lunes, 6 de enero de 2025

Friedman: la crisis en la Unión Europea, vista desde Washington

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La génesis de un estado europeo quedó comprometida. Los irlandeses votaron contra el tratado de Lisboa. Un presidente bienal, una cancillería con funciones plenas y más poder para el parlamento peligran por una obsesión: la unanimidad.

<p>En efecto, el proceso constitucional exige consenso entre los veintisiete miembros de la Uni&oacute;n Europea. El rechazo de Eire lo hace zozobrar como, en el intento de 2005/6, lo hicieron franceses y holandeses. Bast&oacute; 54% en contra para desnudar una honda divisi&oacute;n en la isla. En otros pa&iacute;ses, la presencia de minor&iacute;as opositoras puede repetir el caso irland&eacute;s, pues han ratificado el documento s&oacute;lo dieciocho miembros.</p><p>As&iacute;, la UE no producir&aacute; una constituci&oacute;n viable, porque no parece haber coincidencias en cuanto a su necesidad. &ldquo;Como lo demostr&oacute; la guerra civil en Estados Unidos &ndash;apunta George Friedman, analista geopol&iacute;tico allegado al Pent&aacute;gono-, ciertos mecanismos no definidos por consenso pueden llevar a conflictos&rdquo;. En esa oportunidad, el desequilibrio entre poder federal y estados, m&aacute;s la cuesti&oacute;n de la esclavitud (o sea, el subdesarrollo del sur), destrozaron el pa&iacute;s. Hizo falta que el norte ganase y forzara una serie de enmiendas constitucionales.</p><p>Pero las constituciones federales no significan pol&iacute;ticas p&uacute;blicas &ndash;como en Europa o Latinoam&eacute;rica-, sino una concepci&oacute;n com&uacute;n sobre el estado. Quiz&aacute; por ello, &ldquo;la eventual carta europea tambi&eacute;n surgir&aacute; de luchas, pero no convencionales&rdquo;. Durante siglos y hasta 1939/45, a la saz&oacute;n, el continente protagoniz&oacute; una guerra m&aacute;s sangrienta que la anterior; &ldquo;por eso, los estadistas buscaban formas de erradicar la lacra b&eacute;lica&rdquo;. En 1929, el historiador ingl&eacute;s Arnold J.Toynbee la identific&oacute; sagazmente con &ldquo;el nacionalismo de los estados parroquiales, ep&iacute;gonos de imperios medievales frustrados&rdquo;.</p><p>Desde 1945 hasta 1990, el equilibrio de poder y la suerte de Europa estaban en manos de EE.UU. y la Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica. Pero el campo de batalla se desplaz&oacute; al llamado tercer mundo, esto es a testaferros de ambas superpotencias y China. Ya en el siglo XXI, se lleg&oacute; a creer que, si se crease una &ldquo;Europa Unida&rdquo;, se esfumar&iacute;an las viejas naciones y las guerras al estilo antiguo. &ldquo;Alemania, Francia y Gran Breta&ntilde;a &ndash;potencias rectoras entre la derrota rusa en Crimea y la II guerra mundial- dejar&iacute;an de constituir riesgos b&eacute;licos&rdquo;.<br /></p>

<p>Era una idea seductora, especialmente para un Pent&aacute;gono absorto en un costoso dislate geopol&iacute;tico, la &ldquo;guerra de las galaxias&rdquo;, ahora transmutado en &ldquo;guerra al terrorismo internacional&rdquo;. Sea como fuere, en la &uacute;ltima posguerra &ldquo;los europeos quer&iacute;an vivir lejos de ideolog&iacute;as y nacionalismos. Aun la Francia de Charles de Gaulle &ndash;sostiene Friedman en su bolet&iacute;n &ldquo;Strategic forecasting&rdquo;-, adalid del estado nacional, no pudo ni quiso emular las exageraciones anteriores a 1940.</p>
<p>La actual UE refleja la decadencia del nacionalismo parroquial, aunque no haya podido desembarazarse de un s&iacute;ntoma: los subsidios a agricultores ineficientes. La &ldquo;modernidad&rdquo; se inici&oacute; en la Comunidad del Carb&oacute;n y el Acero (1948), seis pa&iacute;ses centrados en Francia y Alemania federal. Con los a&ntilde;os, evolucion&oacute; hasta el presente modelo, todav&iacute;a dividido en quince adherentes al euro y doce fuera de la moneda.</p>
<p>Los nuevos problemas surgieron de una UE revelan tres elementos b&aacute;sicos:</p>
<p>1. Una zona de libre comercio con pol&iacute;ticas econ&oacute;micas locales parcialmente sincronizadas, pero condicionadas a estados soberanos.</p>
<p>2. Una compleja burocracia impenetrable, que va desde lo trivial hasta lo en extremo relevante y gest&oacute; un proyecto constitucional de 6.800 p&aacute;ginas que nadie ha le&iacute;do completo.</p>
<p>3. Un euro limitado a quince adherentes, pero un banco central que trata de normar a los veintisiete. Aparece aqu&iacute; un curioso contraste: el BCE intenta unificar la pol&iacute;tica monetaria de pa&iacute;ses soberanos, en tanto la Reserva Federal mantiene trece bancos para atender cincuenta estados con alto grado de autonom&iacute;a (justamente, lo que la UE no ha logrado formar).</p>
<p>&ldquo;Si Irlanda no hubiese rechazado el tratado, estar&iacute;a ya gest&aacute;ndose un conjunto de protoinstituciones, especie de estado unido, objeto de los referendos&rdquo;. Francia, Alemania, Espa&ntilde;a, Italia, Chequia, Hungr&iacute;a, Eslovenia o el Benelux desean llegar a esa neta. La actitud de Gran Breta&ntilde;a (no adhiere al euro) es ambigua. Pero hay inc&oacute;gnitas, verbigracia Dinamarca, Finlandia, las rep&uacute;blicas b&aacute;lticas, Polonia, Rumania y Bulgaria.</p>
<p>A criterio de Friedman, &ldquo;queda claro que no hay unanimidad sobre la constituci&oacute;n europea. Esencialmente en cuanto a relaci&oacute;n entre estados locales y gobierno federal. Es probable que los europeos hayan logrado todo lo que deseaban. S&oacute;lo les restar&iacute;a ampliar el uso del euro a toda la regi&oacute;n&rdquo;. Esto involucra abandonar las imposibles metas de Maastricht, flexibilizar el BCE, jubilar a Jean-Claude Trichet y enviar un ultim&aacute;tum a Gran Breta&ntilde;a.</p>
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