La inflación de junio registró 1,6 % mensual, una décima más que mayo por el menor apoyo de los estacionales. La inflación núcleo, que elimina estacionales y regulados, se situó en 1,7 %, su nivel más bajo en más de cinco años. Estos valores confirman el avance hacia un proceso sostenido de desinflación, aunque aún deben consolidarse frente a posibles choques de precios internos y externos .
En términos interanuales, los precios acumularon 39 % y la inflación núcleo 42 %, las cifras más bajas desde enero de 2021 . Al centrar el análisis en la dinámica de corto plazo, la inflación anualizada de los tres últimos meses fue de 26 %, un ritmo similar al promedio de 2013 . Estos indicadores sugieren un entorno menos volátil, aunque mantener este sendero dependerá del anclaje de expectativas.
Informe de coyuntura macroeconómica N° 4 del IIEP-UBA
No obstante, la composición de la desinflación refleja un cambio pronunciado en los precios relativos. Los servicios treparon 64 % anual, mientras que los bienes subieron apenas 30 %, manifiesto del efecto de la apreciación cambiaria y los ajustes tarifarios. Este desbalance es característico de procesos similares y plantea interrogantes sobre la competitividad de la industria local frente a un consumo impulsado por precios importados más firmes .
El plan de estabilización, vigente desde diciembre de 2023, se estructuró en tres fases. En la primera fase, la devaluación oficial alcanzó 118 % y el ajuste fiscal transformó un déficit primario de –2,7 % del PIB en un superávit del 1,8 % para 2024. Con un crawling peg activo y subas de tarifas, la inflación pasó de 25 % mensual en diciembre a 4,3 % en el promedio de mayo a julio de 2024 .
La segunda fase, entre mediados de 2024 y abril de 2025, mantuvo el esquema fiscal y cambiario, incorporó un techo a la emisión monetaria y elevó las tasas de interés hacia niveles cercanos a la inflación esperada. En este período, la inflación se redujo al 3,0 % mensual en el promedio de febrero a abril de 2025, reflejando un mayor control monetario y estabilización de expectativas .
La tercera fase, iniciada en abril de 2025, transitó de un crawling peg a una flotación entre bandas y amplió el espacio cambiario. Esto provocó una depreciación adicional del 20 %, con el dólar oficial pasando de ARS 1.078 a ARS 1.300, y una inflación mensual promedio de 2,0 % en los meses siguientes. Este ajuste buscó equilibrar la competitividad sin sacrificar del todo la meta de precios .
En el frente externo, la escasa acumulación de reservas y un déficit de cuenta corriente estimado en –0,4 % del PIB exponen al país a volatilidad cambiaria . El FMI ha advertido que el balance externo ajustado cíclicamente está 1,5 puntos porcentuales por debajo del observado y recomendó aumentar la flexibilidad cambiaria y recomponer reservas internacionales . Solo la apertura cambiaria se implementó con fuerza, mientras que la compra de reservas permanece incipiente.
El cuadro de variables muestra un crecimiento moderado: la actividad económica creció 5 % interanual, mientras la producción industrial y la construcción avanzaron 6 % y 10 % respectivamente. El tipo de cambio oficial se ubicó en ARS 1.297 y el real multilateral en 92,8 (base diciembre 2015=100). La inflación nacional fue de 1,6 % en junio y la núcleo 1,7 %, con un riesgo país en 719 puntos básicos. Estos datos confirman un panorama mixto de ajuste y fragilidad .
Argentina transita un ciclo de frágil alivio: las medidas adoptadas han logrado moderar el avance de los precios y ordenar el déficit fiscal, pero la consolidación de estos resultados depende tanto de la gestión de expectativas como del respaldo externo. El verdadero examen del programa económico recién comienza y su éxito exigirá mantener la disciplina fiscal, anclar la política monetaria y fortalecer las reservas para afrontar posibles turbulencias globales. Además, el gobierno deberá equilibrar la urgencia de la competitividad con la necesidad de evitar saltos cambiarios bruscos que podrían revertir los logros obtenidos.












