Francia se vuelca nuevamente hacia la extrema derecha

Como en 2002, pero en otro marco, el occitano Jean-Marie Le Pen roza hasta 20% en las encuestas. Por tanto, la izquierda clama por el socialista Lionel Jospin, que lo detuvo en esa oportunidad. Jacques Chirac ya no cuenta.

3 agosto, 2006

Al cabo de una especie de retiro, el campeón del nacionalismo antieuro, máximo referente de la derecha antijudía y racista –casi una contradicción de términos-, ha ido pasando de 5% a 20%. A pesar de que consultores “optimistas” no le den hoy más de 16%.

El fenómeno asomó tras los violentos disturbios en los arrabales de grandes ciudades, en noviembre, protagonizados por moros y africanos de segunda o tercera generación. Tras la guerra desencadenada por Israel contra Líbano y Hezbol-lá, el cóctel ultraderechista que encarna Le Pen incluye fuertes críticas a Tel Aviv y Washington.

Dato ilustrativo: hace pocos días, Le Pen estuvo con Alyexandr Lukashenko en Rusia blanca (Vladyímir lo usa para decir lo que el no puede) y con dirigentes de la alianza derechista polaca. En Minsk y Varsovia, se censuran las acciones israelíes. Otro punto de coincidencia con los polacos es la defensa a ultranza de subsidios agrícolas.Irónicamente, grupos musulmanes ven hoy con simpatía a Le Pen.

Le Pen sigue encabezando el Frente nacional. Su ascenso puso de nuevo en el candelero a Jospin. Pero, a diferencia de Italia (donde el centroizquierdista Romano Prodi le ganó por un pelo al neofascita Silvio Berlusconi), en Francia la atomización prevalente en el centro y la izquierda puede darle la victoria en 2007 a la derecha racalcitrante.

Para complicar las cosas, el candidato más fuerte del centroderecha es Nicolas Sarkozy. Vale decir, un político de sangre húngara que, empero, favorece la mano dura con minorías étnicas e inmigrantes ilegales. No es antijudío, pero comparte con Le Pen la adicción a franceses rubios de piel clara. Mucho más potable, su rival socialista (Ségolène Royal) tiene problemas para armar una coalición fuerte.

Dos factores podrían mejorar el panorama. Uno, que el renacimiento de Le Pen facilite una alianza en el centroizquierda. Otro, que la salud del caudillo racista, a los78 años, no es buena. El retiro político de Chirac puede favorecer a Sarkozy, pero su figura le resulta antipática a buena parte de la sociedad urbana francesa.

Al cabo de una especie de retiro, el campeón del nacionalismo antieuro, máximo referente de la derecha antijudía y racista –casi una contradicción de términos-, ha ido pasando de 5% a 20%. A pesar de que consultores “optimistas” no le den hoy más de 16%.

El fenómeno asomó tras los violentos disturbios en los arrabales de grandes ciudades, en noviembre, protagonizados por moros y africanos de segunda o tercera generación. Tras la guerra desencadenada por Israel contra Líbano y Hezbol-lá, el cóctel ultraderechista que encarna Le Pen incluye fuertes críticas a Tel Aviv y Washington.

Dato ilustrativo: hace pocos días, Le Pen estuvo con Alyexandr Lukashenko en Rusia blanca (Vladyímir lo usa para decir lo que el no puede) y con dirigentes de la alianza derechista polaca. En Minsk y Varsovia, se censuran las acciones israelíes. Otro punto de coincidencia con los polacos es la defensa a ultranza de subsidios agrícolas.Irónicamente, grupos musulmanes ven hoy con simpatía a Le Pen.

Le Pen sigue encabezando el Frente nacional. Su ascenso puso de nuevo en el candelero a Jospin. Pero, a diferencia de Italia (donde el centroizquierdista Romano Prodi le ganó por un pelo al neofascita Silvio Berlusconi), en Francia la atomización prevalente en el centro y la izquierda puede darle la victoria en 2007 a la derecha racalcitrante.

Para complicar las cosas, el candidato más fuerte del centroderecha es Nicolas Sarkozy. Vale decir, un político de sangre húngara que, empero, favorece la mano dura con minorías étnicas e inmigrantes ilegales. No es antijudío, pero comparte con Le Pen la adicción a franceses rubios de piel clara. Mucho más potable, su rival socialista (Ségolène Royal) tiene problemas para armar una coalición fuerte.

Dos factores podrían mejorar el panorama. Uno, que el renacimiento de Le Pen facilite una alianza en el centroizquierda. Otro, que la salud del caudillo racista, a los78 años, no es buena. El retiro político de Chirac puede favorecer a Sarkozy, pero su figura le resulta antipática a buena parte de la sociedad urbana francesa.

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