domingo, 24 de noviembre de 2024

Fundamentalismo ecológico

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LA temperatura aumenta. Los polos se deshielan. El nivel del mar sube. Lluvia intensa. Inundaciones. Olas de calor. Sequía prolongada. Desaparición de especies. Reaparición de una plétora miserable que nada tiene que envidiar a la que en su día anunciara Charles Fourier.

Este es el futuro que nos aguarda según el movimiento ecologista, algunos científicos y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC). Pero, ¿y si ello -como históricamente ha sucedido con otras predicciones- no fuera exactamente así? ¿Y si la catástrofe que se pronostica es el resultado de la lectura interesada de un IPCC que no afirma exactamente lo que dicen que dice? ¿Y si, de alguna u otra manera, estuviéramos sucumbiendo -sin por ello negar la existencia del cambio climático- al fundamentalismo ecologista que todo lo contamina?.

Para empezar, conviene recordar los fracasos recientes de algunos científicos, economistas y ecologistas que se empeñaron en jugar el ingrato papel de profeta. Sin ir más lejos, a principios de los años setenta del pasado siglo, con la inestimable ayuda del Club de Roma, se puso de moda el género que podríamos calificar de «los límites del crecimiento». Por aquel entonces, científicos y economistas de renombre como Dennis Meadows y Paul Ehrlich -por no hablar de Manuel Sacristán o Wolfgang Harich, que nos prometían las delicias del comunismo ascético de Babeuf como remedio a la crisis ecológica- aseguraron que el crecimiento se detendría en un par de décadas. Pero, el crecimiento cero no llegó. Y seguimos creciendo.

[…]

Luis L. Gómez, Revista Ciencia 2007

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