Hillary Clinton se diferencia de Obama

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La ex secretaria de Estado toma distancia de Barack Obama ante la proximidad de las elecciones presidenciales. La piedra de la discordia vuelve a ser la política exterior y la crisis en Irak, como en las primarias demócratas de 2008.

En una entrevista con la revista The Atlantic, que reproduce la edición americana de El País, Clinton cuestiona la prudencia de Obama ante la guerra civil en Siria y vincula esta política con el ascenso del Estado Islámico (EI) en Siria y en el vecino Irak.

 

La ex secretaria de Estado y ex primera dama cree que la negativa del presidente a armar a los rebeldes sirios ha contribuido el ascenso de la facción más extremista y antioccidental de la oposición al régimen de Bachar el Asad. Son las críticas más explícitas a su antiguo jefe desde que abandonó el cargo de secretaria de Estado en 2013.

 

“El fracaso a la hora de crear una fuerza de combate creíble con las personas que originaron las protestas contra Asad —allí había islamistas, había seculares, había de todo entre ambos [extremos]— (…) ha dejado un gran vacío que ahora han llenado los yihadistas”, dijo Clinton.

 

Obama discrepa. “Esta idea”, dice en una entrevista con el columnista Thomas Friedman, “de que podríamos haber suministrado armas ligeras o incluso más sofisticadas a una oposición fundamentalmente compuesta por antiguos médicos, campesinos, farmacéuticos y gente así, y que entonces habrían podido luchar no solo contra un Estado muy bien armado sino respaldado por Rusia, Irán y Hezbolá, siempre fue algo improbable”.

 

El avance de los yihadistas de EI en Irak han forzado el regreso de EE.UU. a Mesopotamia. El jueves Obama autorizó bombardeos para proteger al personal norteamericano en el Kurdistán iraquí y para impedir la matanza de la minoría yazirí a manos de los insurgentes suníes.

 

Es difícil explicar el ascenso político de Obama sin su oposición a la invasión de Irak en 2003. Clinton, que entonces era senadora por el Estado de Nueva York, votó a favor de autorizar al entonces presidente George W. Bush la acción militar.

 

Obama y Clinton se disputaron la nominación del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de 2008. Fueron unas primarias reñidas en las que Obama y Clinton intercambiaron acusaciones virulentas.

 

El sí a la invasión y ocupación de Irak lastró la candidatura de Clinton entre unas bases demócratas antibelicistas y un país que deseaba pasar página de los años de Bush. El no a la guerra impulsó la carrera de Obama. Una vez presidente, nombró a su rival secretaria de Estado.

 

En varios momentos de la entrevista con The Atlantic, Clinton se deshace en elogios al presidente. Le describe como alguien “increíblemente inteligente”. Pero en casi todas las respuestas —sobre Siria, sobre Israel, sobre Irán— se aleja de Obama.

 

Dice que “no hagas estupideces” —la frase que, en una conversación con periodistas, el presidente usó para describir su visión de la política exterior— es un concepto insuficiente para articular una visión global en este ámbito.

 

Le apena que EE.UU. no sepa contar al mundo con convicción la historia de sus contribuciones a la libertad y la paz. Y lamenta que Washington se mueva a bandazos entre una política exterior intervencionista y otra más aislacionista, sin hallar un término medio “En parte”, dice, “creo que el desafío es que nuestro Gobierno con demasiada frecuencia tiende a oscilar los extremos”.

 

Los candidatos del mismo partido que el presidente saliente afrontan a veces la fatiga de los ciudadanos con su predecesor y su partido. Puede ocurrirle a Clinton si finalmente es candidata.

 

De ahí que intente distinguirse de Obama —criticado por sus titubeos en la política exterior, atado en manos por un Congreso hostil en Washington, y con niveles de popularidad mediocres— y evite la imagen de una Obama bis.

 

Las ideas que ahora expone no son nuevas: siempre ha promovido una política exterior más agresiva y desacomplejada que la del actual presidente. Destacados neoconservadores —el grupo de intelectuales y políticos que promovió la invasión de Irak— aplauden a la ex secretaria de Estado.

 

“Me siento cómodo con su política exterior”, declaró hace unas semanas Robert Kagan, del laboratorio de ideas Brookings Institution. “Ella ha dicho, en el libro y en las entrevistas, que […] quería hacer más por los rebeldes sirios y que el presidente dijo que no”, dijo en junio a EL PAÍS otro neoconservador, Elliott Abrams, que trabajó en la Administración Bush. “Así que en esto, por lo menos, se ha distanciado”.

 

En su libro sobre su experiencia en la Administración Obama, Decisiones difíciles, Clinton recuerda que, durante los debates internos en la Administración Obama, abogó sin éxito por armar a los rebeldes.

 

En febrero Robert Ford, último embajador de EE UU en Siria, dimitió por su desacuerdo con la política de Obama.

 

“A medida que la situación en Siria se deterioraba, me parecía cada vez más difícil justificar nuestra política”, escribió el diplomático en un artículo en The New York Times.

 

“Tengo a Robert en la más alta estima”, dice Clinton en la citada entrevista.

 

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