<p>Como señalaba hace tres días Standard&Poor’s, la degradación de deuda helena (de B a CCC) era inevitable. El país afrontaba la probabilidad de uno o más ceses de pagos. “No será fácil aplicar las normas Eurozona/Fondo Monetario, por disensos internos y renuencia a otro ajuste”. <br />
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Esta descalificación sigue a la de Moody’s Investors Services, que había dejado los bonos soberanos griegos apenas un escalón (Caa1) encima de S&P. Esto intensifica presiones sobre cuatro gobiernos de la Eurozona –Alemania, Holanda, Francia, Austria- para detener la crisis de endeudamiento. Naturalmente, este martes marcaron nuevos récords los pases sobre créditos en insolvencia. Los operadores temen que los esfuerzos de Grecia, Portugal, Irlanda y España minen su capacidad de repago. <br />
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Como es habitual ocurrir, las calificadoras juegan con los mercados. La plaza apuesta ya a un “evento crediticio” cifrado en Atenas. En realidad, las agencias acompañan el sesgo negativo anticipado por los mercados, no al revés. Al cierre, los pases sobre Grecia saltaron a un nivel nunca alcanzado, 1.625. Los contratos sobre Irlanda remontaban a 750 y los de Portugal lo hicieron a 795. Estas brechas toman de referencia los bonos alemanes.<br />
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En este momento, ningún estado llega tan bajo como el CCC de Grecia. También influye un factor político: Alemania chocó este fin de semana con el Banco Central Europeo por un tema relacionado con Atenas. Berlín exige que los bonistas privados acepten participar en los rescates –no solo el griego- y no dejarlo todo a los contribuyentes de cada país. <br />
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<p>Sea como fuere, este miércoles el salvamento heleno es un fracaso, al menos tal como se planteaba hasta ahora. Desde la caída en 2010, sucesivos planes de austeridad, tan duros como inútiles, no pudieron frenar la sangría griega. La deuda titulizada sube y las tensiones sociales se disparan y, en esta fase, Grecia necesita un segundo rescate. Pero las dificultades en reunir más fondos en la Eurozona hacen que tome cuerpo la idea de un cese de pagos. Esto es, la insolvencia lisa y llama, si no el abandono del euro por parte de ese estado.<br />
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Desesperados por encontrar términos más elegantes, dirigentes políticos y financieros (los economistas serios miran de afuera) acuden a eufemismos como reestructurar, reesquematizar, reperfilar, etc., el endeudamiento griego. Más allá, se yergue una sombra sobre banqueros y especuladores: la inclusión de bonistas privados en un paquete de rescate que estire siete años los actuales vencimientos de títulos<br />
“Grecia no puede pagar, le es imposible. Alemania tiene razón, se pongan como se pusieren Bruselas, París, el BCE y el Eurogrupo” sostienen Joseph Stiglitz (Nobel 2001) o Barry Eichengreen. Al borde de una renuncia prematura –su gestión termina el 31 de octubre-, Jean-Claude Trichet insiste en que “no hay una reestructuración sobre la mesa”, acompañado por Christine Lagarde, aspitante al FMI. “Tampoco hay mesa” ironiza Alex Weber, ex Bundesbank.<br />
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Tanto un segundo salvamento (€ 60.000 millones sobre los 110.000 millones de 2010) como un cese selectivo de pagos son pésimas noticias para banqueros y bonistas privados. En su caso “sería como repetir, corregida y aumentada, la experiencia argentina de 2003/4”, anota el analista griego Kostas Lapavitsas. “Una salida definitiva –presume Kenneth Rogoff, ex FMI- le exigirá a Alemania adoptar decisiones difíciles. Pero Berlín comparte un problema con otras instancias: ausencia de liderazgo político”. Los ortodoxos como él sugieren algo humillante para Atenas: un ente que controle privatizaciones (malas ventas en realidad), recaudación impositiva, despidos, bajas de salarios y jubilaciones. Rogoff no explica cómo hacer frente a la violencia social resultante.</p>
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