Jinping para zanjar las diferencias. Tal vez ocurra. Pero eso no borra la convicción de su equipo en la Casa Blanca: el capitalismo de estado chino se ha convertido en una amenaza sin precedentes para el sistema comercial mundial.
El enfrentamiento puede herir a terceras naciones (si no, basta con preguntarle a Canadá). El gigante tecnológico chino, Huawei, está en la picota. Es sospechada de facilitar el espionaje a través de puertas de entrada en el software de sus productos.
La directora financiera de Huawei, que además es hija del fundador de la firma, fue detenida en Vancouver por un pedido de extradición estadounidense que está siendo procesado. La causa: haber violado normas sobre ventas a Irán, siempre en la mira de Washington. La reacción china fue detener, con pobreza de argumentos, a dos canadienses que andaban por territorio chino. Ahora son rehenes oficiales.
Sospechas contra Huawei
Huawei avanza en ámbitos como redes de telecomunicaciones 5G, vehículos automatizados sin conductor, y se conecta con otros campos como la vigilancia masiva y el reconocimiento facial en gran escala. Una herramienta indispensable para blindar a un gobierno autoritario.
En verdad, la sospecha de Estados Unidos hacia Huawei tiene antecedentes: firmas estadounidenses han hecho lo mismo de que se acusa ahora a la firma china. Hoy, esta empresa es el mayor proveedor mundial de equipos en telecom network, superando a Cisco, Ericsson o Nokia.
Los dos líderes globales estuvieron ausentes en el Foro Económico Mundial de Davos. Para muchos, la interpretación es que ese encuentro ha dejado de ser el ámbito adecuado para estas discusiones. Para otros, es un intento de preservarlo del deterioro que supondrá la próxima escalada de enfrentamiento.
Las reuniones binacionales que hubo en la segunda mitad de enero, mostraron buenos modales, pero pocos avances. Los cargos criminales contra Huawei han deteriorado más el clima imperante.
Es importante no perder de vista este proceso para entender lo que ocurre y lo que pueda suceder. El escenario estaba listo desde antes que asumieran Trump y Xi Jinping. No se trata de cuestiones personales entre ambos líderes. Son los intereses de ambas naciones los que están en juego: China quiere ser actor tecnológico de primera magnitud, y Estados Unidos quiere preservar la hegemonía mundial en este y en otros campos.
Algo que pasó desapercibido es que a mediados de noviembre pasado, el Departamento de Comercio estadounidense publicó un listado de tecnologías emergentes sobre las cuales se proyectan controles de exportaciones para evitar que caigan en manos de competidores globales.
Entre esas tecnologías, figuran robótica, genoma, inteligencia artificial y computación quantum.
Ahí nació otro capítulo de la confrontación con China, en apariencia en segundo plano, ya que en la superficie campeaba la discusión sobre los famosos aranceles.
La conclusión es evidente. Tanto por razones económicas, estratégicas y militares, China debe ser detenida para evitar que gane la carrera por desarrollar las tecnologías que definirán el futuro. Haya o no haya una tregua o acuerdo en el campo de los aranceles al comercio, la competición por la tecnología de vanguardia está en el centro del debate y así continuará. No importa quién esté en la Casa Blanca ni quién sea el líder de China.