Las cifras del avance del COVID-19 en Brasil son alarmantes: se registraron casi 90.000 infectados y más de 6.000 muertos, superando en ambos casos los registros oficiales de China. Los datos de la consultora Ecolatina indican que la pandemia está golpeando fuerte a nuestro principal socio comercial.
A contramano del camino adoptado por la mayoría de los países del mundo para evitar la propagación del virus y aplanar la curva, Jair Bolsonaro se volcó desde un inicio a un abordaje más permisivo de la crisis sanitaria, para no afectar a la economía: “es una gripecita”, fue su frase más famosa sobre el tema.
Sin embargo, fueron los propios gobernadores quienes adoptaron cuarentenas en sus estados. Por caso, en San Pablo -principal estado industrial del gigante sudamericano y con una población similar a la de nuestro país- se impuso la cuarentena el 24 de marzo, cuatro días después de que se decretara en toda la Argentina. De esta dinámica contrapuesta se resalta un cortocircuito político, pero, ¿qué pasa en materia económica?
Anclándose en la dicotomía de “salud” o “economía”, el presidente brasileño alienta a los ciudadanos de ese país a “salir constantemente” para mantener a la economía funcionando “normalmente” y así morigerar el impacto negativo que provoca la cuarentena en varios estados. Sin embargo, el deterioro del nivel de actividad ya se está percibiendo.
A modo de ejemplo, el consenso económico de ese país indica que este año su PBI se contraerá 3,3%, perspectivas que se deterioraron significativamente en las últimas semanas, ya que un mes atrás auguraban una suba del 1,1%. Pero tanto CEPAL como el FMI prevén una caída del PBI brasileño superior al 5%. De cumplirse estas últimas estimaciones, la economía volvería a niveles similares a los de 2010, ubicándose 8% por debajo del pico de actividad registrado en 2014.
En este punto, vale destacar que hace varios años que la economía brasileña enfrenta dificultades para crecer. A la recesión de 2015 y 2016 (-6,7% en términos acumulados), le siguieron tres años de una recuperación muy magra (la mejora promedio 1% anual entre 2017-2019). Por lo tanto, la economía brasileña también llega a la crisis del Coronavirus golpeada.
La caída significativa del nivel de actividad esperada para 2020 impactará de manera directa en nuestro país: Brasil es el principal comprador de las exportaciones argentinas, y una crisis en el gigante sudamericano afectará nuestra producción industrial. En este sentido, cabe analizar qué sectores se verán más golpeados por la recesión del gigante del Mercosur.
Menos participación en ese mercado
En primer lugar, hay que mencionar que las importaciones totales de Brasil cayeron 1,8% el año pasado, mientras que las provenientes de Argentina se desplomaron 8%, tendencia que se repitió en el primer trimestre de 2020 (+4,3% i.a. vs. -9,2% i.a., respectivamente). Por ende, venimos perdiendo participación en dicho mercado incluso antes de la llegada del Coronavirus.
Las exportaciones argentinas totales a Brasil rozaron US$ 10.400 millones en 2019, representando el 16% de las ventas externas de nuestro país. Un 65% de los envíos fueron Manufacturas de Origen Industrial (MOI), por lo que de uno de cada tres dólares de MOI exportados fueron rumbo a Brasil.
Estos productos son los que suelen gozar de un mayor grado de diferenciación y valor agregado, de modo que su inserción en nuevos mercados suele ser más lenta y complicada (no hay preferencias arancelarias).
Hacia dentro de las exportaciones industriales, la rama de mayor peso es la automotriz. En 2019, sus envíos totalizaron US$ 4.430 millones, lo que quiere decir que casi el 70% de las exportaciones de este complejo tuvieron como destino a Brasil, país al que entran sin aranceles por el Mercosur y que los bienes extra-zona tributan un aforo del 35%.
Además, más de la mitad de las ventas externas de complejos como Textiles y confecciones, Caucho y manufacturas, Materias plásticas, y Productos de molinería se dirigen a Brasil. En consecuencia, la menor demanda de este país golpeará a industrias como la automotriz, textiles y confecciones, y caucho y manufacturas -neumáticos-. En otros términos, el golpe será transversal a buena parte del entramado fabril argentino.
Ampliando un poco el horizonte temporal del análisis, se observa el fuerte retroceso que vienen experimentando las exportaciones argentinas a Brasil, derivado esencialmente de la recesión del país vecino. Así, el mejor año para las exportaciones fue el 2013, cuando alcanzaron los US$ 17.400 millones, de los cuales US$ 13.300 millones correspondieron a MOI dentro de las cuales destacaron los US$ 8.700 millones exportados por el complejo automotor (que habían llegado a un récord de producción ese año).
Lamentablemente, el desplome frente al pico es contundente: los envíos totales retrocedieron 40% (US$ 7.000 millones), mientras que tanto MOI como vehículos se contrajeron un 50% en el acumulado.
Como si el golpe a la economía real fuera poco, nuestras exportaciones a Brasil también se verán resentidas por la fuerte depreciación del Real. Desde que comenzó el año, esta moneda perdió casi un 30% de su valor, cerrando abril apenas por debajo de 5,6 BRL/US$ (había comenzado 2020 en 4 BRL/USD).
Por su parte, los precios minoristas crecieron menos de 1% en el primer trimestre, e incluso podrían haber retrocedido en abril. Producto del tibio avance del peso argentino y de la mayor inflación relativa de nuestro país, el tipo de cambio real bilateral con Brasil retrocedió casi 30% en el primer cuatrimestre del 2020.
Si bien hay expectativas de una apreciación del Real (el tipo de cambio cerraría el año en torno a 4,8 BRL/US$ según el consenso de mercado), lo cierto es que la pérdida de competitividad no se revertiría en el corto plazo. En consecuencia, a la menor demanda de cantidades, habrá que sumarle el deterioro de la competitividad precio.
En resumen, Brasil no solo no será un aliciente para atenuar la crisis de este año, sino que además impondrá nuevos e importantes problemas, sobre todo en nuestro golpeado sector manufacturero. En momentos de derrumbe de la demanda interna sería fundamental poder incrementar nuestras exportaciones contracíclicas, pero este año ocurrirá lo contrario.