Fondo Monetario: ¿un holandés en lugar del efímero español?

El reemplazo del director gerente parece en manos de los ministros económicos de la Eurozona. Tras la pobre gestión de Rodrigo Rato, quien tiene más posibilidades es Gerrit Zalm, ex titular holandés de hacienda.

6 julio, 2007

Durante los contactos preliminares a la reunión de lunes y martes próximos, quedaron descartados dos italianos, Mario Monti (ex comisario de competencia en la Unión Europea) y Mario Draghi, actual presidente del banco central. En su caso, por decisión propia: aceptar el cargo habría equivalido a dar por hecha la caída del tambaleante gobierno encabezado por Romano Prodi.

“Tras la mediocre gestión de Rato, cualquiera hará mejor papel”, ironizaba el “Frankfurter allgemeine”. En cuanto al papel de los ministros económicos de la Eurozona, ha sido reivindicado públicamente por Jean-Claude Trichet, presidente del Banco central europeo.

Sea quien fuere el sucesor, tendrá una misión muy difìcil: convencer a los trece socios de la Eurozona de renunciar a sus bancas en la junta para reunirlas en una. En otra etapa, surgirá un problema aún más espinoso: la paulatina adopción, en la propia UE, del euro como moneda única y los compromisos a que ello obliga. A menos que una eventual reforma del tratado constitucional alivie ciertas exigencias ortodoxas.

Estados Unidos ha planteado una banca única para la Eurozona, como condición para incorporar a China, India, Brasil y otros al directorio del FMI. Otros asuntos a tratar en Bruselas incluyen el auge de compras apalancadas, el abuso de instrumentos derivativos y la irrupción de países árabes –minúsculos pero ultralíquidos- como tomadores de activos en Occidente. En este plano, circula un trabajo reservado, atribuido al equipo otrora conducido por Alexandre Lamfaloussy, que asocia ese fenómeno al presumible agotamiento de las reservas de hidrocarburos en Levante.

Durante los contactos preliminares a la reunión de lunes y martes próximos, quedaron descartados dos italianos, Mario Monti (ex comisario de competencia en la Unión Europea) y Mario Draghi, actual presidente del banco central. En su caso, por decisión propia: aceptar el cargo habría equivalido a dar por hecha la caída del tambaleante gobierno encabezado por Romano Prodi.

“Tras la mediocre gestión de Rato, cualquiera hará mejor papel”, ironizaba el “Frankfurter allgemeine”. En cuanto al papel de los ministros económicos de la Eurozona, ha sido reivindicado públicamente por Jean-Claude Trichet, presidente del Banco central europeo.

Sea quien fuere el sucesor, tendrá una misión muy difìcil: convencer a los trece socios de la Eurozona de renunciar a sus bancas en la junta para reunirlas en una. En otra etapa, surgirá un problema aún más espinoso: la paulatina adopción, en la propia UE, del euro como moneda única y los compromisos a que ello obliga. A menos que una eventual reforma del tratado constitucional alivie ciertas exigencias ortodoxas.

Estados Unidos ha planteado una banca única para la Eurozona, como condición para incorporar a China, India, Brasil y otros al directorio del FMI. Otros asuntos a tratar en Bruselas incluyen el auge de compras apalancadas, el abuso de instrumentos derivativos y la irrupción de países árabes –minúsculos pero ultralíquidos- como tomadores de activos en Occidente. En este plano, circula un trabajo reservado, atribuido al equipo otrora conducido por Alexandre Lamfaloussy, que asocia ese fenómeno al presumible agotamiento de las reservas de hidrocarburos en Levante.

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