Francia asume el mando de Europa

En los próximos seis meses deberá conducir a la comunidad hacia la ampliación. La conferencia intergubernamental plantea una nueva discusión: las “cooperaciones reforzadas”.

30 junio, 2000

(EFE).- Francia asumirá desde mañana (sábado 1) la responsabilidad de dirigir la Unión Europea (UE) hacia el mayor desafío de su historia: la ampliación a una docena de países ex comunistas del centro y este de Europa.

Para lograr ese objetivo los quince miembros actuales deberán cerrar en los próximos seis meses, bajo la batuta de Francia, la reforma de sus instituciones comunes y de sus procedimientos de decisión.

Francia, la segunda economía de la UE y uno de los motores históricos de la Europa unida, se enfrenta a una tarea muy difícil, porque medio año después de comenzadas las negociaciones no se vislumbra todavía ningún consenso entre los quince en ninguno de los principales frentes de la reforma.

Muy al contrario, como telón de fondo de la Conferencia Intergubernamental –en la que se negocian desde febrero los cambios institucionales– ha reaparecido con todo vigor el temido debate sobre el federalismo y la conveniencia de una constitución para Europa.

Las ideas del ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer, y del presidente francés, Jacques Chirac, han agravado las suspicacias de algunos miembros actuales del club comunitario y causado preocupación en otros que aspiran a serlo.

Conceptos como los de “núcleo duro” o “grupo pionero” evocan enseguida el fantasma de una Europa donde los países que se sienten “periféricos”, ya sea por culpa de la geografía o por haber llegado más tarde a la Comunidad, temen quedar definitivamente marginados.

Los trabajos de la Conferencia iban a ser arduos, porque lo que está en juego es un nuevo equilibrio de poder entre países “grandes” y “pequeños”, pero desde que se suscitó el debate paralelo sobre la federación europea, la labor se ha complicado extraordinariamente.

En un principio, la Conferencia sólo debía ocuparse de las tres cuestiones principales que dejó pendientes el Tratado de Amsterdam (1997): el número de comisarios europeos, la extensión de las decisiones por mayoría calificada y el reparto de los votos en el Consejo de Ministros, la institución decisoria de la UE.

La “reponderación” de los votos, exigida por los países más poblados para recuperar el peso perdido con las sucesivas ampliaciones de la Comunidad, será sin duda la clave de la reforma.

España parte con ventaja en esa batalla, porque los quince le reconocieron en Amsterdam que deberá recibir compensaciones en caso de perder uno de los dos comisarios a cuya designación tiene derecho actualmente.

De momento, todos los negociadores guardan sus cartas escondidas.

El único aporte a la Conferencia que ha podido hacer la presidencia portuguesa saliente ha sido añadir formalmente a esas tres cuestiones la discusión de las llamadas “cooperaciones reforzadas”.

Alemania y Francia presionan para agilizar este mecanismo, previsto ya en el Tratado de Amsterdam pero nunca utilizado en la práctica, entre otras cosas porque exige el consentimiento de todos para que un grupo de socios pueda cooperar más estrechamente entre ellos.

El gobierno francés es consciente de la dificultad de la tarea. “Estamos obligados a ser ambiciosos”, reconoció en Bruselas el viceministro francés de Asuntos Europeos, Pierre Moscovici.

“Queremos un tratado ambicioso en (la cumbre de) Niza, que permita funcionar a la Europa de 27 miembros”, aseguró el que será encargado de presidir el grupo negociador de la Conferencia.

París cree preferible “no tener tratado a tener uno malo”, según Moscovici.

(EFE).- Francia asumirá desde mañana (sábado 1) la responsabilidad de dirigir la Unión Europea (UE) hacia el mayor desafío de su historia: la ampliación a una docena de países ex comunistas del centro y este de Europa.

Para lograr ese objetivo los quince miembros actuales deberán cerrar en los próximos seis meses, bajo la batuta de Francia, la reforma de sus instituciones comunes y de sus procedimientos de decisión.

Francia, la segunda economía de la UE y uno de los motores históricos de la Europa unida, se enfrenta a una tarea muy difícil, porque medio año después de comenzadas las negociaciones no se vislumbra todavía ningún consenso entre los quince en ninguno de los principales frentes de la reforma.

Muy al contrario, como telón de fondo de la Conferencia Intergubernamental –en la que se negocian desde febrero los cambios institucionales– ha reaparecido con todo vigor el temido debate sobre el federalismo y la conveniencia de una constitución para Europa.

Las ideas del ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer, y del presidente francés, Jacques Chirac, han agravado las suspicacias de algunos miembros actuales del club comunitario y causado preocupación en otros que aspiran a serlo.

Conceptos como los de “núcleo duro” o “grupo pionero” evocan enseguida el fantasma de una Europa donde los países que se sienten “periféricos”, ya sea por culpa de la geografía o por haber llegado más tarde a la Comunidad, temen quedar definitivamente marginados.

Los trabajos de la Conferencia iban a ser arduos, porque lo que está en juego es un nuevo equilibrio de poder entre países “grandes” y “pequeños”, pero desde que se suscitó el debate paralelo sobre la federación europea, la labor se ha complicado extraordinariamente.

En un principio, la Conferencia sólo debía ocuparse de las tres cuestiones principales que dejó pendientes el Tratado de Amsterdam (1997): el número de comisarios europeos, la extensión de las decisiones por mayoría calificada y el reparto de los votos en el Consejo de Ministros, la institución decisoria de la UE.

La “reponderación” de los votos, exigida por los países más poblados para recuperar el peso perdido con las sucesivas ampliaciones de la Comunidad, será sin duda la clave de la reforma.

España parte con ventaja en esa batalla, porque los quince le reconocieron en Amsterdam que deberá recibir compensaciones en caso de perder uno de los dos comisarios a cuya designación tiene derecho actualmente.

De momento, todos los negociadores guardan sus cartas escondidas.

El único aporte a la Conferencia que ha podido hacer la presidencia portuguesa saliente ha sido añadir formalmente a esas tres cuestiones la discusión de las llamadas “cooperaciones reforzadas”.

Alemania y Francia presionan para agilizar este mecanismo, previsto ya en el Tratado de Amsterdam pero nunca utilizado en la práctica, entre otras cosas porque exige el consentimiento de todos para que un grupo de socios pueda cooperar más estrechamente entre ellos.

El gobierno francés es consciente de la dificultad de la tarea. “Estamos obligados a ser ambiciosos”, reconoció en Bruselas el viceministro francés de Asuntos Europeos, Pierre Moscovici.

“Queremos un tratado ambicioso en (la cumbre de) Niza, que permita funcionar a la Europa de 27 miembros”, aseguró el que será encargado de presidir el grupo negociador de la Conferencia.

París cree preferible “no tener tratado a tener uno malo”, según Moscovici.

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