Guerra del gas: acuerdo de último momento entre Moscú y Minsk

Al menos temporariamente, Rusia y Bielorrusia resolvieron la tarde del 31 la disputa por el precio del gas para 2007. Si no para los cuatro años que exigía el ultimátum de Gazprom (vencía la medianoche del día 1. Pero subsisten dudas.

2 enero, 2007

El 30, mientras Minsk hablaba de un “arreglo parcial”, Moscú sostenía que todo continuaba trabado. “No hemos aceptado el precio de US$ 100 por metro cúbico. Ni siquiera estamos cerca de un entendimiento”, señalaba un comunicado de Gazprom –que exigía mucho más que los US$ 47 imperantes hasta entonces- , confirmado por su vocero oficial, Syerghiéi Kupriyánov.

En privado, tanto unos como otros admiían que Rusia quiere un acuerdo de cuatro años, a cien dólares. Por su parte, analistas suecos, noruegos y británicos sospechaban que ya había un convenio de palabra y se demoraba para “hacer temer a Europa occidental por el abastecimiento justo al empezar el invierno”.

También el 30, Gazprom definía como “crítica” la situación entre la empresa y el gobierno de Alexandr Lukashenko, autócrata bielorruso. A criterio de la compañía, “no es posible seguir bombeando gas natural, después del 31, sin un nuevo acuerdo firmado”. Sea como fuere, funcionarios políticos, a instancias de Vladyímir Putin –que suele controlar sin problemas a Lukashenko-, buscaban resolver las cosas esta semana. A instancias de Moscú, por otra parte, Ucrania ofreció aumentar el bombeo en los gasoductos que cruzan su territorio.

Por fin, durante el 31 se limaron asperezas y se llego a un convenio tentativo. Tras definir el precio final (US$ 100 el m3), faltaba precisar loa alcances del acuerdo en el tiempo.

Estos trajines han puesto en evidencia, de paso, una curiosa dicotomía. Por un lado, gobiernos y grandes empresas adhieren al calendario comercial generalizado en el mundo (o sea, el gregoriano). Por el otro, la gente común en Rusia, Ucrania y Bielorrusia mantiene el calendario juliano. La iglesia católica ortodoxa, pues, celebrará Navidad el 7 de enero y 2007 comenzará recién el 14. “Si aceptamos el calendario oriental, todavía hay tiempo para negociar”, ironizaba Gerhard Schröder, gestor del gasoducto báltico por cuenta de Gazprom.

El 30, mientras Minsk hablaba de un “arreglo parcial”, Moscú sostenía que todo continuaba trabado. “No hemos aceptado el precio de US$ 100 por metro cúbico. Ni siquiera estamos cerca de un entendimiento”, señalaba un comunicado de Gazprom –que exigía mucho más que los US$ 47 imperantes hasta entonces- , confirmado por su vocero oficial, Syerghiéi Kupriyánov.

En privado, tanto unos como otros admiían que Rusia quiere un acuerdo de cuatro años, a cien dólares. Por su parte, analistas suecos, noruegos y británicos sospechaban que ya había un convenio de palabra y se demoraba para “hacer temer a Europa occidental por el abastecimiento justo al empezar el invierno”.

También el 30, Gazprom definía como “crítica” la situación entre la empresa y el gobierno de Alexandr Lukashenko, autócrata bielorruso. A criterio de la compañía, “no es posible seguir bombeando gas natural, después del 31, sin un nuevo acuerdo firmado”. Sea como fuere, funcionarios políticos, a instancias de Vladyímir Putin –que suele controlar sin problemas a Lukashenko-, buscaban resolver las cosas esta semana. A instancias de Moscú, por otra parte, Ucrania ofreció aumentar el bombeo en los gasoductos que cruzan su territorio.

Por fin, durante el 31 se limaron asperezas y se llego a un convenio tentativo. Tras definir el precio final (US$ 100 el m3), faltaba precisar loa alcances del acuerdo en el tiempo.

Estos trajines han puesto en evidencia, de paso, una curiosa dicotomía. Por un lado, gobiernos y grandes empresas adhieren al calendario comercial generalizado en el mundo (o sea, el gregoriano). Por el otro, la gente común en Rusia, Ucrania y Bielorrusia mantiene el calendario juliano. La iglesia católica ortodoxa, pues, celebrará Navidad el 7 de enero y 2007 comenzará recién el 14. “Si aceptamos el calendario oriental, todavía hay tiempo para negociar”, ironizaba Gerhard Schröder, gestor del gasoducto báltico por cuenta de Gazprom.

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