Externamente, Kim Jong Un el líder supremo de Norcorea, se propone establecer a su país como potencia de armas nucleares y misiles de largo alcance. Internamente, se propone que la población lo vea no como el muchacho de 30 años (hijo de Kim Jong-Il – 1941/2011- y nieto de Kim Il-sung -1912/1994) que heredó el poder del papito muerto sino como un general inteligente y valiente capaz de salvarlos de las maquinaciones de enemigos feroces.
Según las señales que da el régimen, los pasos siguientes en el plan de Kim es un gran envión para crear una “orgullosa y pujante nación socialista”. Eso significa reconstruir una economía que quedó asolada luego del colapso global del comunismo y nunca se recuperó.
Algunos analistas dicen que su teoría es que la fuerza disuasiva nuclear le da suficiente seguridad laboral que puede economizar en ejército convencional y usar el dividendo que paz que eso le confiere para mejorar la economía civil.
Un cambio de foco sería bienvenido por todos. A los actuales enemigos les encantaría ver a Norcorea comportarse como un normal y razonable miembro de la economía global. Tanto la población civil como los soldados, celebrarían volver al tiempo en que tenían tres comidas al día.
Pero parecería que no hay lugar para suponer una transformación de la economía norcoreana similar a la que realizó Deng Xiaoping en China. ¿Por qué? Algunos indicios:
La tajada presupuestaria del ejército no se achica sino crece. De modo que el dinero necesario para estimular la economía deberá provenir de otra parte. ¿De dónde? De inversiones extranjeras, algunas de surcoreanos que invirtieron en emprendimientos conjuntos de manufactura. Pero Kim no da señales de buscar la ayuda de la otra mitad de Corea, es más, está bloqueando el acceso a trabajadores surcoreanos en el Kaesong Industrial Complex, justo al norte de la frontera con Surcorea.
Otra fuente de financiamiento podría ser la comunidad internacional representada por instituciones financieras como el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo Asiático. En lugar de buscar buenas relaciones con la comunidad internacional, insiste en una tercera prueba nuclear que le genera al país nuevas sanciones.
Hay montañas de dinero en capitales norcoreanos depositados en el extranjero que podrían mejorar notablemente la economía si se invirtieran bien en el país. . Se cree – como asegura el diario surcoreano Chosun ilbo – que gran parte de ese dinero pertenece a Kim Jong Un, y que es usado para comprar objetos de lujo para él o para comprar la lealtad de sus subordinados.