Incertidumbre inversora: ¿Rusia o, sencillamente, Putin SA?

Vladyímir Putin genera serias preocupaciones. Redujo prestaciones a veteranos y jubilados, amordazó la prensa e interfirió en Ucrania. La política social y el intervencionismo exterior lo acercan a George W.Bush. Pero no su gestión económica.

7 marzo, 2005

Aun su colega norteamericano, que necesita tanto la cooperación del Kremlin en materia de terrorismo internacional, proliferación nuclear y narcotráfico, comienza a reprocharle el escaso respeto a la democracia. Así lo hizo cuando se reunieron, días atrás, en Bratislava. Un irónico escenario, pues Eslovaquia –uno de los satélites europeos más adictos a la ex Unión Soviética- es hoy incondicional de Estados Unidos (pero no brilla como democracia).

No obstante, Bush prefirió omitir un asunto más espinoso: el mayor riesgo al futuro de Rusia puede estar en la economía. Por ahora, el producto bruto interno aumenta y los altos precios petroleros deparan un sano superávit fiscal. Pero el gobierno ha adoptado un modelo de “capitalismo de estado” prebendario y corrupto, que podría condenar el país a una reversión estructural de las reformas iniciadas en 1990 y nunca redondeadas.

Muchos expertos en Wall Street, Londres, Bruselas o Tokio creen que en diciembre se dio el giro decisivo, al renacionalizarse el gigante Yuganskñeftyegaz. Se hizo de un modo que Andryéi Illariónov –ex alto funcionario de Moscú- calificó como “estafa del año”.

La operación derivaba del caso Yukos y la campaña gubernamental para desmembrar lo que fuera la mayor petrolera privada rusa y destruir a su fundador, presidente ejecutivo y accionista mayoritario, Míjail Jodorkovsky. Hoy el ex magnate sigue preso, en realidad por el intento de armar un partido de oposición para las elecciones de 2003.

La ofensiva de Putin llegó hasta inflar deudas tributarias de US$ 3.900 millones a 28.000 millones (¡618%!). El truco le permitió a Moscú embargar activos –petróleo, gas- y rematarlos mediante un fraude societario a la mitad de su valor en mercado. Ganadora: la estatal Rósñeft, que –en horas- pasó a ser uno de los grandes grupos de hidrocarburos. El otro, Gazprom, ya era estatal.

Este veloz cambio de manos de recursos estratégicos a precios de liquidación recuerda a observadores polacos y suecos las privatizaciones “arregladas”, durante los 90, entre los “barones ladrones” y sus socios políticos, ambos provenientes del aparato empresario estatal y la nomyenklatura –alta burocracia- soviética. Uno de ellos era Jodorkovsky mismo. Hoy, la “renacionalización” es una maniobra del propio Kremlin y representa el epítome del “modelo putinista”. Miguel Miranda y su camarilla no lo habrían hecho mejor.

“Hoy día, por decisión nuestra, asumimos ante la comunidad internacional que hemos optado por el tercer mundo”, sostuvo Illariónov tras la subasta de Yugansk. “Estas cosas solían hacerlas mafiosos de mercado. Ahora las hace el gobierno”. Así dijo quien, hasta entonces, era representante ruso ante el Grupo de los Siete (lo de “grupo de los 8” es apenas un gesto simbólico) y candidato a canciller. Ahora lo relegaron en una oficinita sin ventanas.

¿Qué quiso decir Illariónov con eso de “tercer mundo”? Probablemente, los modelos de países periféricos en los años 60 y 70, donde el estado planificaba o manejaba sectores enteros de la economía. No el aperturismo de los años 80 y 90. Cundían en aquellos tiempos nepotismo, amiguismo y arreglos entre cúpulas (empresaria, financiera, sindical).

Curiosamente, desde 1989 los excesos en materia de privatizaciones –vía malventa de activos-, típicos en Latinoamérica, también proliferaron en Rusia. Y eso que ahí no había Consenso de Washington.

De un modo u otro, en vez de adoptar un “capitalismo de mercado libre” (eufemismo por “privado”), Rusia parece haber dado un giro de 180 grados y regresar al pasado soviético, en lo económico y lo político. Putin ha restatizado activos petroleros, vulnerando la propiedad privada y enviando una señala inquietante a los inversores extranjeros: su presencia y sus millones ya no son tan bienvenidos. “Illariónov y su lenguaje –teme John Litwack, representante en Moscú del Banco Mundial- apuntan a un modelo que licúa activos, expropia compañías y encarcela empresarios. Eso no parece simple renacionalización, sino una vuelta al tercer mundo… en el antiguo núcleo del segundo”.

Inclusive Míjail Kasyánov, primer ministro despedido por Putin en 2003 y aspirante a sucederlo en 2008, toma distancia de su ex jefe. “El país –afirma- marcha en dirección equivocada, lo cual perjudica el desarrollo socioeconómico”. A criterio de varios analistas, lo más dañino es la incertidumbre, pues componentes fundamentales en la economía de mercado –justicia, autoridades tributarias, instancias fiscalizadora- han sido corrompidos en cuanto va del segundo mandato de Putin.

Básicamente, el “virus Yukos”, como señalaba un diario de Estocolmo, “socava la confianza de los inversores. La oficina impositiva, usada por el Kremlin para destruir a Yukos, se ha ido totalmente de control”. Por ejemplo, Vimpyelkom, tercera telefónica celular del país, recibió una factura tributaria por US$ 158 millones a fines de diciembre. ¿Por qué? Porque era una venganza del propio ministro de Comunicaciones, que tiene intereses en una rival. La firma logró demostrar que la deuda no pasaba de US$ 17 millones, sólo por la dura intervención del gobierno noruego, uno de los accionistas.

Los empresarios rusos temen que, ahora, el gobierno se lance sobre todo tipo de utilidades. Esta táctica ha sido definida como “terrorismo impositivo” por Yevghyeny Yasin, ministro bajo Borís Yeltsin. En la actualidad, dirige la Escuela de Altos Estudios Económicos.

Pero, si no un capitalismo estilo occidental, ¿qué modelo pretende adoptar Moscú? Antes de Yukos, Putin parecía seguir el camino de Chile, Singapur o China: fuerte gobierno central, alianza con la cúpula bancoempresaria y restricciones al capitalismo clientelista ligado al estado. Después de Yukos, todo es incierto. Algunos creen que Rusia imitará al Méjico de 1920-2000, donde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) aprovechaba el control sobre Pemex (la compañía estatal de hidrocarburos) para financiar su continuismo. De hecho, el “capitalista” Vicente Fox no ha logrado hacer mella en Pemex, porque no controla el congreso.

“Pemex podría ser el modelo para Gazprom-Rósñeft, El papel del PRI le cabe al partido de Putin, Rusia Unida”, sugiere Michael Economides, experto académico en cuestiones petroleras y allegado al “grupo tejano”. Pero hay una diferencia clave: el régimen del PRI vedaba la reelección y “jubilaba” al presidente saliente. Por el contrario, Putin es un “clásico” ruso y, por ende, tiende a eternizarse en el poder.

Aun su colega norteamericano, que necesita tanto la cooperación del Kremlin en materia de terrorismo internacional, proliferación nuclear y narcotráfico, comienza a reprocharle el escaso respeto a la democracia. Así lo hizo cuando se reunieron, días atrás, en Bratislava. Un irónico escenario, pues Eslovaquia –uno de los satélites europeos más adictos a la ex Unión Soviética- es hoy incondicional de Estados Unidos (pero no brilla como democracia).

No obstante, Bush prefirió omitir un asunto más espinoso: el mayor riesgo al futuro de Rusia puede estar en la economía. Por ahora, el producto bruto interno aumenta y los altos precios petroleros deparan un sano superávit fiscal. Pero el gobierno ha adoptado un modelo de “capitalismo de estado” prebendario y corrupto, que podría condenar el país a una reversión estructural de las reformas iniciadas en 1990 y nunca redondeadas.

Muchos expertos en Wall Street, Londres, Bruselas o Tokio creen que en diciembre se dio el giro decisivo, al renacionalizarse el gigante Yuganskñeftyegaz. Se hizo de un modo que Andryéi Illariónov –ex alto funcionario de Moscú- calificó como “estafa del año”.

La operación derivaba del caso Yukos y la campaña gubernamental para desmembrar lo que fuera la mayor petrolera privada rusa y destruir a su fundador, presidente ejecutivo y accionista mayoritario, Míjail Jodorkovsky. Hoy el ex magnate sigue preso, en realidad por el intento de armar un partido de oposición para las elecciones de 2003.

La ofensiva de Putin llegó hasta inflar deudas tributarias de US$ 3.900 millones a 28.000 millones (¡618%!). El truco le permitió a Moscú embargar activos –petróleo, gas- y rematarlos mediante un fraude societario a la mitad de su valor en mercado. Ganadora: la estatal Rósñeft, que –en horas- pasó a ser uno de los grandes grupos de hidrocarburos. El otro, Gazprom, ya era estatal.

Este veloz cambio de manos de recursos estratégicos a precios de liquidación recuerda a observadores polacos y suecos las privatizaciones “arregladas”, durante los 90, entre los “barones ladrones” y sus socios políticos, ambos provenientes del aparato empresario estatal y la nomyenklatura –alta burocracia- soviética. Uno de ellos era Jodorkovsky mismo. Hoy, la “renacionalización” es una maniobra del propio Kremlin y representa el epítome del “modelo putinista”. Miguel Miranda y su camarilla no lo habrían hecho mejor.

“Hoy día, por decisión nuestra, asumimos ante la comunidad internacional que hemos optado por el tercer mundo”, sostuvo Illariónov tras la subasta de Yugansk. “Estas cosas solían hacerlas mafiosos de mercado. Ahora las hace el gobierno”. Así dijo quien, hasta entonces, era representante ruso ante el Grupo de los Siete (lo de “grupo de los 8” es apenas un gesto simbólico) y candidato a canciller. Ahora lo relegaron en una oficinita sin ventanas.

¿Qué quiso decir Illariónov con eso de “tercer mundo”? Probablemente, los modelos de países periféricos en los años 60 y 70, donde el estado planificaba o manejaba sectores enteros de la economía. No el aperturismo de los años 80 y 90. Cundían en aquellos tiempos nepotismo, amiguismo y arreglos entre cúpulas (empresaria, financiera, sindical).

Curiosamente, desde 1989 los excesos en materia de privatizaciones –vía malventa de activos-, típicos en Latinoamérica, también proliferaron en Rusia. Y eso que ahí no había Consenso de Washington.

De un modo u otro, en vez de adoptar un “capitalismo de mercado libre” (eufemismo por “privado”), Rusia parece haber dado un giro de 180 grados y regresar al pasado soviético, en lo económico y lo político. Putin ha restatizado activos petroleros, vulnerando la propiedad privada y enviando una señala inquietante a los inversores extranjeros: su presencia y sus millones ya no son tan bienvenidos. “Illariónov y su lenguaje –teme John Litwack, representante en Moscú del Banco Mundial- apuntan a un modelo que licúa activos, expropia compañías y encarcela empresarios. Eso no parece simple renacionalización, sino una vuelta al tercer mundo… en el antiguo núcleo del segundo”.

Inclusive Míjail Kasyánov, primer ministro despedido por Putin en 2003 y aspirante a sucederlo en 2008, toma distancia de su ex jefe. “El país –afirma- marcha en dirección equivocada, lo cual perjudica el desarrollo socioeconómico”. A criterio de varios analistas, lo más dañino es la incertidumbre, pues componentes fundamentales en la economía de mercado –justicia, autoridades tributarias, instancias fiscalizadora- han sido corrompidos en cuanto va del segundo mandato de Putin.

Básicamente, el “virus Yukos”, como señalaba un diario de Estocolmo, “socava la confianza de los inversores. La oficina impositiva, usada por el Kremlin para destruir a Yukos, se ha ido totalmente de control”. Por ejemplo, Vimpyelkom, tercera telefónica celular del país, recibió una factura tributaria por US$ 158 millones a fines de diciembre. ¿Por qué? Porque era una venganza del propio ministro de Comunicaciones, que tiene intereses en una rival. La firma logró demostrar que la deuda no pasaba de US$ 17 millones, sólo por la dura intervención del gobierno noruego, uno de los accionistas.

Los empresarios rusos temen que, ahora, el gobierno se lance sobre todo tipo de utilidades. Esta táctica ha sido definida como “terrorismo impositivo” por Yevghyeny Yasin, ministro bajo Borís Yeltsin. En la actualidad, dirige la Escuela de Altos Estudios Económicos.

Pero, si no un capitalismo estilo occidental, ¿qué modelo pretende adoptar Moscú? Antes de Yukos, Putin parecía seguir el camino de Chile, Singapur o China: fuerte gobierno central, alianza con la cúpula bancoempresaria y restricciones al capitalismo clientelista ligado al estado. Después de Yukos, todo es incierto. Algunos creen que Rusia imitará al Méjico de 1920-2000, donde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) aprovechaba el control sobre Pemex (la compañía estatal de hidrocarburos) para financiar su continuismo. De hecho, el “capitalista” Vicente Fox no ha logrado hacer mella en Pemex, porque no controla el congreso.

“Pemex podría ser el modelo para Gazprom-Rósñeft, El papel del PRI le cabe al partido de Putin, Rusia Unida”, sugiere Michael Economides, experto académico en cuestiones petroleras y allegado al “grupo tejano”. Pero hay una diferencia clave: el régimen del PRI vedaba la reelección y “jubilaba” al presidente saliente. Por el contrario, Putin es un “clásico” ruso y, por ende, tiende a eternizarse en el poder.

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