Gazprom: primero, Europa. Después ¿Estados Unidos?

Mientras Vladyímir Putin anuncia que Rusia “cerrará las puertas a las bancas globales”, Gazprom apunta al mercado norteamericano. La gasífera estatal, una de las mayores del mundo, quiere 10% de ese negocio.

15 diciembre, 2005

¿Para qué Moscú empleó al ex canciller alemán Gerhard Schröder? ¿para expandir Gazprom en Europa al oeste de Rusia? ¿para generar el actual escándalo político en torno de ese contrato? Ahora, parece que la apuesta es mucho más ambiciosa y conflictiva: Putin quiere copar 10% de la demanda norteamericano de gas natural.

Por bastante menos de eso, un reciente intento chino en California (oferta de Cnooc por Unocal) provocó una ola de patrioterismo en el congreso y ambos partidos. Beijing abandonó la idea y la firma fue a manos de Chevron. Indirectamente, esto indujo a ConocoPhillips –otra líder en el segmento- a comprar Burlington Resources por US$ 36.500 millones.

Sin duda, Rusia busca convertir Gazprom en un coloso internacional de gas natural y derivados. O sea, en instrumento geopolítico clave para el proceso de “resovietización” y perpetuación en el poder emprendido por Putin, visto con buenos ojos por China y –se sospecha- India e Irán. Pedro el grande y Catalina II estarían aplaudiendo.

Otra meta de la “operación Gazprom” es volver a reunir bajo la égida rusa varios ex componentes de la URSS. En particular, Ucrania, Moldavia y por lo menos una república báltica, Letonia, con 45% de rusos étnicos en la población. En cuanto a Estados Unidos, la gasífera espera iniciar pronto exportaciones de ese insumo (licuado y transportado por mar) hasta cubrir –justamente- 10% de la demanda local hacia 2010. Luego, tratará de doblar esa cuota de mercado.

Las conexiones y talentos de Schröder son muy apropiado para ese descomunal cabildeo geopolítico. Analistas de Estocolmo, por ejemplo, han detectado discretos contactos con Brasil y países latinoamericanos amenazados por escasez o carestía de hidrocarburos, que Washington descuida. El anzuelo: ventas a bajo precio. El pretexto: esa región sigue perjudicada por los subsidios agrícolas de la Unión Europea, EE.UU. y Japón, máxime tras el fracaso de la ronda Dohá en Hongkong.

Como señalan dirigentes rusos, inclusive opositores, “adonde vaya Brasil, irá toda Sudamérica”. Por otra parte, allegados a Schröder creen que la estrategia de Putin cuenta con el visto bueno de China y los países de habla turca, desde Angora hasta Asia central. Para el caso, Rusia tiene una inesperada ventaja: las trabas que la Organización Mundial de Comercio (cuya burocracia está dominada por la UE vía Pascal Lamy) sigue oponiendo al ingreso de Moscú “mientras la entidad está repleta de países casi inexistentes” (apuntan suecos y fineses).

Sin duda, la decisión –adoptada en 2003- de ir concentrando el sector energía y combustibles en manos del estado era preludio de las actuales ambiciones geopolíticas. En este sentido, Moscú manifiesta una visión de largo aliento, similar a las de Franlin Roosevelt, Henry Kissinger o Jacques Delors, hoy perdida en Washington por culpa del imperialismo neoconservador de George W.Bush y el espejismo de la globalización.

La sola posibilidad de exportar gas natural a precios susidiados es un arma de primera clase. Contra un promedio en mercado de US$ 200 por mil m3, Moscú le cobra a Polonia 120, a Ucrania 56 y a Byelarús 47. También hay precios “promocionales” para Moldavia, Georgia, Armenia, Letonia, Rumania y Bulgaria. Ahora, el futuro gasoducto bajo el mar Negro permitirá aceso directo a Turquía.

En ese trasfondo cobran especial relevancia las advertencia de Putin a la gran banca privada transnacional. En efecto, si la globalización sigue el camino ruso y chino, el tablero geopolítico habrá dado un vuelco de regreso a políticas económicas proactivas, no ya dictadas por los mercados financieros. Por supuesto, también colapsará el “modelo democrático”que Bush trata de imponer en Irak y alrededores.

¿Para qué Moscú empleó al ex canciller alemán Gerhard Schröder? ¿para expandir Gazprom en Europa al oeste de Rusia? ¿para generar el actual escándalo político en torno de ese contrato? Ahora, parece que la apuesta es mucho más ambiciosa y conflictiva: Putin quiere copar 10% de la demanda norteamericano de gas natural.

Por bastante menos de eso, un reciente intento chino en California (oferta de Cnooc por Unocal) provocó una ola de patrioterismo en el congreso y ambos partidos. Beijing abandonó la idea y la firma fue a manos de Chevron. Indirectamente, esto indujo a ConocoPhillips –otra líder en el segmento- a comprar Burlington Resources por US$ 36.500 millones.

Sin duda, Rusia busca convertir Gazprom en un coloso internacional de gas natural y derivados. O sea, en instrumento geopolítico clave para el proceso de “resovietización” y perpetuación en el poder emprendido por Putin, visto con buenos ojos por China y –se sospecha- India e Irán. Pedro el grande y Catalina II estarían aplaudiendo.

Otra meta de la “operación Gazprom” es volver a reunir bajo la égida rusa varios ex componentes de la URSS. En particular, Ucrania, Moldavia y por lo menos una república báltica, Letonia, con 45% de rusos étnicos en la población. En cuanto a Estados Unidos, la gasífera espera iniciar pronto exportaciones de ese insumo (licuado y transportado por mar) hasta cubrir –justamente- 10% de la demanda local hacia 2010. Luego, tratará de doblar esa cuota de mercado.

Las conexiones y talentos de Schröder son muy apropiado para ese descomunal cabildeo geopolítico. Analistas de Estocolmo, por ejemplo, han detectado discretos contactos con Brasil y países latinoamericanos amenazados por escasez o carestía de hidrocarburos, que Washington descuida. El anzuelo: ventas a bajo precio. El pretexto: esa región sigue perjudicada por los subsidios agrícolas de la Unión Europea, EE.UU. y Japón, máxime tras el fracaso de la ronda Dohá en Hongkong.

Como señalan dirigentes rusos, inclusive opositores, “adonde vaya Brasil, irá toda Sudamérica”. Por otra parte, allegados a Schröder creen que la estrategia de Putin cuenta con el visto bueno de China y los países de habla turca, desde Angora hasta Asia central. Para el caso, Rusia tiene una inesperada ventaja: las trabas que la Organización Mundial de Comercio (cuya burocracia está dominada por la UE vía Pascal Lamy) sigue oponiendo al ingreso de Moscú “mientras la entidad está repleta de países casi inexistentes” (apuntan suecos y fineses).

Sin duda, la decisión –adoptada en 2003- de ir concentrando el sector energía y combustibles en manos del estado era preludio de las actuales ambiciones geopolíticas. En este sentido, Moscú manifiesta una visión de largo aliento, similar a las de Franlin Roosevelt, Henry Kissinger o Jacques Delors, hoy perdida en Washington por culpa del imperialismo neoconservador de George W.Bush y el espejismo de la globalización.

La sola posibilidad de exportar gas natural a precios susidiados es un arma de primera clase. Contra un promedio en mercado de US$ 200 por mil m3, Moscú le cobra a Polonia 120, a Ucrania 56 y a Byelarús 47. También hay precios “promocionales” para Moldavia, Georgia, Armenia, Letonia, Rumania y Bulgaria. Ahora, el futuro gasoducto bajo el mar Negro permitirá aceso directo a Turquía.

En ese trasfondo cobran especial relevancia las advertencia de Putin a la gran banca privada transnacional. En efecto, si la globalización sigue el camino ruso y chino, el tablero geopolítico habrá dado un vuelco de regreso a políticas económicas proactivas, no ya dictadas por los mercados financieros. Por supuesto, también colapsará el “modelo democrático”que Bush trata de imponer en Irak y alrededores.

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